Cuando cerca de la medianoche australiana, el griego Stefanos Tsitsipas arrojaba al suelo la raqueta y se llevaba las manos a la cabeza al derrotar a Roger Federer en la Rod Laver Arena, el tenis viajó hacia atrás. Concretamente, hacia el 2 de julio de 2001. Aquel día, en pleno torneo de Wimbledon, otro joven que había sido número uno en categoría junior derrotaba al vigente campeón del torneo, a la leyenda viva.
Tsitsipas apenas tenía dos años cuando Roger Federer, de 19, derrotaba en un partido legendario a Pete Sampras en cuatro horas y cinco emocionantes sets. ‘Pistol Pete’, estadounidense hijo de emigrantes griegos -lo cual conecta aún más la historia al joven Stefanos- llevaba 31 victorias consecutivas en la ‘Catedral’ hasta que aquel suizo, del que ya muchos habían pronosticado que sería un gran campeón, decidió sacudir la historia.
El triunfo del joven Roger ante el campeonísimo norteamericano -levantó siete trofeos de Wimbledon entre 1993 y 2000- marcó el final de una era y el inicio de otra, pues el prestigio que le dio aquella victoria convirtió a Federer en el líder de su generación, algo que consolidó con su dominio dictatorial entre 2004 y 2007, cuando se llevó 11 de los 16 Grand Slams en juego.
Casi dos décadas después, Federer, con un rostro totalmente diferente -atrás queda su coleta identificativa de sus primeros años de profesional- ha vivido la otra cara. Él era el gran campeón y al otro lado de la pista tenía al niño que había crecido viéndole en televisión.
Él, Federer, era el héroe del público australiano. El ganador de las dos últimas ediciones, con 35 y 36 años respectivamente. Una epopeya en la tierra de los tenistas longevos, como Rod Laver o Ken Rosewall. Pero hoy el cielo estaba con Tsitsipas. El tenis actual, huérfano de nuevos héroes -ningún tenista nacido en los 90 ha sido capaz aún de ganar un Grand Slam-, reclamaba un relevo. Y era necesario una toma de testigo épica, legendaria. Con el proclamado a los cuatro vientos como mejor tenista de la historia enfrentándose al joven que más se le asemeja
La conexión entre el partido de 2001 y este es puramente contextual e histórica, pues a nivel de tenis, parecen dos deportes distintos. Una muestra de la brutal evolución de este deporte en las dos últimas décadas, con Federer como epicentro. El suizo ha sabido adaptarse cada época como un camaleón. Mientras en 2001 Sampras y Federer dilucidaban sus artes en la red, resolviendo el 80% de los puntos por la vía rápida, el duelo del suizo con Tsitsipas fue una batalla campal desde el fondo de la pista en la que, pese a que ambos son tenistas poco comunes en la época actual, la potencia de los golpeos marcaba los tiempos.
Tsitsipas es hijo de dos personas que practicaron tenis a distinto nivel -su padre fue tenista amateur en su época universitaria, mientras que su madre fue profesional y llegó a ser número uno junior, compitiendo bajo la bandera de la URSS-, con lo que es probable que viera aquel partido en 2001. Pero es casi impensable que tenga recuerdos nítidos de ello, pues apenas tenía dos años y medio.
Ese Wimbledon, el de 2001, lo acabó ganando Goran Ivanisevic, aquel croata de intenso carácter que logró su sueño, el de alcanzar la copa dorada, cuando nadie contaba con él tras perder previamente tres finales. Pero, con el paso de los años, 2001 no fue recordado como el año del triunfo de Ivanisevic, sino el de la toma del testigo de Federer. Ahora los focos apuntan a una final entre Djokovic y Nadal, pero quizás el tiempo recuerde este torneo como el de Stefanos Tsitsipas. La historia es suya.
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