Con 34 años recién cumplidos Dani Alves sigue mostrando ese niño interior. Una sonrisa traviesa, rebosada de picardía. Una manera de ver la vida con los ojos llenos de apetito por querer disfrutarla y exprimirla al máximo.
Así se muestra Dani Alves. Si no se canta algo, se lo baila. Al ritmo de samba, fabricada en su tierra, parte de su cultura. Cautiva con sus numerosas ocurrencias que desatan carcajadas. Ingenia travesuras en sus compañeros o deleita, por ejemplo, bajando las escaleras del Estadio Olímpico de Berlín sin apoyar los pies en sus escalones. Sin pisar el suelo, con su magia, que le mantiene flotando. Allí, en Berlín, donde jugó la Juventus su última final de Champions League.
La cita de hoy es diversa. Distinto escenario y distinta camiseta. Un mismo objetivo: conquistar Europa. Y Dani sigue igual, pisando únicamente el suelo cuando la superficie luce un intenso verde y hay un esférico por medio. Con las mismas ganas de vivir la vida, agradecido por lo que tiene y satisfecho con sus sacrificios.
Tras ese hombre con espíritu de Peter Pan y el carisma que forma parte de los dones de Alves, también reluce la fortaleza de un luchador en el que ha destacado siempre su fuerza de voluntad. Con esta suma de ingredientes, conocemos al que a día de hoy sigue siendo uno de los mejores laterales del mundo. Y digo lateral porque, aunque atípico, es la demarcación a la que estamos acostumbrados. Sin embargo, últimamente nos genera un debate entre carrilero, extremo o interior. Con Allegri, en un bloque perfeccionado, Alves vuelve a protagonizar una transformación donde gestiona su recorrido con libertad, suscita a su imaginación y busca la asociación. Alusión a su vocación ofensiva.
Barzagli protege su espalda y Dani Alves se hace dueño del carril derecho, con una labor menos defensiva, y acentuada con la versatilidad que le define.
Alves ha sido clave en la adquisición del billete a Cardiff, y ya ha sido decisivo en otra final esta temporada, en la Coppa Italia frente a la Lazio.
La carta de Dani, que ha publicado recientemente The players’ Tribune, muestra a través del ritual que se concede antes de cada partido, la sencillez y los valores de un jugador que despierta pasiones y aleja la frialdad. Algo que él bautiza como la película de su vida.
“En la primera escena, tengo 10 años. Estoy durmiendo en una cama de concreto en la pequeña casa de mi familia en Juazeiro, Brasil. El colchón sobre la cama es tan grueso como tu dedo pequeño. La casa huele a humedad, y está oscuro afuera. Son las 5 de la mañana, y el sol todavía no sale, pero tengo que ayudar a mi padre en nuestra granja antes de ir a la escuela”.
Encabeza la carta afirmando que va a contar un secreto. No creo que la confidencia se destape en saber que no tenía ni idea de dónde estaba Sevilla antes de aterrizar en el Sánchez Pizjuán. Ni tampoco es incógnita su desenlace con las oficinas del FC Barcelona. Tampoco su sentir hacia éste último, algo que proclama sin pudor, porque Dani va de frente y sus sentimientos visten transparencias. Esa misiva firmada con su puño y letra, reflejada en sentimiento, expresa que el secreto es él mismo. Dani Alves, su infancia, su vida. La honradez y el ahínco.
También en ese escrito y otras declaraciones, Dani Alves manifiesta sobre el FC Barcelona: “Antes de ir a la Juventus le hice una promesa final a la directiva. Y dije: me van a extrañar”. Toda una certeza. Ocho temporadas gloriosas son imposibles de olvidar.
Ahora, Dani Alves, ha encontrado en Paulo Dybala un socio con quien combinar, pero resulta imperecedera esa conexión exquisita con Leo Messi. Uno de los mayores festines de fútbol a los que hemos asistido.
Además, su marcha ha forzado a apostar por la versatilidad de Sergi Roberto, olvidando sus magníficas cualidades para formar la línea de la medular.
Sí, la gran temporada de Dani Alves es una afirmación que pone en duda las decisiones que se originan en despachos. Algunos se agarran a que la última temporada de Dani vistiendo la camiseta azulgrana devaluó su nivel. Otros creen que fue un error que están pagando.
Sea como sea, echar de menos a Alves entre las filas azulgranas es una veracidad que evoca esos tiempos de cuantioso éxito. Cuando Alves fue más que un lateral derecho y su espíritu impregnaba a un vestuario en su totalidad. Se respiraba su humor, su positivismo y su lucha para defender mucho más que su banda derecha, el equipo que siempre llevará en su corazón.
Parece que Campanilla ha vuelto a espolvorear su magia en él, para que vuele perpetuamente.
En su eterna juventud se escenifica otra de esas citas transcendentales. Dani Alves puede ganar hoy su título 35 y, de este modo, seguir ensanchando esa vitrina de trofeos cortejados con su esfuerzo, su inagotable sonrisa y el maravilloso fútbol que nace de sus botas.
Editora en SpheraSports. Especialista en Scouting y análisis de juego por MBPSchool. Sport Social Media. Eventos Deportivos
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