China quiere ser una potencia futbolística. Cansada de triunfar solo en los deportes individuales, ahora quiere dominar también el deporte más global. No les falta ni recursos ni dinero y la ambición es tremenda. La llegada de Xi Jinping, un presidente muy futbolero, fue un impulso. De momento, el proyecto tiene fecha de partida (2010), pero habrá que ver si también lo tendrá de culminación.
China busca el talento, por lo civil o vía el talonario. Mercado tras mercado es la gran protagonista y es que sabe que las estrellas generan interés e ilusión entre los más pequeños. Al final, hay dos cosas claras. La primera que cuánta más afición, más posibilidades de éxito. Un índice que demuestra el aumento de interés en la Superliga China es que desde 2013 la asistencia a los estadios no ha parado de crecer y no parece que vaya a hacerlo. La segunda que, atrayendo el talento, los jugadores chinos tienen la posibilidad de aprender de ellos en los entrenamientos, aprender nuevos métodos y, dada la competencia y el incremento de nivel en la Liga, se obligan a competir mejor sobre el verde. Mayor sacrificio, mayor aprendizaje.
Esta situación es de esperar que vaya a más. En 2016, el canal de deportes Ti’ao Dongli se hizo con los derechos de la Superliga en exclusiva a cambio de 1110 millones hasta 2020. Hasta aquí, dentro de las cifras en que se mueve el fútbol, todo correcto. Lo increíble llega al saber que el anterior propietario, el canal público CCTV, pagó en 2015 8 millones. Pasar de 8 a 220 millones por campaña es un incremento del 2.750%.
Pero eso (invertir) no es suficiente. Hace falta algo más que dinero y motivación: hace falta currar. Se ha promovido la construcción de 20.000 escuelas con las que se pretende formar 100000 futbolistas. Tal y como explica Francisco Cabezas en El Mundo, Camacho ya dijo que el principal problema era que los chinos no entendían la filosofía del fútbol. En este sentido, el fútbol se ha convertido en una asignatura troncal en las escuelas. Se espera que por 2025 hasta 50.000 escuelas tengan una gran influencia en el aprendizaje de este deporte.
Así se fraguó todo
El proceso empezó en 2010 y, a buen seguro, conllevará su tiempo. Si China quiere seriamente triunfar no debe correr, debe ir piano a piano. Progresar lentamente a base de errar y aprender. Solo así llegarán premios como, para el combinado masculino, volver a un Mundial – no va desde 2002 –, o, para el femenino, volver a ser una potencia.
Todo empezó con el Guangzhou Pharmaceutical tras perder la categoría en 2010. Llegó la inmobiliaria Evergrande y se hizo con el club previo pago de 14,2 millones de euros. ¿El objetivo? Convertirlo en el mejor de Asia. Para ello, se contrató a Marcello Lippi como entrenador y se invirtió lo inimaginable, logrando así la llegada, entre otros, del argentino Darío Conca. ¿El resultado? Ha ganado TODAS las ligas desde 2011 y ha sido campeón de la Champions asiática hasta en dos ocasiones: 2013 y 2015. Ojo porque solo un club chino, el Liaoning Whowin, en 1990, había logrado antes un título a la altura de la Champions.
Los buenos resultados provocaron que en 2014 Taobao, principal portal de ventas online en China, adquiriese el 40% del club. De esta forma, la entidad pasó a llamarse Guangzhou ET. Actualmente, cuenta con la friolera de 48 campos de fútbol para formar jugadores y la suya es considerada la mayor escuela del país, con alrededor de 2800 jóvenes aprendices.
Xi Jinping tiene un sueño y ese, como explica el New York Times, pasa por fabricar al nuevo Messi/Cristiano. Eso y, como llevamos comentando durante todo el artículo, hacer de China una potencia en el fútbol. De hecho, el propio presidente ya anunció en 2015 su deseo por que en un futuro no muy lejano los clubes chinos estén entre los mejores del mundo. El portal norteamericano explica, además, que se espera que por 2020 haya 70000 campos de fútbol, y 30 millones de estudiantes y 50 millones de chinos practicando el deporte diariamente. Casi nada.
China, una potencia deportiva en deportes individuales, ahora quiere ser grande en la faceta colectiva. De nuevo, es evidente que recursos no le faltan y motivación tampoco, ¿pero les bastará para conseguirlo? Querer no siempre es poder. Y ya se sabe que el dinero no todo lo puede. Es un seguro, una red, pero no una garantía. La competencia, además, es enorme y ni América ni Europa estarán por la labor de facilitarles la tarea. El fútbol vive una etapa de incertidumbre.