SIROKO acaba de lanzar al mercado su nueva línea deportiva TECH. Lo hace con unas gafas deportivas llamadas K2 en homenaje a Saúl Craviotto: el piragüista catalán que conquistó dos medallas en los Juegos Olímpicos de Río -oro y bronce – utilizando un prototipo del nuevo modelo de gafas de sol deportivas de SIROKO.
Esta esponsorización resulta también una invitación a la reflexión sobre el comportamiento de las marcas e instituciones con los deportistas españoles. Incluso, hacia la atención de la propia sociedad española y los medios de comunicación con los eventos deportivos.
En primer lugar, cabría felicitar a SIROKO por el acierto de esponsorizar a Saúl Craviotto, que (no lo olvidemos) es el segundo deportista español que más medallas ha conseguido en la historia de los Juegos Olímpicos (a los dos metales de Río hay que sumarle otro Oro en Pekín y una Plata en Londres). Este palmarés solo es superado por el del gran David Cal, aunque Craviotto puede llegar a igualarlo (e incluso batirlo) puesto que ya está preparando a conciencia la que seguramente sea su última participación olímpica: Tokio 2020.
En segundo lugar, podríamos preguntarnos por qué cuesta tanto que las marcas se impliquen en patrocinios a deportistas españoles alejados del mundo del fútbol. Nadal y Gasol, o Gasol y Nadal, esa extraña e irrepetible pareja, resultan la excepción que confirma la regla. También podríamos meter en el saco de los patrocinados VIP a los pilotos de MotoGP y al asturiano Fernando Alonso, pero poco más; el resto, todo futbolistas.
Los patrocinios responden sin ningún género de duda a una cuestión de números, audiencias y atenciones mediáticas, pero la reflexión debe ir un poco más allá: podríamos pensar que los espectadores/consumidores eligen el fútbol de forma totalmente espontánea pero en realidad, nada resulta tan sencillo. Es en este punto en el que entran en juego los apoyos institucionales y por supuesto, los intereses políticos y económicos.
Un buen ejemplo es el del acoso y derribo que ha sufrido el ciclismo en relación al dopaje; una persecución en toda regla que ha sido propiciada en gran medida, por los propios implicados: en los viejos tiempos el ciclismo carecía de controles antidoping y eran los managers de los equipos los que denunciaban públicamente el hecho cuando consideraban que alguien estaba haciendo trampa; toda una declaración de intenciones. Si tenemos en cuenta como ha sufrido el ciclismo en las dos últimas décadas (hasta el punto de llegar a quedarse con un solo equipo profesional en España: el antiguo Banesto que ahora es Movistar) y lo comparamos con la situación del fútbol, encontramos algunas pistas.
El Confidencial destapó hace menos de un mes que La Liga de fútbol lleva prácticamente un año sin realizar controles antidopaje. El hecho resulta tan bochornoso e ilustra tan bien la lógica inversa que se plantea en torno al deporte español que poco más se puede añadir; sobre todo, cuando apuramos la noticia y descubrimos que ningún club se quejó y, de hecho, ninguno reclamó los controles.
¿Resulta entonces la atención de los espectadores tan libre como podríamos pensar?. Ni mucho menos. Los intereses económicos están presentes en todo momento; mientras una medalla de oro olímpica se paga a unos 90.000€, los presupuestos del Real Madrid y Barça superan los 800 millones de Euros.
Cuando hablamos de deportistas como Saúl Craviotto sucede además algo extremadamente injusto: a pesar de sus éxitos deportivos solo despiertan interés en los medios de comunicación cada cuatro años: cuando empiezan unos nuevos Juegos Olímpicos. En este contexto, el resto de triunfos quedan absolutamente eclipsados entre titulares dedicados exclusivamente al llamado deporte rey.
El ejemplo de Saúl es realmente significativo: además de los cuatro metales olímpicos, Craviotto ha conseguido siete medallas en mundiales de piragüismo (tres de ellas de oro) y otras cuatro más en campeonatos europeos, también la Orden al Mérito Deportivo otorgada por el Consejo Superior de Deportes en 2009. Sin embargo, lejos de vivir exclusivamente de la piragua, Saúl Craviotto ejerce también como Policía Nacional en Asturias, donde además entrena. Es la manera de asegurar cierta estabilidad y un futuro. Las comparaciones resultan odiosas, por eso no nos detendremos a equiparar la situación del piragüista español con la de otros deportistas olímpicos con menos palmarés y talento pero nacidos en otras latitudes. Comparar nuestro sistema de becas con el de otros países con intereses olímpicos es ahondar en el absurdo.
Lo verdaderamente destacable de Saúl Craviotto (además su calidad deportiva, prácticamente irrepetible) es que ha sabido encajar todos sus esfuerzos en una especie de plan maestro trazado por él mismo para lograr llegar hasta donde ha llegado. Es una vida casi guionizada en la que todo está medido al milímetro; El atleta español ha tenido que sortear muchas piedras en el camino y buscar inteligentes fórmulas para conseguir un equilibrio perfecto entre el ejercicio de su actividad como deportista de élite y poder asegurarse además un futuro económico.
Esta situación no resulta anecdótica: hablamos del segundo atleta que más medallas olímpicas ha incluido en el casillero olímpico en la historia de España y sin embargo, lejos de haber estado centrado únicamente en entrenar y competir, Craviotto ha planificado por sí mismo una estrategia llena de piezas que cuadrar como en una especie de puzzle gigantesco.
Un ejemplo aún más relevante lo encontramos en el propio trabajo que Saúl realiza como Policía Nacional. En realidad, el hecho mismo de que uno de los mejores deportistas olímpicos españoles de todos los tiempos haya decidido trabajar fuera del deporte para poder asegurarse cierta estabilidad, ilustra el modo de cómo funcionan las cosas en casi cualquier deporte distinto al fútbol en nuestro país. Aún así, podemos llegar más lejos en esta planificación absoluta llevada a cabo por Craviotto: que su plaza de policía de nacional se ubique en Asturias no es fruto de la casualidad. Cerca de Avilés (la tercera ciudad más importante de la región), se encuentra una de las mejores instalaciones deportivas para la práctica del piragüismo de toda Europa: el Centro de Tecnificación Deportiva de Trasona que, situado en la orilla del Embalse de Santa Cruz, cuenta con una espectacular residencia para deportistas y con gran parte de los servicios que se precisan para entrenar al más alto nivel.
El hecho de que una marca joven como SIROKO haya decidido apostar por un deportista como Saúl Craviotto para presentar su nueva colección de gafas deportivas es una muy buena noticia. Resulta importante que marcas de nueva hornada apueste por “otra manera de hacer las cosas” en las que los deportistas se sitúen en el centro de la acción.
Sin embargo, el ‘encaje de bolillos’ cercano a la ingeniería en el que Saúl Craviotto ha tenido que convertir su propia vida para poder competir sin renunciar a un futuro y a una estabilidad económica, hace que la reflexión aparezca de forma inevitable. La propia sociedad y (muy especialmente) las instituciones necesitan recapacitar urgentemente sobre el actual modelo olímpico español, lleno de carencias que hacen que verdaderos cracks se queden en el camino. Los deportistas que llegan a la élite lo consiguen a base de talento y esfuerzo, pero además necesitan redoblar sus esfuerzos hasta el paroxismo para asegurarse un futuro en paralelo. Acaban viviendo una especie de doble vida que les convierte en verdaderos malabaristas.
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