Kemba Walker está en boca de todo
el mundo. Tras dos años de continuo crecimiento, la 2018/19 se está
convirtiendo en la temporada de su consagración como estrella de la NBA.
Atraviesa por su mejor momento y lo hace siendo fiel al club que apostó por él:
los Charlotte Hornets – inicialmente llamados Charlotte Bobcats.
Para entender la figura de Kemba
Walker, es importante fijarse en sus raíces. Nació y creció en uno de los
barrios más convulsos del mundo: el Bronx en Nueva York. Ahí forjó su carácter
de luchador nato, de nunca darse por vencido, de querer dar siempre más, de
sacrificarse por los demás, etc. para, a sus 21 años, de la mano de Michael
Jordan, recibir la oportunidad de su vida en Charlotte. Ocho años después, es el
líder indiscutible del equipo.
A día de hoy, Kemba Walker anota
más puntos, captura más rebotes y reparte más asistencias de media que nunca. A
ello se debe que está sabiendo aprovechar mejor que nunca su velocidad y su
dribbling para generar más y mejores espacios por donde atacar, y explotarlos
adecuadamente. Pese a estar en su mejor momento, él sigue siendo la misma
persona que siempre, humilde y luchador, algo poco habitual en las estrellas
del deporte.
Su enorme progresión ha abierto
debate sobre su futuro. Kemba Walker está en su último año de contrato, es solo
el sexto mejor pagado de la plantilla y no le faltarán ofertas de proyectos
ganadores. Por su forma de ser, su intención no será otra que la de continuar
con el equipo de su vida, pero ya se sabe que en el deporte nunca se puede dar
nada por hecho. Renovación o traspaso, lo que está claro es que firmará el
contrato de su vida y se lo ha ganado a pulso en la cancha. Los Hornets son lo
que son, en gran parte, gracias a él.
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