Olvídense de objetos místicos o hechizos para atraer a la buena suerte. El amuleto de la Premier tiene nombre y apellidos: N’Golo Kanté. El centrocampista del Chelsea es el futbolista en activo con mayor porcentaje de victorias desde que llegó a Inglaterra en el verano de 2015. Casi se podría decir que allá donde pisa sale vencedor.
Partícipe y pilar básico -en su primera temporada en el fútbol inglés- del Leicester campeón, fue fichado esta temporada por el conjunto londinense por petición expresa de Antonio Conte, un entrenador que destaca por su obsesión por dejar pocos factores al azar. Y acertó. ¡Vaya si acertó! Echen un vistazo al Leicester: sin el francés se ha convertido oficialmente, a estas alturas del torneo, en el campeón con peores números en la Premier la temporada posterior a conquistarla. Es evidente que el Leicester obró un milagro sin precedentes con el presupuesto del que disponía, pero tampoco es menos cierto que de la plantilla que ganó la liga a esta solo se ha marchado Kanté de entre los primeros espadas del equipo. ¿Casualidad?
Quizá algún día, viéndolo con perspectiva a través del tiempo, nos daremos cuenta de que aunque Vardy y Mahrez acapararon la gran mayoría de los focos, hubo un jugador tácticamente superior al resto que sustentó, en la sombra, el inimaginable éxito de los foxes. Tanto que con su partida al Chelsea ha puesto en evidencia los problemas estructurales del Leicester. Era de esperar. Gary Lineker, actualmente comentarista en la televisión inglesa, dijo de Kanté que si un asteroide se dirigiera a la Tierra, él sería capaz de detenerlo.
Precisamente, lo que fue incapaz de hacer el Leicester con su ancla en el centro del campo cuando le eligió para salir del club y hacer caja en detrimento de otros futbolistas que han bajado ostensiblemente su rendimiento en la presente campaña. A la vista está la escasa aportación actual de Drinkwater, su compañero en la medular, o de toda la zaga, donde Morgan y Huth son la sombra de lo que fueron. Más preocupante es el caso de los anteriormente mencionados Vardy y Mahrez, casi inéditos.
Ahora, en el Chelsea, ha asumido, más si cabe, su papel. Actúa con silenciador. Nadie repara que está ahí. Al acecho. Escondido entre piernas. Pero siempre presente. Tener de nuevo un entrenador italiano le ha permitido seguir arropado a sus espaldas, pero quienes verdaderamente respiran son sus compañeros. Kanté es el encargado de realizar todo el trabajo sucio. De barrer todas las huellas. De eliminar cualquier conato de ataque.
Y casualidad o no, el Chelsea se encamina hacia el título con paso firme como antaño. Sin contemplaciones. Con Hazard al mando de las operaciones y con Diego Costa con el punto de mira afinado. Matic tiene más poder para elaborar y los carrileros siquiera regresan a labores defensivas cuando ven por el retrovisor a Kanté. Un tipo con muchos kilómetros en su contador personal, capaz de salvaguardar por sí mismo la muralla protectora de cualquier ejército. Conte ha encontrado en él un escudero infalible, y el Chelsea, para su suerte, un talismán que cree fehacientemente en el trabajo más que en el azar.