Antonio Mohamed llegó a Vigo con la sensación de ser uno de
sus entrenadores que quieren comerse el mundo. El Celta cambió su política de
fichar entrenadores sin apenas experiencia pero con una idea clara de practicar
buen fútbol: Luis Enrique, Berizzo, Unzué.
El pasado verano destituyó al último tras una temporada
turbulenta, en la que un club con aspiraciones europeas (había disputado la
Europa League la temporada anterior) acabó decimotercero, a nueve puntos del
objetivo. Además, encajó 60 goles en Liga, solo superado por los equipos
descendidos y por el Betis de Setién.
No fue suficiente el buen fútbol desplegado en ocasiones ni
mantenerse invicto en Balaídos durante seis meses (desde el 17 de diciembre
ante el Villarreal). Tampoco que descubriera a Brais Méndez, convirtiéndolo en
pieza clave de su esquema. Hoy es internacional con España. Unzué solo tuvo un
año de crédito pese a doblar en puntuación a su eterno rival, el Deportivo de
la Coruña, y pese a una planificación deportiva deficiente, sobre todo en
cuanto a la retaguardia.
“Si fuese por mí, saldría a buscar el campeonato, a mí me
gusta soñar alto”. Las palabras de Mohamed retumbaron en la sala de prensa
celeste el día de su presentación. El argentino, avalado por su trayectoria en
México (ganó dos torneos Apertura con equipos distintos) y en su país (ganó la
Copa Sudamericana con Independiente), no se puso techo. “Queremos que la gente
del Celta se sienta representada y orgullosa de vernos jugar en cualquier
estadio”. Su aventura europea, esperada durante su más de 15 años de carrera
deportiva, ha durado cuatro meses.
Hablan en la prensa de Vigo de falta de adaptación al fútbol
español y de no haber encontrado una continuidad en el estilo del equipo,
exactamente lo que dijo pretender en su primer día. Decisiones como mantener a
Roncaglia (su preferido) en una defensa con mismos problemas que la campaña
anterior (y esta vez sin Sergi Gómez o Fontás). Las llegadas de Juncà (a coste
cero) y Fran Beltrán (8 millones) mejoraron la plantilla, pero los refuerzos en
el centro de la zaga dejaron que desear. Néstor Araujo, sin experiencia en
Europa, fue la única inversión reseñable.
Da que pensar que el club haya prescindido de los servicios
de un técnico que aunque no ha comenzado de la forma más ilusionante, tampoco
ha dejado el equipo en profunda crisis. El Celta marcha decimocuarto, a seis
puntos de puestos europeos (nada imposible) y a cuatro del descenso (tampoco es
una debacle). Un equipo que ganó al Atlético, empató en Mestalla y perdió en el
Pizjuán y ante el Real Madrid con todos los honores. Además, es reciente la
goleada al Éibar (4-0) en el mejor partido de la temporada y sigue abierta la
eliminatoria de Copa ante un Primera (1-1 ante la Real Sociedad).
La paciencia brilla por su ausencia en Balaídos, que ya
cuenta con un nuevo inquilino en su banquillo. Un Miguel Cardoso que fue
descartado por la directiva en verano y que llega con un librillo que dista
mucho de su predecesor. ¿Hace bien el Celta en cambiarlo todo en noviembre,
temiendo lo peor? ¿O hace mal por no haber dejado trabajar al ‘Turco’? Solo el
tiempo lo dirá.
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