La ciudad argentina de Rosario es un vivero inagotable de talento futbolístico. Cuna de jugadores especiales, con el sobresaliente nivel técnico y la capacidad de desequilibrio como las señas de identidad para mantener la esencia de esos niños que disfrutan haciendo diabluras con la redonda en el potrero. La urbe, eternamente dividida entre seguidores de Newell’s Old Boys y Rosario Central, es uno de los últimos focos de resistencia dentro de un escenario nacional en el que, como reconocen los analistas argentinos, cada vez se corre más y se piensa menos. Por ese idilio con la versión más estética del deporte, sus calles continúan catapultando a la élite a jóvenes como Giovani Lo Celso.
“Es un enganche clásico. Tiene que generar, ser el nexo con los delanteros, pero con obligaciones defensivas. Ya lo ha hecho muy bien, es un chico al que tenemos mucha confianza”, expuso sobre su imberbe mediapunta Eduardo Coudet, entrenador de Rosario Central, poco después de brindarle la oportunidad de estrenarse en la élite del fútbol argentina el año en el que su club que se quedó a las puertas de alzar un título por partida doble. El conjunto auriazul no pudo ganarle el pulso a Boca Juniors ni en el campeonato liguero ni en la Copa, pero selló su regreso al máximo escenario continental de cara a 2016 y devolvió la ilusión a una entidad que había vivido a la sombra de los logros de su eterno rival en los últimas temporadas.
Al abrigo del acierto anotador de Marco Ruben, a Coudet no le tembló el pulso para consolidar en el once inicial a jóvenes forjados en las categorías inferiores del club como Víctor Salazar, Walter Montoya o Franco Cervi. El resultado fue un equipo valiente, descarado y vertical, que se ganó a pulso la etiqueta de conjunto revelación y nunca se apeó de la zona de privilegio de la clasificación. Gigante de Arroyito, feudo ‘canalla’, disfrutó de una maquinaria perfectamente ensamblada sin importar la sustitución de alguno de sus engranajes. Cervi, pieza clave durante el primer semestre del año con un sobresaliente rendimiento que desembocó en la adquisición de sus derechos por parte del Benfica, cayó lesionado y abría un vacío en la mediapunta.
Una vacante que aprovechó Giovani Lo Celso, que insufló al cuadro rosarino una bocanada de aire fresco en la asfixiante carrera de fondo que fue el último campeonato liguero argentino, compuesto por 30 equipos. Su habilidosa conducción con la pierna izquierda, el dinamismo y la creatividad para filtrar pases entre líneas le permitieron dejar boquiabiertos a sus rivales para instalarse en la mediapunta del 4-3-1-2 del dibujo diseñado por Coudet. ‘El Chacho’ le brindó la oportunidad de estrenarse en la élite el pasado 19 de julio para aumentar su arsenal ofensivo en busca de la victoria ante un Vélez Sarsfield en inferioridad numérica y le abría una puerta a la que venía llamando con fuerza.
‘El Monito’, como es conocido afectuosamente este enganche liviano físicamente pero de fuerte personalidad con la pelota, se enroló en el club con 14 años tras superar una prueba procedente de la prestigiosa Academia Jorge Griffa. Aunque confiesa que le gusta jugar “suelto por detrás de los delanteros”, su velocidad y capacidad para zafarse de su marcador con el regate le permitieron brillar cerca del costado izquierdo, rol que desempeñó en las distintas categorías de la prestigiosa cantera de la que fue nombrado mejor jugador en 2013.
Referente Di María
Hincha ‘canalla’ desde niño, creció admirando a Ángel Di María, que le sorprendió con una llamada telefónica una semana antes de su bautismo en Primera. “Me encerré en el baño, pensé que era una broma y no se lo conté a nadie porque no me iban a creer”, explica respecto a la anécdota con su ídolo, con el que comparte virtudes y defectos como la precipitación a la hora de resolver acciones con el adversario muy replegado. Ese afán por generar situaciones ventajosas para su equipo, consciente de que atesora materia primera para asumir el mando ofensivo, todavía enturbia su correcta toma de decisiones, aspecto a pulir junto a su capacidad de posicionamiento sin balón, pero también es síntoma de un desparpajo que puede catapultar su trayectoria deportiva si es bien encauzado.
Su golpeo de balón con la zurda es un tesoro para diseñar jugadas de estrategia y su bajo centro de gravedad, aunado a su destreza en el manejo de balón y su agilidad en el giro, una gran baza para sortear férreos marcajes. Virtudes que acompaña con su innata facilidad para repartir asistencias tanto acompañando rápidas transiciones ofensivas como haciendo gala de recursos de lujos como el pase picado a la espalda de los centrales. “Desde que tengo uso de razón, mi sueño era jugar al fútbol más allá de la plata”, indicó todavía en una nube tras sentir por primera vez el calor de la platea en el Gigante de Arroyito el enganche nacido en Rosario hace 19 primaveras.
“Me moría por entrar y demostrar”, abundó Lo Celso, que cumplía el sueño de dejar sus primeras pinceladas de talento en el estadio al que iba desde niño. Tras unas primeras pruebas fugaces, Coudet le instaló definitivamente en el mes de septiembre tanto en los desafíos ligueros como en los duelos a cara o cruz en la Copa, competición en la que el joven se llevó su primera decepción a nivel individual en el choque de semifinales. Amonestado, su exceso de ímpetu le llevó a ser sancionado con una segunda cartulina amarilla le hizo perderse una final en la que los suyos claudicaron ante Boca con un polémico arbitraje. “De todo se aprende, la expulsión en Salta me dolió mucho”, expone sobre un mal trago que no empaña lo que él mismo describe como el mejor año de su vida.
Su excelente final de temporada desató los cantos de sirena de varios clubes europeos, pero Gio hace oídos sordos. “No soy de darle importancia a los rumores, trato de apoyarme en mis seres para no marearme. Intento disfrutar porque estoy cumpliendo un sueño, que es jugar en la primera de Central”, expone maduro sobre un desembarco en la élite que pronto añadirá un peldaño más a la exigencia con el estreno en la Copa Libertadores. Un imponente escenario en el que los auriazules tratarán de no desentonar, siempre apoyados en su gusto por reivindicar sus valores clásicos. “Cuando iba de chico no podía creer cómo se generaba esa ambiente”, evoca Lo Celso, que pasará de deleitarse con el lienzo a contribuir a embellecerlo. Argentina ya conoce su obra, ahora le toca a todo el continente.
Orgulloso asturiano que observa con pasión el fútbol en cualquier parte del planeta. De los que intentan quedarse boquiabiertos con un jugador antes de que lo haga el resto del mundo. El éxito sin honor es el mayor de los fracasos.
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