Daniel PRAT JEREZ – "Sácame de aquí", le dijo el jugador a su agente antes que este alcanzara a responder el saludo. La llamada fue el reflejo ante el estupor luego de leer las noticias de sucesos. Desde hace años, los diarios venezolanos eligen entre los asesinatos para ver cuál saldrá publicado. Una sola página no es suficiente para reseñar todos los eventos que ocurren en un día. Al ver esa situación, miles de venezolanos han decidido emigrar, sin embargo, este jugador tiene menos motivos para quejarse. Vive en una de las ciudades más importantes, gana un sueldo que le permite esquivar cualquier problema económico, pero ha llegado al punto de sentir que su seguridad no tiene precio.
Este sábado, tres aprendices de delincuentes abordaron a Renny Vega a primera hora del día. Uno de ellos le reconoció y mientras le comentaba a su cómplice, el arquero de la Vinotinto aprovechó para correr y resguardarse en un supermercado. En la temporada pasada, Atlético Venezuela realizó una sesión de entrenamiento en el estadio que utiliza para jugar sus partidos, al salir, el mediocampista Guillermo Octavio se dio cuenta que su carro ya no estaba. Dos temporadas atrás, el torneo venezolano de beisbol se paralizó cuando Wilson Ramos, uno de los jugadores más importantes de los Tigres, el equipo más importante de la última década, fue secuestrado por casi una semana. Hace algunos años, Carlos Maldonado fue abordado en San Cristóbal por varios delincuentes quienes intentaron robarle su camioneta, delito del que se escapó cuando dos de los pistoleros, fanáticos del equipo local Táchira, le reconocieron y decidieron dejarlo libre. Al día siguiente, el técnico y ex jugador del aurinegro puso en venta el vehículo. A los pocos meses decidió no renovar su contrato y dejó la ciudad en la que sigue siendo un ídolo.
La lista es más larga, sin embargo, mucho de los casos se pierden como un gota en un océano. La situación ha generado un efecto peculiar dentro de los futbolistas, quienes han comenzado un éxodo en el que el aspecto deportivo poco tiene que ver. Gianfranco Di Julio, por ejemplo, salió de aquel entrenamiento en el que Octavio perdió su carro y meses después decidió tomar un avión a España y probar suerte. En Venezuela tenía una reputación que le había consolidado como habitual en primera división pero él prefirió partir y probar suerte. Saltó de equipo en equipo hasta encontrar una oportunidad en la cuarta categoría de Italia. Jesús Gómez tomó rumbo a México, donde aterrizó en un equipo de segunda división, pese a que su currículo y el gol que apenas unos años atrás había marcado en Copa Libertadores le hubieran podido ayudar a buscar un destino mejor.
Brixio Pulgar y Hermes Palomino son dos de los últimos de esta oleada que tiene varios casos más. El primero es un defensor, el segundo un delantero y ambos tenían un puesto asegurado en primera división, con un sueldo que les permitía vivir con cierta comodidad, no obstante, prefirieron ir a jugar a la segunda división de China.
La lista seguirá creciendo. Son futbolistas pero también ciudadanos. Se van de un país no por criterios deportivos, pensando si una liga es mejor que otra, lo hacen por las mismas razones que se han ido arquitectos, ingenieros y obreros. Es fútbol también, pero viven en la misma ciudad y sufren los mismos problemas.
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