Es curioso como la marcha de un entrenador de un equipo de “supuesto” menor nivel a uno de un escalón superior genera muchos titulares y noticias acerca de cómo se asentará en este nuevo entorno, y como dicho entorno acogerá al nuevo inquilino. Pero, en cambio, en muchos de estos casos el debate debería generarse sobre todo en el club que ha perdido a dicha pieza, ya que el hecho de que su antiguo entrenador haya recalado en un club de un escalón superior, suele venir precedido de un trabajo notable del técnico en su antiguo club. Esto hace que el mantener dicho nivel de trabajo sea complicado para el técnico que le suceda. Este es el caso de Ernesto Valverde.
Creo que lo primero que debería decir, para no dejar un mínimo lugar a dudas, es que el que escribe estas líneas se declara socio e hincha del club que Ernesto está dejando, hincha y socio por partes iguales y desde el mismo preciso instante de su vida, hace 22 años. Dicho esto, puedo continuar con este texto. Situándonos en contexto, lo que está claro es que ante la necesidad del Barcelona (desde que Luis Enrique decidiese abandonar el club) de contratar un nuevo técnico, el nombre del ahora extécnico del Athletic Club sonó con fuerza. Sonó por varios motivos: por estar realizando un impresionante trabajo en el club rojiblanco, por conocer la casa blaugrana, por tener buena fama a la hora de lidiar con vestuario y por muchas más.
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Hace unos días decidió confirmar en una rueda de prensa que no seguiría formando parte del club bilbaíno, lo que dejo entrever lo que todos estaban esperando, que ficharía por el FC Barcelona. El día de hoy, estos rumores han sido confirmados. Ahora comenzará un periodo de intensos debates acerca de cómo enfocará el desafío que acepta. También acerca de que incorporaciones buscará para su proyecto, de cómo gestionará un vestuario con tanta estrella, etc.
Pero lo que parece olvidar todo el mundo es que, como se comentaba en el inicio de este texto, los debates y las dudas también se generaran en la otra cara de la moneda. El club que no pierde solo un entrenador, sino al entrenador con más partidos disputados en la historia del club, el que calmó todo tras la tempestad de aquellas locas (pero mágicas de igual modo) temporadas de Bielsa, el que nos devolvió a la Champions League y el que nos hizo situarnos asiduamente en un escalón futbolístico que hace una década hubiese parecido imposible. Es cierto que él no es el único culpable de todo esto, es cierto que la generación de futbolistas de la que está disfrutando el público de la Catedral es buenísima, pero en mi humilde opinión, Ernesto ha sido una (sino la más) de las piezas más necesarias e importantes para que este proyecto haya conseguido esa solidez y consistencia.
Ahora mismo pese la estabilidad que parece tener el Athletic, la situación es más delicada de lo que parece. Y es que, por un lado, jugadores clave, sobre todo en lo referente al gol, como Aritz Aduriz o Raúl Garcia están llegando, o llegaron hace tiempo, a unas edades en las que los futbolistas suelen sufrir un bajón en su rendimiento. No menos cierto es que Aritz parece tener un pacto con la vejez, y que, como el buen vino, mejora con la edad. Pero todo tiene un límite. Además, jugadores jóvenes, como Aymeric Laporte, Kepa Arrizabalaga o Iñaki Williams, de un nível excelso y con una proyección enorme, son futbolistas muy interesantes a ojos de los depredadores que existen hoy en día en el mercado de traspasos. Y es que el periodo de traspasos que se abrirá el próximo 1 de julio pinta que será uno de los más importantes para el club rojiblanco en los últimos años. Es cierto que la política del club rojiblanco en a la hora de vender es más que clara, (si lo quieres, paga la cláusula) pero el papel del técnico a la hora de convencer del proyecto a los jugadores será vital. Se necesita que los jugadores que puedan venir vean que el club sigue teniendo un plan sólido y que seguirá siendo un club referente de la Liga y, sobre todo, que los jugadores que están confíen en que las cosas seguirán realizándose correctamente. Para ello hace falta que el técnico que suceda a Ernesto despierte la misma hambre en el club, gestione tan excelentemente la plantilla y mantenga el listón que ha impuesto “el Txingurri”, el cual esta tan sumamente alto.
El encargado de gestionar estos y muchos otros desafíos será el Cuco.
Cuco Ziganda es un hombre de la casa, exjugador del Athletic que sabe de la filosofía del club y siente los colores como el que más. En los últimos años estuvo al cargo del filial de equipo bilbaíno, ascendiendo a este a la Segunda División del futbol español (y descendiendo a la temporada siguiente). Dicho esto, la incertidumbre que crea su poca experiencia y el déficit que esto puede llegar a generar es enorme. Porque un banquillo como el del Athletic no es un banquillo cualquiera, es el banquillo de un club que no ha descendido en sus 120 años de historia, de un club especial, único e histórico y sobre todo de un público que siempre piensa en grande, porque para ser grande, primero hay que sentirse grande. Y el Athletic es, fue y será grande pese a varios años rondando posiciones no tan gratas.
Es por eso, por lo que costó volver de las tinieblas, de esos años en los que se luchó por no descender por primera vez en la historia del club, que ahora no es momento de dar un paso en falso. Y es que hace falta un timonel digno de este barco. Esperemos que el Cuco lo sea.
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