El Celta vive en la piel de otro equipo. Ese que tantas veces hemos visto en la Liga, el que, con una plantilla con aspiraciones de estar cerca de los puestos europeos, vive atormentado porque cada fin de semana no consigue salir de abajo, y ve los puestos de descenso como una soga que aprieta más y más. Uno cree que conforme pasan las jornadas todo volverá a la normalidad, hasta que se consuma lo inevitable: ha caído un equipo no destinado a ello, con otros planes a la vista.
Le pasó al Zaragoza de Ayala, Aimar, Milito, Oliveira o Gabi en 2008; al Villarreal de 2012, con Diego López, Senna, Borja Valero o Rossi en plantilla; o al propio Celta en 2007, en una temporada donde además disputaba Copa de la UEFA. Los vigueses viven una especie de deja vú en los últimos tiempos, no sabiendo gestionar un grupo de notables futbolistas tan solo dos años después de alcanzar semifinales de Europa League y Copa del Rey. La salvación in extremis del curso pasado, liderada por un Iago Aspas espectacular (20 goles en 27 partidos, cinco de ellos en las últimas seis jornadas) invitaba a una profunda reflexión, y sobre todo a un esfuerzo en el mercado. Había que volver a ilusionar al celtismo.
Y así fue cuando en verano regresaron antiguos ídolos de Balaídos desechando proyectos mejores. Santi Mina abandonando el Valencia, Rafinha y Denis Suárez el Barça. Aspas y Brais Méndez haciendo caso omiso de ofertas del exterior. Y un entrenador, Fran Escribá, que había conseguido ganarse a sus jugadores y sacar lo mejor de sí mismos en un momento de lo más complicado. Era imposible que volviera a pasar, que el Celta volviera a luchar en el fango. De sumar 21 puntos en la primera vuelta la pasada campaña, a firmar seis menos (15) en la peor primera parte del campeonato en 30 años. En noviembre, Escribá era destituido y contratado un Oscar García Junyent sin experiencia en la Liga española pero sí en otros cinco países (Inglaterra, Francia, Austria, Grecia e Israel) y con un librillo con sello de La Masia, muy distinto al de su predecesor, pero quizá más conveniente para los futbolistas disponibles.
El propio Oscar reconoció, sin embargo, que para salir del pozo no basta con jugar bien. Entrenado como jugador por técnicos tan distintos como Mourinho, Van Gaal o el propio Cruyff, reconoció en una entrevista en AS que el camino está en el punto medio entre todos. Llegó a un equipo con cinco derrotas en seis jornadas, a la que sumó la del Camp Nou en el amargo debut (4-1). Logró levantar la autoestima del grupo para sacar petróleo en Villarreal (1-3), pero la gira ante rivales directos por la permanencia no obtuvo ni un solo éxito: derrotas ante Levante y Leganés y empates frente a Valladolid, Mallorca, Osasuna y Éibar. El cuadro vigués se volvió más competitivo, pero lastraba un importante problema para un equipo sumido en las profundidades: la falta de gol. Con Aspas en su peor momento de la temporada, ningún compañero supo llenar el vacío ni complementar al ariete de Moaña. La dirección deportiva apostó por Fedor Smolov en el mercado de invierno, delantero ruso con experiencia y buenos números en otros tiempos (en 2017 le hizo un doblete a España en un amistoso) pero venido a menos y sin experiencia en las cinco grandes ligas.
Sin traducir el buen juego en goles y por lo tanto en buenos resultados, hacía falta una pizca de fortuna, una victoria épica que sirviera como espaldarazo. La derrota en Mestalla (1-0) fue dolorosa dados los méritos de unos y otros, y el calendario no era benévolo ni mucho menos: tras Valencia tocaban Sevilla y Real Madrid. El tanto encajado en la primera mitad ante los de Nervión pudo ser un golpe duro, pero el Celta logró levantarse, empatar con un golazo de Aspas y llevarse la victoria con un tanto en el añadido, nada menos que de un Pione Sisto que tuvo prácticamente los dos pies fuera del club (su participación en la primera vuelta fue testimonial) y por el que Oscar está volviendo a apostar: “Lo seguía en Dinamarca. Le dije que lo había visto en una eliminatoria contra el Manchester United, que había sido el mejor y que quería recuperarlo”.
Ese gol supuso adelantar al Mallorca y salir del descenso, además de sumar la primera victoria en Balaídos en cuatro meses. “Jugando a este nivel saldremos de esta situación porque somos un buen equipo y el vestuario se está entregando al máximo en cada partido«, aseguró Junyent en rueda de prensa, sabedor de que su equipo es mucho mejor de lo que dice la clasificación, y que, pese a vivir en los planes de otro, todavía tiene tiempo para dar la campanada.
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