Muchos aficionados al balompié inglés bromean con ello, pero es una realidad: cada vez que el Everton se enfrenta a un equipo en caída libre los de Liverpool prestarán los únicos paracaídas que tienen. Los toffees son así: desde su presidente a sus aficionados se autodestruyen de manera soberbia. Ayer, en el añejo Goodison Park, los anfitriones tenían una oportunidad pintiparada para alejarse de un rival directo y, por supuesto, del descenso. Se adelantaron con un tanto de Yerry Mina que, por cierto, se volvió a lesionar. Ya no es noticia que el colombiano caiga al suelo y reclame el cambio. Los que le pagan el sueldo se siguen rasgando las vestiduras. Posteriormente, pese al tanto inicial, los de Lopetegui fueron los que sonrieron.
El técnico español parece que vuelve a sentir el balompié como antes. Su inicio de curso con el Sevilla fue digno de Hamlet: su equipo se desintegraba y él perdía fuerzas cada minuto. Había pasado de ser un león a un solitario gato. Dejó de transmitir a unos futbolistas acostumbrados a jugar la Champions y que no salían de la zona roja en LaLiga.
El que fue seleccionador español rechazó la oferta del Wolverhampton en un principio. Su padre, en una situación de salud delicada, era la máxima prioridad. Afortunadamente, la mejoría de este y la insistencia del propietario le llevaron a la entidad de Birmingham. Sigue sorprendiendo cómo está el mercado en Inglaterra: el último de la tabla fue capaz de convencer a un entrenador de clase mundial. Poderoso caballero es don Dinero.
En su primer envite en la Premier League dispuso un 4-2-3-1 (que también podía convertirse en 4-3-3) en el que sorprendentemente no tuvo el cuero. Normalmente los conjuntos de Lopetegui, al contrario de lo que había hecho Lampard últimamente, quieren ser dominadores. Sucedió lo contrario de lo que preveíamos. Los Wolves esperaban en un bloque medio para robar y salir al contragolpe. Así llegó el 1-2 en otra jugada kafkiana para los locales: sus futbolistas, contentos con el punto que estaban consiguiendo, decidieron jugar la pelota de un lado al otro para no arriesgar. Sus aficionados, encolerizados, demandaron que lanzaran el balón al área. Estos hicieron caso y se produjo el drama: los visitantes despejaron y se encontraron con un cuatro para dos favorable. Si el que corre, encima, es Adama Traoré ya sabes lo que puede ocurrir. Puso un centro en la zona de castigo y Rayan Aït-Nouri apareció para otorgar a su equipo la primera victoria como visitante. Oxígeno para Lopetegui. Otra patochada del Everton.
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