El Wawrinka de las motos

Incansable
trabajador, explosión tardía en la treintena y un quebradero de cabeza para
los más grandes de la historia. Los paralelismos entre Stan Wawrinka y Andrea
Dovizioso, dos deportistas de élite mundial en sus deportes, comienzan a ser
significativos. Nadie contaba con ellos hace varios años, cuando su indudable
talento quedaba eclipsado por otros rivales que, por diversas circunstancias,
rendían mejor en los grandes momentos. Sin embargo, algo cambió en sus vidas
-la contratación de un entrenador en el caso de Stan y la estabilidad en Ducati
para Andrea- que les hizo cambiar.

Dovizioso
siempre fue un magnífico piloto. Y quien esté descubriendo al talentoso piloto
italiano en los últimos meses puede echar la vista más de una década atrás.
Ganó el título de 125cc en 2004 en una parrilla en la que estaban, entre otros,
Jorge Lorenzo, Casey Stoner, Álvaro Bautista o Héctor Barberá. Casi nada. Y lo
ganó con dos carreras de antelación y con una regularidad asombrosa.

Con la
llegada a 250cc, Dovizioso perdió el empuje ganador que había llevado su
trayectoria en el Mundial en sus inicios. Tras ser tercero en su año de rookie, tras Pedrosa y Stoner, fue el
gran rival de Lorenzo en los dos títulos de 250 del balear. Pero apenas consiguió
cuatro victorias, por las 17 de Jorge en este periodo de tiempo. Eso hizo que
Lorenzo acabara en el equipo oficial de Yamaha, mientras que Dovi debutara con una Honda satélite en
2008.

Su debut en
MotoGP fue prometedor, acabando quinto en 2008 -sólo detrás de los Cuatro Fantásticos– y se ganó un puesto
en el equipo oficial de Honda para 2009. Pero su estancia en el Repsol Honda
fue decepcionante. En tres años, apenas consiguió una victoria y nunca aspiró
al título. Por ello, la marca dejó de contar con él y comenzó su periplo por el
Tech 3 en 2012 hasta llegar a Ducati en 2013. Allí encontró la estabilidad
necesaria para comenzar de nuevo. Para crecer como piloto. Para liderar un
proyecto que estaba muerto y que ahora sueña con ganar el Mundial.

Los primeros
años en Ducati no fueron sencillos. No subió al podio en todo 2013 y su primera
victoria con la marca italiana no llegó hasta 2016. Pero a partir de ahí el
piloto dócil y tranquilo que siempre fue, se convirtió en su auténtico salvaje,
manteniendo sus grandes cualidades de estratega. Se transformó en el principal
quebradero de cabeza de Marc Márquez, al que le ha ganado en las tres ocasiones
en las que se han encontrado en una última vuelta peleando por el triunfo.

Ahora todos
respetan a Dovizioso. Es invitado a las ruedas de prensa oficiales, copa
portadas en la prensa italiana -arrebatándoselas incluso a Rossi- y las casas
de apuestas le consideran un serio candidato al título. El tiempo dirá si acaba
logrando su sueño -el cual es sumamente complicado, todo hay que decirlo-, pero
su caso, extraño como pocos, guarda relación con otro deportista.

Como
Dovizioso, Wawrinka también prometía mucho antes de llegar al profesionalismo.
Fue campeón de Roland Garros en 2003 y, junto a Nadal, Djokovic y Murray, formaba
una generación llamada a disputarle los títulos a Federer, indudable dominador
del deporte de la raqueta por aquel entonces. Pero, como le pasó a Andrea en
las motos, Stan tardó en cuajar. Era
muy bueno pero no ganaba. Faltaba convicción en él.

Hasta que
llegó 2014. Con Magnus Norman de entrenador, Wawrinka se transforma en un
animal salvaje. En Stanimal, como se
le conoce en las redes sociales. Se convierte en una pesadilla para los mejores
jugadores del mundo, a los que gana en las tres finales de Grand Slam que
disputa hasta 2017. Como Dovizioso, se crece ante el mejor -en esa época,
Djokovic- y le gana cada cara a cara que disputa contra él. Stan no tuvo la regularidad necesaria
para llegar a ser número 1, algo a lo que Dovizioso, en su deporte, sueña con
conseguir esta temporada.