Con la derrota de los Emiratos Árabes Unidos ante Australia la situación en el Grupo B de la zona AFC se aclara. Arabia Saudí, Japón y Australia se aúpan a las tres primeras plazas. Dos de acceso directo y otra que lleva a dos repescas. Y, tras lo ocurrido en Sydney, Omar Abdulrahman no estará en Rusia 2018 salvo milagro.
La generación de oro del fútbol emiratí no estará en Rusia. Técnicamente aún hay opciones. Pero necesita nueve puntos en las tres jornadas que restan. Ganar en Tailandia y a Irak entra dentro de lo previsible. También deberían doblegar a Arabia Saudí en casa. Sin embargo, la dinámica invita a pensar que ni con los posibles 18 puntos sería suficiente para los Emiratos.
Lesiones clave en el encuentro ante Japón. Y acciones a balón parado y un más que deficiente encuentro de Abdelaziz Sanqour en el lateral diestro ante Australia. Sin embargo, la razón principal hay que encontrarla en el nulo aporte de sus estrellas.
Khalil, Mabkhout y Omar: tres nombres propios
Ahmed Khalil se mostró al mundo en la primera jornada. Dos goles suyos dieron la victoria a Emiratos por 1-2 en Japón. Pero precisamente en aquel encuentro llegó una lesión en el gemelo que ha arrastrado toda la temporada. No ha brillado ni con Al Ahli ni con la selección tras aquel encuentro. Y la ausencia de su fortaleza y calidad en el balón parado se ha notado en el combinado emiratí.
Tener arriba un jugador que lleva 26 goles en 20 jornadas ligueras asegura goles. Nada más lejos de la realidad. Ali Ahmed Mabkhout ha sido una sombra del gigante que es en la Arabian Gulf League. Con Al Jazira sus goles han sido clave. En esta tercera ronda mundialista solo suma dos. Los dos en la sufrida victoria por 3-1 ante Tailandia. Y ni se ha acercado al killer que es en el conjunto de Henk ten Cate.
Pero por encima de todos sobresale la figura de Omar Abdulrahman. El jugador asiático del 2016. El perfil más mediático del fútbol árabe. El icono del fútbol asiático ante el mundo. Una calidad indudable inversamente proporcional a su impacto en esta clasificación. Nunca fue determinante. Nunca fue decisivo. En resumen, nunca ha sido el motor que se espera de él. Y cuando todo el entramado ofensivo de un plantel gira en torno a una figura el rendimiento de ese engranaje es vital.
En la sombra, pero ahora protagonista también, figura Mahdi Ali. Un seleccionador cuyas soluciones ante las dificultades no han sido las idóneas. Un entrenador que no ha podido adecuar su equipo a las necesidades y que, ahora se demuestra, tampoco ha tenido la confianza plena del vestuario. Lo más probable es que Ali deje de ser seleccionador emiratí en los próximos días. El jugador que se perdió por lesión el Mundial de Italia 90 tampoco lo logra como entrenador.