“Pueden batallar por la Premier League”, dijo Thomas Frank al acabar el envite de su equipo frente al Arsenal. Esta es una sensación que comparten todos los aficionados a la Premier League. Y ahí precisamente es donde pueden empezar los problemas: cuando los propios jugadores se añadan una presión que nadie querría tener. Los gunners, además, se han granjeado la leyenda de perdedores. Ya hemos visto caer demasiadas veces a los del Emirates en el momento menos adecuado. Cuando muchos dábamos por hecho que tenían el triunfo. Aunque, claro está, estos futbolistas no tienen la culpa de lo que haya ocurrido en los últimos lustros. Especialmente los recién llegados, que han aterrizado con la sonrisa de pillines y desprovistos de cualquier trauma.
Arteta ya trabaja con ello. Jugó para Arsène Wenger, que era el gestor de aquel Arsenal que jugaba muchas veces de maravilla. Y que también, muchas veces por la bisoñez de sus futbolistas, no aguantaba la presión. Se han hecho muy virales algunas de las charlas del español en el documental del equipo. Ha llegado a sacar una bombilla y ha reconocido que se escribe guiones antes de los partidos. Unos le consideran un fraude y otros un genio. En lo que más importa, en la clasificación, su equipo manda después de 7 jornadas.
Su pasado con Pep Guardiola le ha llevado a tener preferencia por jugadores que el Manchester City tenía que descartar. No es moco de pavo: un futbolista que no quieren los del Etihad es un regalo para la gran mayoría de cuadros europeos. Asimismo, como el catalán, su querencia por el juego de posición ha levantado el ánimo de una afición que ha estado mucho tiempo amodorrada con la mediocridad de los últimos resultados.
Y si hablábamos de su preferencia por jugar el cuero, también es importante destacar la versatilidad de Arteta. Sí, el aterrizaje de jugadores de la talla de Gabriel Jesus, que probablemente estaría en el Real Madrid si a Vinicius le hubiera llegado el pasaporte un poco antes, hace más fácil el trabajo del entrenador, pero cada partido de los londinenses es un aprendizaje constante. Se habló mucho del 2-3-5, esa pirámide invertida que tan bien nos explicó Jonathan Wilson en su libro, aunque esa no ha sido la única idea del cuerpo técnico. Dependiendo del contexto, el Arsenal ha jugado de una manera o de otra, normalmente mutando algún detalle pequeño para batir a sus rivales. Desde la altura de Odegaard hasta la profundidad que puede dar Ben White. Así se ilusiona a toda una parroquia. Ganar la liga es más complejo, pero ahí están.
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