Tal vez fue su instinto emprendedor lo que le decidió a abandonar su país para irse a vivir a una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, aunque para él se tratase de una cuestión puramente empírica. Tenía 19 años y Amsterdam le esperaba. «Si quería convertirme en un ‘futbolista europeo’, como dicen en Brasil –explicaba a la revista FourFourTwo en diciembre del año pasado-, era muy importante llegar pronto». Corría el verano de 2004. Daddy Yankee arrasaba con Lo que pasó, pasó y Gasolina, el Oporto de Mourinho acababa de proclamarse rey de Europa y Filipe Kasmirski, como le llamaban allí –quizá en otro intento de suavizar su adaptación a la cultura europea-, aterrizaba en el Amsterdam ArenA tras brillar en el último Esperanzas de Toulon.
Por entonces, el director deportivo del Ajax, un tal Louis Van Gaal, seguía la pista a un extremo derecho que participaba en el torneo. Curiosamente, el destino quiso que el ahora manager del Manchester United se acabara encaprichando del tipo que había marcado a su pretendido durante un encuentro, un lateral izquierdo que acariciaba la pelota con los pies de un diez. No en vano, Filipe Kasmirski había sido mediapunta toda su vida y conocía el desdeñado oficio de lateral desde hacía relativamente poco; su metamorfosis se fraguó en Figueirense. «Yo empecé como playmaker. Con 17 años el entrenador me pidió que jugara ahí porque no tenía ningún lateral izquierdo disponible y desde entonces no he abandonado esa posición», recordaba.
Van Gaal se había topado, por casualidad, con el recambio idóneo para un Maxwell que pronto abandonaría el nido, y no iba a dejar pasar la oportunidad de ficharlo. Le ofreció un contrato en prácticas: un año cedido y, si cumplía expectativas, el puesto era suyo.
Van Gaal, Koeman y un joven brasileño conocido como Filipe Kasmirski | Ajax.nl
Filipe Kasmirski no tenía pinta de brasileño. Su cabello era rubio y su tez blanca como la arena de las playas de Santa Catarina. En algún momento de la presentación iba a tener que explicar lo de su apellido paterno. «Mis antepasados son polacos pero yo nunca he estado en Polonia», bromeaba con los periodistas sin llegar a desvelar del todo su origen, pues por sus venas no solo corre sangre brasileña y polaca: también italiana y austriaca. Un contexto familiar lo suficientemente cosmopolita como para que su aclimatación al modus vivendi del viejo continente no le quitara el sueño a nadie en el club. Excepto a Van Gaal, por supuesto, que lanzó el aviso en el minuto uno: «Debe adaptarse a la cultura del Ajax y a la cultura holandesa».
Kasmirski se alojó en casa de una familia holandesa, como si de un estudiante de intercambio se tratara, con la idea de aprender el idioma lo más rápido posible. Sin embargo, como él prefería vivir por su cuenta, igual que en Brasil, a los pocos días se mudó a un apartamento que le había facilitado el Ajax. No tardó demasiado en abastecer su nuevo hogar de productos de su país: comida brasileña, televisión por cable brasileña… todo con label brasileño. «Ese fue mi mayor error», confesaba a FFT. Aquel año corrió en blanco para el Ajax de los Sneijder, Van der Vaart, Nigel de Jong, Pienaar y compañia –campeón de la Eredivisie la temporada anterior- y Filipe Kasmirski apenas pudo disputar algunos partidos con el segundo equipo.
Las cosas no acabaron precisamente bien para casi nadie en el ArenA. Van Gaal renunció a su cargo a las pocas semanas de ser contratado como consecuencia de la insostenible relación (laboral y personal) que mantenía con el entrenador Ronald Koeman, Koeman dimitió en febrero tras caer en dieciseisavos de la Copa de la UEFA contra el Auxerre y Filipe Kasmirski se rompió el brazo a falta de dos meses para el final de liga. Kasmirski tuvo que volverse a Sudamérica ese mismo verano, donde fichó por Rentistas, y de ahí se fue cedido al Real Madrid Castilla (el resto de la historia la conocemos todos).
Filipe Kasmirski, como se le había conocido en Europa hasta ese momento, dejó entonces de ser Filipe Kasmirski para ser, por fin, Filipe Luís a secas.