Desde su irrupción en el PSV Eindhoven, en un ya lejano 2002, Arjen Robben mostró su gran talento. Apenas dos años en la Eredivisie le bastaron para unirse a uno de los proyectos más excitantes de Europa cuando fichó con el Chelsea de Jose Mourinho en 2004.
Solo llegar a Londres significó un par de lesiones importantes para Robben, que a pesar de dejar un gran rendimiento apenas jugó 27 partidos en la temporada. Las dos siguientes campañas con el Chelsea fueron menos accidentadas, llegando a jugar 40 y 37 partidos, respectivamente, saliendo rumbo al Real Madrid en gran parte gracias a la mala relación ‘Mou’. Su paso por Stamford Bridge lo cerró con 18 goles en 104 partidos.
En su paso por Madrid nunca encontró estabilidad, a pesar de dejar buenos momentos, especialmente en su primera temporada. Robben solo jugó 28 partidos en su primera temporada en Madrid y aunque llegó a aparecer en 37 en el segundo año, su protagonismo se fue desvaneciendo y cuando Florentino Pérez llegó con su segunda oleada de “Galácticos”, se le mostró la puerta de salida. En el Santiago Bernabéu jugó 65 partidos y marcó 13 goles.
Su llegada a Munich no generó tantas expectativas, era sospechoso por su forma física y su reciente rendimiento, pero encontró su lugar en el mundo. Con Franck Ribéry creó la famosa sociedad “Robbery”, que guió a varios títulos al Bayern.
Su primera temporada en Munich fue la mejor en términos estadísticos, anotando 23 goles en 37 partidos. Hasta la temporada 2015/2016, en la que marcó 7 tantos, su aportación nunca bajó de los 13 goles por temporada e incluso en la 2013/2014 llegó a disputar una marca persona de 45 partidos.
Mientras en su paso por Chelsea y Real Madrid su media no pasaba de 0,2 goles por partido, en el Bayern Robben promedia 0,52 tantos por encuentro y ha jugado más del 40% de los partidos de su carrera. Cuando todo apuntaba a un jugador que se perdería entre las lesiones y su individualismo encontró el norte al sur de Alemania.