El Rayo tuvo un flechazo. Hace justo poco más de un año, en San Valentín, anunciaba la llegada de Iñigo Pérez como entrenador del primer equipo. El joven técnico, tras la salida de Francisco Rodríguez, se puso a los mandos de un banquillo que ya conocía por los pasos que dio al lado de Andoni Iraola. Agarró al conjunto decimocuarto y, aunque no concluyó en un mejor resultado, logró la salvación. Coger equipos a mitad de temporada es todo un reto; plantillas ya confeccionadas, contextos desfavorables. Hacerlo tras la alargada sombra de Iraola todavía lo hacía mayor.
En su primera etapa de inicio, el Rayo de Iñigo Pérez está siendo toda una revelación. Un proyecto que, por cierto, ha invertido la cifra de cero euros en fichajes en la presente campaña, con incorporaciones libres o en forma de cesión. Algo que realza el gran mérito del trabajo mayúsculo de su entrenador.
Iñigo es personalidad, un técnico que ha demostrado no casarse con nadie. Humilde, agradecido y con un gran respeto hacia el rival. Con la idea del colectivo muy definida, ha dotado a su equipo de valentía, con un estilo de juego vertical, que encuentra gasolina en sus laterales, atiza con electricidad y no negocia incomodar y presionar al rival. Batalla, Jorge de Frutos, Ratiu, Isi, Álvaro García y compañía. No existe el miedo ni la apatía en Vallecas. Causalidad.
Bajo su libreto, el Rayo acumula su mejor racha en Primera con nueve partidos consecutivos invicto y se ubica en la sexta plaza, con perfume europeo. Dicen que la experiencia es un grado, toda una certeza. También que la juventud es un divino tesoro. A sus 37 años, dirigirá esta noche su partido número 44 para enfrentarse al Barça de Flick, que tiene la oportunidad de recuperar el liderato. Un lunes menos lunes para la parroquia culé. Una nueva oportunidad para que el barrio madrileño siga soñando con los ojos abiertos. Con Iñigo, el ‘EuroRayo’ ha empezado a sonar con fuerza. Nada sería más bonito para Vallecas que lograrlo en la temporada de su centenario.