La vara de medir era Barcelona 1992, los Juegos Olímpicos considerados hasta ahora como el ejemplo del desarrollo urbano que puede impulsar un evento deportivo global. Río 2016, en cambio, corre el riesgo de pasar a la historia como la sede de las promesas incumplidas en cuanto a su legado olímpico, debido a la crisis económica brasileña, pero también a la corrupción.
Éste es el estado actual de algunas de las instalaciones y obras de infraestructura cariocas.
PARQUE OLÍMPICO DE BARRA DE TIJUCA: El área con las principales arenas deportivas de los Juegos debe albergar escuelas públicas, centros de alto rendimiento y eventos culturales. Un año después, el Parque sólo abre los fines de semana, aunque el Comité Organizador asegura que en breve lo hará a tiempo completo.
El portavoz de Río 2016, Mario Andrada, rechaza las críticas por el estado de abandono del Parque en los últimos meses. «Londres (sede de 2012) tardó dos años en reabrir», dijo a la agencia dpa.
El Parque tiene hoy más zonas verdes y en algunos estadios ya se celebran eventos puntuales como competencias de jiu-jitsu, aunque están lejos de llenarse. «Por día vienen quizá 1.000 personas», explicó a dpa el jefe de Policía del Parque, Alexandre Guterres. En septiembre se celebrará ahí el festival musical Rock in Rio.
Otras instalaciones, como la piscina donde el estadounidense Michael Phelps ganó el histórico oro número 23 de su palmarés olímpico, ya está desmontada y ha sido trasladada a un centro de entrenamiento a Manaos, en la Amazonía. El Parque empieza a funcionar, pero aún es temprano para decir si el legado será el prometido.
VILLA DE LOS ATLETAS: Los 31 edificios donde vivieron unos 10.000 deportistas durante el torneo parecen ser en este momento un fiasco inmobiliario. La urbanización levantada por el empresario Carlos Carvalho estuvo siempre bajo sospechas de corrupción, entre otras acusaciones, porque Carvalho se benefició supuestamente de cambios irregulares de leyes para poder edificar en la zona.
Hoy, la urbanización «Ilha Pura» no termina despegar con su oferta de apartamentos de lujo. Hasta febrero, sólo se habían vendido poco más de 600 de las 3.000 propiedades. La empresa inmobiliaria Carvalho Hoesken no respondió a un pedido de nuevas cifras.
PARQUE DE DEODORO: Las instalaciones eran parte del legado que debían servir a algunos de los barrios más desfavorecidos en las zonas norte y oeste de Río. El lugar donde se celebraron las competiciones de BMX, tiro y equitación, entre otras, abrió inicialmente sus puertas al público, pero volvió a cerrar hace unos meses.
Construido en los años previos a Río 2016, el Parque es oficialmente propiedad de las Fuerzas Armadas. Andrada asegura que reabrirá pronto, aunque no se conoce una fecha. «Estaba parado por burocracia militar», asegura el portavoz.
BAHÍA DE GUANABARA Y LAS LAGUNAS DE RÍO: El caso de la Bahía de Guanabara y los lagos a los que fluyen a diario aguas servidas es la mayor promesa incumplida de los Juegos brasileños. La bahía está contaminada desde hace décadas por el crecimiento desordenado de la metrópoli, que alberga a unos 6,5 millones de habitantes en su zona urbana. Al ganar la elección como sede olímpica en 2009, Brasil se comprometió a limpiar sus aguas hasta en un 80 por ciento.
«Desde el punto de vista ambiental, el proyecto de recuperación de la bahía se paró por la falta de recursos», explicó a dpa el biólogo y activista Mario Moscatelli, que trabaja desde hace años en la región. En la Laguna de Jacarepaguá, vecina al Parque Olímpico de Barra, «no se hizo prácticamente nada de lo prometido», dice. Moscatelli denuncia desde hace años la situación de los lagos, cargados de residuos fecales y basura. En las lagunas, dice con amargura, se siente «el olor del legado olímpico». Una oportunidad única en décadas para Río, perdida.
LÍNEA 4 DEL METRO: La línea de siete estaciones, construida para los Juegos, une la acomodada zona sur carioca, los barrios de Ipanema y Leblon, con Barra da Tijuca. Las obras, sin embargo, están bajo sospechas de corrupción. La Policía detuvo en marzo a un subsecretario de Turismo de Río, Luis Carlos Velloso, y al director de la Compañía de Transportes sobre Rieles, Heitor Lopes de Sousa Junior, por cargos de que cobraron sobornos en la concesión de las obras.
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