De la última semana del Fútbol Club Barcelona solo me ha gustado una cosa, los resultados. Y diría que es lo más importante, pero en este caso es probable que sea más lo que se ha perdido que los seis puntos míseros que el Barça ha repartido entre sus casilleros de Liga y Champions.
Preocupa la falta de ideas del equipo, incapaz de hilvanar juego con fluidez ante Bayer Leverkursen y Las Palmas. Si bien se podía esperar eso del partido frente a los alemanes, potentes en la presión, rápidos e incómodos, resulta absolutamente imperdonable ante el conjunto canario, un combinado que apenas propuso juego y que no pasó del clásico cerrojazo en el Camp Nou con dos líneas bien pobladas y cercanas a su portero. El equipo crea ocasiones, eso es innegable, y diría que inevitable hablando de los jugadores que hablamos, pero se sigue jugando demasiado largo, sin ayudas defensivas de los atacantes y convirtiendo cada partido de un vaivén del que, mientras continúe la sequía goleadora, no podemos estar seguros de salir victoriosos.
También solivianta, por decirlo suavemente, la actitud de cierto sector del Camp Nou. Pitando al equipo mientras el Bayer ganaba, se desgañitaron a corear el nombre de los jugadores y el entrenador a la que el Barça consiguió dar la vuelta a la tortilla con más fortuna que otra cosa. La reprimenda de Luis Enrique al “soberano” fue valiente y más que merecida, especialmente cuando parte de los pitos se cebaron con el portero que hace seis meses levantó la Copa de Europa con nuestro escudo en el pecho y que, para más datos, en esta ocasión no tuvo ninguna responsabilidad en el tanto encajado. Para ello, mejor buscar a Mathieu, que ya ni tan siquiera cumple en su supuesto fuerte, defender el juego aéreo.
Pero lo peor sin duda es que se ha perdido a dos jugadores clave, probablemente los que más en forma estaban en este inicio de temporada, Leo Messi y Andrés Iniesta. Este año el otoño será más bajonero que nunca, no solo por la ausencia de los dos magos de la Masia sino por la presencia de la fotografía de un Barça no muy lejano, desprovisto del talento de sus locos bajitos que le llevaron a dominar Europa. Este otoño servirá para poner a todos en su lugar y evaluar en un contexto normal qué puede aportar a este equipo cada una de las figuras que lo compone. Sin Messi, sin un jugador que es mejor que todos los demás juntos, tocará ver quien es quien en este club, y qué podrá aportar en un futuro postapocalítico en el que Messi ya no esté.
Y es que hace tiempo que me ronda por la cabeza la idea de que cuando Messi lo deje yo también lo dejaré, y me consta que no soy el único que piensa de esta forma. Siempre he creído que solo era una idea envalentonada, que en realidad no seré capaz de desengancharme del fútbol tan fácilmente cuando el 10 decida colgar la zamarreta, pero estos partidos sin él me hacen darme cuenta de que sí, de que la ilusión cuando falta Messi no es la misma, y que es probable que si tuvieses una buena excusa dejarías de ver el partido en ese mismo momento. El único interés de animar al Barça a ganar el partido es que no estropeen mucho el cuadro hasta que el artista vuelva del servicio. Y es que resulta grotesco ver que donde antes recibía Messi ahora recibe Munir. Incluso si recibe Neymar, o Luis Suárez, la comparación simplemente resulta irrisoria. No, nos hemos acostumbrado a ver jugar a Messi, a que la reciba él y haga lo que todos querríamos hacer y no podemos. A que vea el pase que tú ves por la tele, a que haga el regate qué harías en la consola y a que la ajuste al palo como el que simplemente deposita una pelota en una red. Son diez años viéndole jugar a él cada tres días, haciéndolo siempre todo bien, todo perfecto, empequeñeciendo a los excelentes jugadores que le han acompañado. Probablemente queden cinco más, ojalá que diez, pero después se acabó. El fútbol sin Messi será frío y mediocre. Comprendo que los seguidores de otros equipos sigan adelante, pero compréndanme a mí. Para entonces, si Dios quiere, llevaré casi veinte años viéndole rozar la perfección cada tres días. Volver a Overmars y Petit será imposible.