El cruce entre el PSG y el Inter de Miami en los octavos de final del Mundial de Clubes prometía ser una cita histórica: Messi, Suárez, Busquets y Jordi Alba frente al vigente campeón de Europa, con Luis Enrique en el banquillo rival y Ousmane Dembélé regresando tras lesión. Pero la épica no apareció en el Mercedes-Benz Stadium de Atlanta. Lo que se vivió fue un baño de realidad para el fútbol estadounidense y una exhibición de jerarquía europea.
El PSG no tuvo piedad y resolvió el partido en apenas 45 minutos. João Neves, con un doblete, abrió la brecha; un desafortunado autogol de Tomás Avilés y un tanto de Achraf Hakimi justo antes del descanso sentenciaron el 4-0 que sería definitivo. El marcador, contundente, fue el fiel reflejo de la diferencia de ritmo, físico y calidad entre ambos equipos. El Inter de Miami, que llegaba con la ilusión de hacer historia, se vio superado en todas las líneas y apenas pudo inquietar a Donnarumma, más allá de algunos destellos de luz de Leo Messi.
El segundo tiempo fue un trámite. Luis Enrique aprovechó para dar descanso a sus titulares y Dembélé volvió a pisar el césped tras su lesión, mientras que Mascherano, desde el banquillo de Miami, buscaba soluciones imposibles. El PSG avanzó a cuartos sin despeinarse. El choque dejó claro que la MLS aún está lejos de la élite europea, pese a la constelación de exblaugranas en el once rosa.