Raúl, al que siempre puse de ejemplo como el futbolista que me hubiese gustado ser y de cómo debería comportarse alguien que se pone la camiseta del Real Madrid, tuvo un serio rival en mis preferencias durante mi infancia: Pedja Mijatovic. Un montenegrino, entonces yugoslavo, que llegó en el verano revolucionario del 96, junto a Suker, Roberto Carlos, Seedorf y Bodo Illgner con Fabio Capello en el banquillo. El Madrid de los Galácticos tuvo sus teloneros en el Madrid de los Ferraris.
Ese equipo ganó la Liga por delante del Barça del mejor Ronaldo que se vio jamás. El brasileño dejó para el recuerdo el gol al Compostela como símbolo del delantero superlativo que fue antes de las lesiones de rodilla; después se quedó en sobresaliente. El título estuvo a punto de saltar por los aires a finales de abril, cuando con el Madrid líder, Capello anunció que no seguiría en el club la temporada siguiente. Lorenzo Sanz, entonces presidente, estuvo a punto de destituir al italiano, al que acusó de negociar con el Barça, aunque finalmente volvió a su Milan.
El club blanco volvió a mirar por segunda vez hacia Tenerife en busca de un entrenador que le devolviera la suerte que le quitó la isla en las dos Ligas perdidas a principios de la década. El alemán Jupp Heynckes cambió Tenerife por Madrid siguiendo los pasos de Valdano tres años antes. Heynckes tenía fama de sargento de hierro, pero aquel equipo de estrellas escapó a su control. Después de las férreas ataduras de Capello, los jugadores se liberaron en exceso. La temporada arrancó con el título de la Supercopa de España, pero la Liga comenzó a truncarse demasiado pronto. El Madrid acabó cuarto (entonces sólo los dos primeros iban a la siguiente Champions League) a 11 puntos del campeón, el Barça.
En la Champions, el Madrid cambiaba por completo. La primera fase era una liguilla de 6 grupos, con 4 equipos en cada uno. Pasaban a cuartos los campeones de grupo y los dos mejores segundos. El Madrid sólo perdió un partido, en casa del Rosenborg, cuando ir a Noruega a finales de noviembre era pero que ir a Siberia. En cuartos, el Madrid eliminó al Bayer Leverkusen. Christian Karembeu, que marcó cuatro goles en sus tres temporadas con el Real Madrid, hizo uno en cada partido contra el Leverkusen. El tercero lo marcó en semifinales al Borussia Dortmund en el mítico y lamentable episodio de la portería caída. Antes, Morientes, que le había quitado el puesto a Suker tras llegar procedente del Zaragoza, había encarrilado el pase a la final.
Así viajamos hasta el 20 de mayo del 98. Real Madrid-Juve, con los italianos disputando su tercera final consecutiva (ganaron la del 96 al Ajax y perdieron la del 97 contra el Dortmund). El favoritismo era altamente bianconero. Para demostrarlo: el Madrid no llevó champán ni reservó en ningún sitio para cenar. Los blancos acabaron bebiendo el champán con el escudo de la Juve en las botellas.
Los primeros minutos de la final fueron un asedio juventino, hasta que Karembeu se encargó de tapar a Zidane. Así se equilibró un poco el partido hasta el minuto 66. Entonces, un balón con el sello de Roberto Carlos, como quien tira a los bolos para provocar un efecto dominó, rebotó en un defensa y quedó a los pies de Pedja Mijatovic. El ‘8’ paró el tiempo, regateó a Peruzzi y marcó el gol más importante en la historia del Real Madrid. La sentencia puede parecer exagerada, pero puso fin a 32 años de sequía en la máxima competición, devolvió al Real Madrid a lo más alto y abrió un ciclo de tres Champions en cinco años. Si la FIFA nombró al Madrid mejor club del siglo XX no fue sólo por las 6 primeras Copas de Europa, sino que las que cerraron el siglo fueron las decisivas para desempatar con otros candidatos y rivales.
Las buenas historias son las que tienen un sólo héroe, por eso acaban 1-0. La final de Ámsterdam tendrá para siempre grabada la imagen de Pedja corriendo hacia el banquillo para dedicarle el gol Fernando Sanz, que en la comida le confesó un presentimiento: Mijatovic marcaría el gol de la victoria. No era una apuesta fácil, porque Pedja no había marcado ni un sólo tanto en esa edición de la Liga de Campeones. Además, tiempo después, desveló que jugó lesionado en un gemelo. En el entrenamiento previo no quiso forzar por miedo a romperse y cuando Heynckes le pidió que lanzara penaltis junto a algunos de sus compañeros, el montenegrino contestó: «No hará falta penaltis, vamos a ganar».
El Madrid recuperó el trono de Europa 32 años después gracias al gol de Pedja, que a los niños como yo nos descubrió por primera vez la emoción de llorar por una victoria.
1987, Pinto (Madrid). Periodista deportivo. Un año en Marca y seis en La Sexta Deportes. Fútbol y ciclismo.
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