Álex Baena ha rechazado el dinero de Arabia para seguir defendiendo la camiseta del Villarreal. La liga saudí, concretamente el Al-Ahli, estaba dispuesta a pagar su cláusula de rescisión, valorada en 55 millones de euros; además, ofreciendo 15 ‘kilos’ por temporada al jugador. Unas cifras que asustan, pero que el canterano groguet ha regateado como hace en el campo, con clase y corazón. Sin embargo, este episodio no niega una realidad cada vez más latente en el fútbol, la del dinero por encima del sentimiento.
El panorama futbolístico está cambiando, aunque, ¿para qué nos vamos a engañar? Esta frase se lleva repitiendo décadas. Esta vez me atrevería a decir que sí, que el deporte más seguido del mundo está entrando en otra dimensión. No, no tiene nada que ver con nuevas normas; se sigue jugando con dos porterías y consiste en lo mismo, dar patadas a un balón para intentar marcar más goles que tu rival. Sigue moviendo a millones de personas a diario y llenando estadios. Entonces, ¿qué es lo que está cambiando? Su esencia, aquello por lo que un día decidimos pasarnos hora y media (como mínimo) cada fin de semana viendo a nuestro equipo.
Las decisiones que se toman en los organismos que rigen este deporte hablan por sí solas. Competiciones nacionales disputadas a miles de kilómetros de las aficiones, calendarios inundados de partidos, horarios que carecen de lógica con el simple objetivo de sacarle más rédito a los derechos televisivos. Un negocio que tiene a los jugadores como protagonistas y una masa social ninguneada de manera progresiva; ambos actores tienen cada vez menos control frente al poderoso caballero, don Dinero. Los clubes y competiciones, como empresas, no tienen más remedio que dejarse arrastrar, por el bien de algunos y el perjuicio de muchos.
Pero, ¿qué deben hacer los jugadores? El caso de Álex Baena se contrapone con el de Gabri Veiga, por ejemplo, que la temporada pasada se marchó a Arabia con 21 años y siendo la gran sensación y nuevo ídolo del Celta de Vigo. Ayer, se confirmó la salida de Unai Hernández, capitán y máximo goleador del filial del Barça, al Al-Ittihad. Lo que algunos llaman amenaza, está demostrado que para muchos jóvenes es una oportunidad.
No vendamos relatos de moralidad. El dinero no lo compra todo, ni garantiza la felicidad; pero, en el mundo que vivimos, ¿quién está para rechazar nada? Jugar uno, dos o tres años en Arabia soluciona la vida, no sólo del jugador, también de su familia y próximas generaciones. Que jugadores abandonen su club natal en el inicio de sus carreras es la consecuencia sobre un fútbol que cada vez ignora más el sentimiento. Poco queda de romanticismo en un mundo en el que marcar un gol se celebra pensando en los millones que puede llegar a generar.