Alejandro CENTELLAS – Con el fin de las resacas por las selecciones y con el virus FIFA inoculado principalmente en las arterias blancas, con Khedira y Carvajal apartados por lesión, el derbi fue el examen de recuperación en septiembre para Madrid y Atleti. Ambos con dudas, sobre todo el Real Madrid y su enajenación mental transitoria en San Sebastián, y con la sensación de que el engranaje todavía tiene que empezar a funcionar correctamente. Algunas piezas, como Cristiano y Arda Turan, se han fortalecido con los días de descanso. No cualquier pieza, sino la partícula de Higgs que da sentido a toda la materia que tiene a su alrededor; Cristiano por su omnipresencia y Arda Turan por su veloz lentitud que dinamiza el juego del equipo en ataque.
Los días y las selecciones pasaron, pero algunas asignaturas del examen de septiembre no han sido superadas. El Real Madrid, en el minuto 11, encajó un gol a balón parado; virtud atlética y desesperación blanca. Remató Tiago en el área pequeña, al lado de Iker, que prefirió no quitarse (o mandar quitar) a todo futbolista que dificultase su maniobra y que le valió para arrancar los pitos de una gran parte de la afición. Cuando has perdido la autoridad, hasta tus apoyos se vuelven en contra. El gol: estilo Atleti; la sensación: que Casillas debió asegurarse de tener limpia la zona. Por ahí también fracasó Ancelotti, con un enfado visible, sabiendo que el Atleti sin balón parado es muchísimo menos Atleti.
A partir de ahí se fue construyendo el partido del Real Madrid, que fue progresivamente adueñándose del partido hasta tenerlo a su merced, sin riesgo de una ofensiva rival. Cristiano recordó al de las grandes citas y dinamitó la defensa. En una internada, provocó el penalti cometido por Siqueira. Fue una de las muchas que ganó al lateral rojiblanco, que sufrió lo indecible con la velocidad del portugués. El empate propulsó el ánimo del Madrid, que acumuló hombres en ataque y combinó con criterio, justo cuando el Atleti empezó a perder las fuerzas. Bale lanzó una falta peligrosa que detuvo un impecable Moyá y el peligro era el invitado de lujo en el área del Atleti.
Con el inicio de la segunda parte, la historia y las sensaciones daban como favorito al Madrid. Cuántas veces se ha dejado en la recámara la bala de la segunda parte, cuando el físico merma y la calidad es el elemento imprescindible para salir airoso. Pero igual que el Atleti ha cambiado la historia de los derbis, que ya nunca serán lo que fueron, lo que favorece al espectáculo, ha cambiado la moral del equipo blanco. Así, no hubo arreones heroicos. De los primeros minutos de sopor, se pasó al carrusel de cambios. Arda Turan y Griezmann entraron por el Atleti; Chicharito, Isco y Varane en el Real Madrid. Los primeros fueron bendiciones celestiales, los segundos parches inefectivos. De Arda Turan llegó el segundo del Atleti, después de un amago exquisito de Raúl García. El disparo fue inconmensurable y la estirada de Iker inútil, pero añadió madera al fuego. Ya saben: cuando las cosas van mal, siempre pueden ir a peor.
A partir de ese momento, el reloj de arena fue una losa para el Real Madrid. Tocaba remontar un partido, con las piernas fundidas de principio de temporada y con un rival edificado con una fortaleza ejemplar, donde el agua no encuentra huecos para penetrar. Lo intentaron James, Cristiano e Isco, y Chicharito estuvo allí por si caía algo. Pero todo fue infructuoso porque 15 minutos son segundos cuando la desesperación hace mella. Y el Atleti, a base de una disciplina férrea y con fogonazos de líder, desespera al más paciente. El Madrid vuelve a suspender en septiembre, y está ya a 6 puntos del Barça, mientras que el Atleti tiene esperanzas en el nuevo curso que empieza. A pesar de todo, pocas cosas han cambiado al otro lado del Manzanares.
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