Diego Armando Maradona se propuso una gran última cita en el Mundial de 1994 para sus hijas Giannina y Dalma. Trabajó en La Pampa recordando sus humildes orígenes en Villa Fiorito, resurgió y volvió a tocar fondo para siempre en su gran cita. El positivo por efedrina tras el partido ante Nigeria pinchó su burbuja
Tras un positivo en cocaína, una vuelta al fútbol de la mano del Sevilla con salida turbia y unos meses sin practicar deporte al máximo nivel, Diego Armando Maradona se propuso brindar un último regalo futbolístico a sus hijas Giannina y Dalma: el Mundial de Estados Unidos 94. Las niñas, que de cara al Mundial tendrían 5 y 7 años respectivamente, fueron durante muchos años un motivo de peso para el Diez.
Tras regresar al fútbol argentino sin gran repercusión deportiva y alguna que otra polémica extradeportiva, Maradona logró convencer a una persona clave en su carrera: Fernando Signorini, preparador físico que acompañó al Pelusa durante más de diez años, en Europa y Sudamérica, durante sus cuatro Mundiales. La confianza en Signorini era tal que Maradona se puso en sus manos para recuperarse de cara al Mundial de Estados Unidos. Y a Signorini le costó convencerse de que Maradona tenía alguna lucha mundialista más a la que hacer frente, pero preparó al Diego para su última gran cita.
Una lucha física y mental contra la adicción
Maradona propuso ceder a Fernando Signorini la elección del lugar de preparación, y éste eligió ‘El Marito’, un campo cercano a Santa Rosa, en la provincia de La Pampa. “¿A dónde me trajeron, hijos de puta?”, fue la primera reacción de Maradona, acompañado de Don Diego -su padre- y el preparador físico que le ha acompañado durante los momentos clave de su carrera. Con el ambiente de ‘El Marito’, en el campo, sin lujos ni comodidades y evitando la droga, Fernando Signorini trató de evocar a Villa Fiorito, donde se crió aquel Cebollita: “Yo quería que Diego volviera a las fuentes”.
En los días de estancia en La Pampa en abril de 1994, el Diez se acercó a su objetivo: quería liderar a la Argentina mundialista y resarcirse del subcampeonato de 1990. También plantarle cara a la FIFA. En el año que Maradona iba a cumplir 34, Diego consiguió bajar kilos y estar en forma a base de dobles sesiones, entrenamientos físicos y con balón con Signorini, boxeo con Miguel Ángel Campanino y natación para relajarse. También pasó por la cinta y, sobre todo, por el monte. Para mantener su mente ocupada jugaban a las cartas y recordaban “sus luchas” en Villa Fiorito.
Lo que más trabajo costó al barrilete cósmico no fue lo físico, sino lo mental. “Para llegar otra vez a donde quieres llegar tienes que salir de Fiorito, tienes que salir bien de abajo”, le repetía Signorini. Fue el resurgir de Diego Armando luchando contra su adicción, una cruda realidad que arrastraba desde sus primeros años en Europa. “Yo creía que el camino iba a ser mucho más difícil. Él decidió dejar la cocaína en Buenos Aires y llegar a sufrir y padecer todo lo que se sufre y se padece ante la presencia del síndrome de abstinencia” comentaba Signorini hace unos años en la radio argentina a la vez que trataba la cruda situación personal de Diego Maradona con las drogas al recordar una crisis de abstinencia que los llevó a hacer deporte durante hora y media en la fría noche de los campos de La Pampa.
La última gran cita del Diez: el ocaso de un rey en su burbuja
La preparación en los meses previos al Mundial había dado sus frutos y Maradona recuperó la forma y la potencia para capitanear a Argentina. Dijo que soñaba con que sus hijas Dalma y Giannina le vieran goleando ante Grecia y su sueño se hizo realizad. Brilló a un nivel que pocos podían alcanzar en el 4-0 inaugural. La historia cambió en el segundo partido, contra Nigeria, que nos dejó una de las estampas más recordadas de los Mundiales. Una inocente enfermera, que fue a aquel mundial como voluntaria, recogió del brazo a Maradona tras sortear el antidoping. Tras besar banderas albicelestes y retirarse del verde que le vio a buen nivel, Diego se sometió al test el 25 de junio.
El 1 de julio de 1994 recogían las páginas del periódico el positivo de Diego Armando Maradona por sustancias con efectos estimulantes prohibidos en el reglamento FIFA: efedrina, un estimulante que pueden reducir la sensación de fatiga, aumentar el estado de alerta y ayudar a quemar grasa. Maradona lo achacaba a un antihistamínico porque estaba resfriado. Tras conocer el positivo, desolado y desconsolado por no poder resarcirse y plantar cara a lo que el propio argentino consideraba un trato desfavorable de la FIFA, Maradona pronunció una de sus frases más recordadas: “Me cortaron las piernas”. Aseguró y volvió a asegurar que no se drogó para jugar y que no necesitaba la droga tal y como había entrenado.
Signorini se aseguró de preparar a Maradona sin nada de pastillas para adelgazar, pero el propio Diego formó su propia burbuja ya en el campeonato. Formaba parte, junto a otras figuras como Claudio Caniggia, de la ‘corte de los milagros’ que, obviamente, tenía sus privilegios. Por ejemplo, Diego Maradona tenía su propio médico y dietista que le proporcionó la medicación prohibida. Si bien Signorini intentó apartarle de ese “fallo garrafal” que dijo Diego entre lágrimas, también hizo oídos sordos la Federación Argentina cuando el preparador físico propuso controles sorpresa como medida de prevención.
La corriente cuya cabeza visible lideraba Maradona clamaba por una persecución de la FIFA, bien como revancha de Italia 90 o bien para apartarle del camino de Brasil, pues aquella Argentina era una seria candidata. Cuando Blatter se enteró del positivo instó a la FIFA a reaccionar firmemente: Maradona debía ser expulsado del campeonato (¿Qué hubiera pasado si gana el Mundial y después se conoce el positivo?). Finalmente, la AFA apartó al jugador antes de que la propia FIFA anunciara su decisión. La selección albiceleste se cubrió las espaldas ante una posible descalificación o pérdida de puntos, influenciada también por la anterior sanción de Maradona por cocaína en 1991. Maradona estaba totalmente abatido ante su final en los Mundiales. Ahora ‘su’ torneo le había dado la espalda para siempre. “El fútbol no da más. No quiero verlo ni jugarlo. No veo los partidos del Mundial… me deprimo”, dijo tras conocer el positivo. Se declaró como único culpable de su ocaso en los Mundiales y, prácticamente, en el mundo del fútbol. Tras 15 meses de sanción, un breve paso por Racing y Boca, un nuevo positivo fue el agrio final de un futbolista que, para 1997, no era ni una uña del gran Diego Armando Maradona.
Valencianista, siguiendo el fútbol inglés y escribiendo donde me dejan. También colaboro en Vavel. Proyecto de periodista. [Twitter @JMArcosRuiz7]
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