La cesión de Brahim Díaz al Milan desde el Real Madrid no puede estar resultando más provechosa para las tres partes implicadas. El talento malagueño, aunque no es un indiscutible, está encontrando la carga de minutos y el impacto sobre el juego del que no gozó en Manchester ni en Madrid. El club blanco, por su parte, está viendo como su joven promesa se desarrolla en el más alto nivel y dibuja una proyección y una revalorización más que interesantes. Mientras que el Milan disfruta de su calidad desde la mediapunta o el extremo derecho y se da el lujo de utilizarla no como discurso, sino como parte de su valiosa unidad B. Seguramente, uno de los secretos del enorme estado de forma de los chicos de Stefano Pioli.
Dentro del prácticamente inamovible 4-2-3-1 tan tendente a la transición ofensiva del conjunto lombardo, Brahim parte desde la banda derecha o, sobre todo, actúa como el relevo de Hakan Çalhanoglu en la mediapunta, el lugar del campo al que suelen tender la mayoría de sus acciones con pelota y de sus movimientos sin balón. Su hábitat predilecto, en definitiva.
Y es que el exfutbolista del Manchester City es todo un experto moviéndose entre líneas, activándose en un escalón superior y recibiendo a la espalda de los centrocampistas de un modo casi indetectable para el sistema defensivo rival. Es muy habilidoso, con salida hacia cualquier lado por ser un ambidiestro puro, capaz de esconder el último pase hasta el último instante y tan escurridizo que puede filtrar su cuerpo o la pelota por un mínimo resquicio, convirtiendo en toda una temeridad el hecho de querer meter el pie para robarle la posesión.
Es un distinto, un futbolista muy técnico, que desborda personalidad, con una toma de decisiones sobresaliente y totalmente vertical. En cuanto recibe con el excelente control de balón que alberga cualquiera de sus dos piernas, se activa como un resorte, se gira, encorva la espalda para proteger su posición pese a su escasísima corpulencia, utiliza su bajísimo centro de gravedad para compensar su falta de fortaleza física y de inmediato se enfoca hacia el área.
Una característica esta última que encaja a la perfección con este Milan tan profundo y que, en su caso, combina con una calidad de orfebre que logra imponerse a toda pastilla y también allí donde los espacios se convierten en una trinchera repleta de enemigos, en la zona más difícil en la que recibir pero también en la más peligrosa para el rival. Brahim es puro desequilibrio, apenas necesita acomodar el cuerpo para perfilarse, por eso precisamente donde más daño hace es recibiendo entre líneas en el carril central, donde más “destrozos” pueden generarse.
Su sitio predilecto en el campo está justo en la frontal, en la media luna para ser más exactos. Ahí es un ratón indetectable con un sensor para captar una ruptura amiga antes casi de que su propio compañero lance el desmarque, sabiendo que lo va a hacer y sabiendo en qué milésima exacta va a salir corriendo para lanzarle el balón justo donde lo necesita. Por eso jugar con futbolistas como Ante Rebic, Rafael Leão, Theo Hernandez, que son tan dinámicos y verticales con y sin balón y que se despegan tan sumamente fácil de su defensor cuando arrancan beneficia tanto a las características del malagueño, que tiene una calidad privilegiada para conectar con este tipo de perfiles tan activos y agresivos lanzándose al espacio y a la espalda.
Sin ir más lejos, Brahim es el futbolista de la Serie A que más aumenta la calidad de las ocasiones de su equipo, es decir, es el futbolista que más sube la probabilidad de gol de los remates de su equipo cuando está en el campo respecto a cuando no lo está. El Milan genera 1.67 goles esperados (xG) más cada con él que sin él por cada 90’ de juego y en su caso esa relación es 100% directa debido a su influencia en la fase ofensiva y las zonas de finalización.
Los límites futbolísticos de Brahim, al menos los actuales, tienen más que ver con su fisonomía y con el poderío rematador y la capacidad para marcar goles que todavía están por explotar. Su zancada corta le permite ocupar menos parcela del terreno de juego que sus competidores en la línea de tres cuartos del Milan y también le resulta más complicado ser una pieza importante del repliegue. A pesar de que sí es un futbolista activo y dañino en la presión tras pérdida, le cuesta realizar cerrar la banda en campo propio o realizar ayudas de larga distancia, un motivo más para entender que su sitio sobre el césped está en la mediapunta.
Y esto, en un costado derecho que para Pioli tiene mucho más que ver con el juego por parejas exterior para alcanzar línea de fondo, con dar amplitud al ataque fijando la posición junto a la cal para favorecer la aparición de espacios en los pasillos y con dotar de equilibrio a todo el sistema para compensar el lado fuerte productivo que está en la izquierda con Theo, explica que el belga Alexis Saelemaekers, de un talento bastante inferior, sea el titular en ese costado.
No hay, en este sentido, muchos jóvenes que puedan competir con la capacidad de Brahim para desequilibrar y generar juego al unísono, para aunar alta creatividad y ritmos altos, para mezclar la chispa del regate —con un porcentaje de éxito muy alto, por cierto— con la lucidez para asistir, para conducir y distribuir el balón siempre con agudeza y hacia adelante y combinar todo ello tanto cuando tiene metros para correr como en los espacios más reducidos. Imaginación, dinamismo y aceleración casi automática tras recibir el balón. Y por si no fuese suficiente, durante los últimos partidos también está cayendo mucho al círculo central para ayudar a hacer progresar la acción ante la ausencia de Ismaël Bennacer. Y siempre con mucho sentido y acierto, demostrando que su posición es la de mediapunta auténtico.
La estancia de Brahim Díaz en Milán está siendo un máster futbolístico. Le está permitiendo poder enseñar al mundo el muestrario de joyero de las preciosas y preciadas aptitudes con las que ya venía de casa y también conocer y que se conozca cuál es la manera más adecuada de ocultar sus mucho menos numerosos límites. Le está permitiendo aportar de forma decisiva en un histórico y en todo un aspirante a una de las grandes ligas y también madurar a pasos agigantados y llevar al fin a la práctica con muchísima continuidad su verdadera dimensión, esa que lo etiqueta con absoluta justicia como una de las grandes promesas del fútbol español.
A sus 21 años, aún es un diablillo en formación, pero ya sea en el tiempo que le quede siendo pieza importante del cuadro rossonero, que estaría obviamente encantado de poder retenerlo y quedárselo en propiedad, o de cara a su regreso al Real Madrid, Brahim ya viene acumulando la experiencia previa necesaria y demostrando paulatinamente a sí mismo y a todos los escépticos su alto nivel competitivo y el gran valor diferencial que supone sobre el campo su calidad técnica para convertirse definitivamente y en poco tiempo en el demonio con todas las letras que apunta a ser para todos los sistemas defensivos de la élite del Viejo Continente.
Imagen de cabecera: MIGUEL MEDINA/AFP via Getty Images
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