El enchufe de las Torres Colón es un síntoma de lo que es el Real Madrid. Parece una tontería. Ambos conviven en la misma ciudad, en la capital, y tienen un elemento en común: ambos se han construido desde el tejado, negando ese mantra que porclama que todo edificio tiene que empezar por la base. El conjunto blanco, desde que tengo uso de razón, solo parece funcionar cuando tiene ese punto de trastorno en sus proyectos, ajeno a lo que los cánones futboleros pregonan. Paradigmático es el sinfín de futbolistas que han firmado en la línea de ataque este curso aparte de lo que tiene cedido. Zinedine Zidane, al estilo José Mota, parece que le ha soltado a Florentino Pérez el clásico “tú dame, que yo ya…”
Así el Madrid ha conformado una azotea de mucho nivel, aunque en otros lugares del campo tenga deficiencias evidentes. En la punta de ataque siempre hay una promesa o un futbolista con muchos ceros en su cuenta que tiene que ver el partido desde la grada. Ya no recordamos a Brahim, pero maravilló en su aterrizaje. Qué decir de los dos brasileños con la mayoría de edad recién cumplida, Rodrygo y Vinicius, cuestionando qué hemos hecho con nuestra vida para no ser como ellos. Hay gente que afirma que solo serás viejo cuando el jugador más mayor de tu equipo favorito sea más joven que tú. ¿Y si el padre de Rodrygo tiene 35 años? Golpe bajo.
Es difícil imaginar la relación que ambos deben tener. ¿De qué hablarán? El otro día colgaron una foto en las redes sociales que dejó a mucho madridista contento. Son amigos, espetaba alguno con rotundidad. Entre partida y partida de Fortnite, entre conversaciones de chicas o entre estiramientos; deben haberse preguntado si forjarán una carrera juntos. Uno a cada lado, sirviendo balones al otro. Vinicus Júnior con lo único que le falta para deleitar al coliseo blanco, el gol; y Rodrygo con el mismo ángel toda su carrera. Y con Zidane, al que admirarán por verle en vídeos de Youtube, porque cuando vestía de corto iban a parvulario, contento con ellos.
El francés sigue impresionando en ruedas de prensa. Debe ser irritante el momento flash interview, en el que Ricardo Sierra, como es lógico, le pregunta por qué juega Casemiro un choque intrascendente, sabiendo que debe darle un descanso por el que suspira. “¿Casemiro? Ha jugado y ya está, veremos el próximo partido», le contestó el galo con una risita burlona. Yo ya no sé si el técnico blanco se hace el despistado con su español, como cuentan las malas lenguas de Michael Robinson; eso que desde hace varios lustros habla con acento de Pamplona. Mejor no creerse nada.
Zidane, y eso es lo peor, encandila a la hora de hablar. Sin saber si es por su carrera, o por su perenne sonrisa, parece que puede contestar lo que le apetezca y cómo quiera: “¿Cómo has visto el encuentro? Las nueve menos cuarto.”El día en el que diga o haga cosas que todo el mundo espera, como darle descanso a su 6, quizás pierda ese halo misterioso que le ha perseguido en su trayectoria como técnico. Si Don Draper decía que nos hacía creer en el amor para vender medias, él parece obstinado en hacernos ver que no tiene ni pajolera idea para seguir triunfando. Al estilo de su club. Sin mucho plan, pero con muchas victorias. A lo mejor, debería haber contestado que Casemiro jugó en Brujas porque esto es el Madrid y, por ello, lo normal no tiene en esta cabida en el entorno blanco. Son las cosas de Zidane. Y las del club blanco.
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