Pocos minutos después del pitido final en el estadio Santiago Bernabéu y por ende de que la Juventus se clasificara a su primera final de Champions League en 12 años, Gianluigi Buffon concedió una entrevista aún transpirando adrenalina y a un cierto punto cierra los ojos para poder contestar. La conmoción por la final apenas lograda era tal, que el portero y capitán de la Juventus tenía que cerrar los ojos para poder concentrarse en lo que decía, pero sobre todo para recordar. Nueve años después, Buffon volverá a disputar una final en Berlín.
Posiblemente recordaba Buffon aquella calurosa noche del 9 de julio de 2006, cuando su Italia se consagraba campeona del Mundo por cuarta vez. Lo hacía junto con otros cuatro compañeros en la Juventus –Fabio Cannavaro, Gianluca Zambrotta, Mauro Camoranesi y Alessandro Del Piero– contra la Francia de otros tres compañeros de club –David Trezeguet, Lilian Thuam y Patrick Vieira. De 9 de julio al 9 de septiembre de ese mismo año. La memoria de Buffon posiblemente saltaba de la gloria de ser campeón del Mundo a tener que jugar la Serie B.
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Sí, porque aquel fue el verano en el que la sentencia de Calciopoli que condenó a la Juventus en un año en Serie B y aquel gran equipo se desmoronaba. Zlatan Ibrahimovic y Vieira se fueron al Inter, Cannavaro y Emerson eligieron el Real Madrid, Thuram y Zambrotta prefirieron en FC Barcelona. Sólo cinco de sus grandes jugadores resistieron a la diáspora: Buffon, Del Piero, Camoranesi, Trezeguet y Pavel Nedved.
Vivió Buffon partidos absurdos en aquella Serie B, tan absurdos que en vez de ser pitado por los rivales, en muchos campos le aplaudían como ídolo azzurro, algo que siempre dijo haberle sorprendido de aquella experiencia. Desde el debut en Rimini hasta el ascenso en Arezzo.
Pero la B no fue el punto más bajo de la Juve. Ése llegó en Serie A durante las temporadas 2009-10 y 2010-11: dos años de espanto en las que los bianconeri acabaron séptimos en ambas ocasiones, mientras que en Europa sufrían momentos derrotas humillantes como el 4-1 contra el Fulham en Europa League o aquella blanca noche en Poznan en la que no pudo pasar del 1-1 quedando eliminados ante el modestísimo Lech.
En la 2011-12 empezaba finalmente el inicio de una cabalgada extraordinaria. Tres Scudetti de la mano de Antonio Conte, que sin embargo había quedado en deuda en el panorama europeo luego de no haber podido conquistar la Europa League 2014.
El adiós de Conte el pasado 15 de julio, cuando la Juventus cumplía su segundo día de pretemporada, tomó al mundo entero por sorpresa, pero entonces Buffon dijo: “Perdemos un grandísimo entrenador, pero se quedan jugadores formidables, una sociedad clarividente, competente y sólida”. Tomó el timón Massimiliano Allegri y el vestuario juventino ha demostrado exactamente eso le pedía su capitán, que el equipo tiene un valor tan grande o mayor que el técnico.
Quizás frente a los micrófonos después de lograr la clasificación a Berlín, fueron todos estos momentos que le pasaron por la cabeza en milésimas de segundo. Quizás simplemente fue la euforia del momento y la adrenalina nublaba la mente. Lo cierto es que a nueve años de distancia, el valor de escoger con el corazón y contra la razón es premiada con la venganza perfecta sobre el destino. Al fin y al cabo Buffon se escribe con B, como Berlín, como Serie B y nuevamente como Berlín.