La salida de tiesto de Graziano Pellè que provocó la marcha precipitada de la selección tras su gran EURO y el improbable futuro regreso del nueve que mejor ha rendido en el último bienio con Italia, ha propiciado antes de lo esperado que el teóricamente continuista Giampiero Ventura comience a adaptar ‘La Nazionale’ a sus ideas con el dúo de ataque formado por Andrea Belotti y Ciro Immobile como símbolo de la nueva etapa.
Sin Pellè como referencia única, la incidencia de Éder como segundo punta -su acompañante habitual a lo largo de los dos últimos años- pierde todo el sentido táctico que le otorgó Antonio Conte a su delantera y el discreto nivel del italo-brasileño desde que firmó por el Inter tampoco le ayuda a renovar su estatus de titular camino al Mundial de Rusia.
La coyuntura imprevista ha obligado a Ventura a reformular íntegramente la fase ofensiva de Italia y dos de sus ‘wonder-kids’ en el Torino y hombres de su plena confianza, han sido llamados a ser desde ya la nueva dupla y el primer cambio generacional sólido que los azzurri deberán acometer por necesidades obvias para que el engranaje y la voluntad a prueba de bombas que dejó Conte en pie como legado sigan funcionando y marcando los pasos de la selección, pese al siempre obligado y necesario reajuste de nombres y variantes.
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Como en casi todo cambio de piezas futbolístico, Italia perderá unas cosas para ganar otras. Menos disciplina táctica, más presión adelantada. Menos aptitud para acolchar y sacar jugo del juego aéreo, doble posibilidad de remate en área. Menos capacidad asociativa en corto cerca de la frontal, mucho más despliegue y verticalidad desde metros atrás.
Ideal si Ventura, como a priori parece, no va ahondar en la intención difícil de mantener que tenía Conte a la hora de posicionarse tan asiduamente en campo rival para competir ante las selecciones más poderosas -como el actual técnico del Chelsea hizo ante España, su obra maestra al frente de la selección, y el actual seleccionador no pudo refrendar. Ideal también, por tanto, para que el equipo no se quede muy lejos de la portería rival y no adolezca nunca de esterilidad ofensiva sea cómo sea de complejo el contexto y de abrumador el dominio del adversario. Menos expuesta, con un bloque generalmente más bajo ante grandes rivales, pero dispuesta a salir hacia delante como un resorte con su cuchillo de doble filo en mano.
Belotti e Immobile son un perfil similar de delantero centro. No es casualidad que el primero asumiese, con un año de por medio, el mismo rol del último capocannoniere del Torino. Piernas voraces, entusiasmo a flor de piel, desmarques largos, ritmo alto, velocidad en conducciones a campo abierto, definidores de un toque en zona de gol y con una tendencia idéntica para mirar únicamente hacia delante sin pensárselo dos veces por muy lejos que afronten su acometida hacia el arco. Y es que cuanto más directo sea el camino hacia la portería, mejor que mejor.
Con ellos, Italia pasa a ser un equipo más vertical y más largo, menos paulatino en su salida de pelota pero más autosuficiente y directo y con dos vías para hacer daño tanto en transiciones como en la búsqueda del remate tras centros laterales marca de la casa de un Ventura que adora incidir a través de carriles largos -ya sen en 3-5-2 o en 4-2-4 con argumentos redoblados- y que ha encontrado en Candreva al socio perfecto para su nuevo doble nueve.
Belotti e Immobile no suelen compartir espacios como sí hacían Éder y Pellè para asociarse, estar juntos y aprovecharse recíprocamente del juego del otro como en la mayoría de las parejas atacantes conformadas por un hombre alto y un merodeador más técnico e indetectable a la hora de adentrarse en el área.
Tanto el delantero del Torino como el de la Lazio gestionan habitualmente sus espacios de forma independiente, se los reparten sin invadirse ni situándose cerca fuera del área, con el granata partiendo desde la derecha y el laziale desde el costado izquierdo, acercándose con mayor frecuencia a la línea de cal para dar amplitud y permitir que Belotti, que carga mejor el área, centre más su posición para que, a su vez, el imprescindible Candreva pueda ocupar libremente el carril contrario y abra el telón de la generación de ocasiones en ataques más posicionales.
A ambos les apasiona poder correr para cazar goles y aunque no tienen una especial química entre ellos, sí saben leer los desmarques profundos del otro a la hora de realizar ocasionales paredes al espacio por la sencilla razón de que ambos realizarían el mismo movimiento y saben también, por tanto, donde hay que enviar el cuero pese a que sus toques no sean de una especial finura digna de nueves del perfil y del tacto de Benzema, por poner un ejemplo significativo. Y, asimismo y por las mismas razones, saben liberarse espacios y arrastrar marcas.
Y, sobre todo, aunque ambos preferirían ser referencia única con jugadores ofensivos de banda a cada lado como en sus clubes, empujan a Italia a ser un conjunto menos ordenado de medio campo hacia delante pero infinitamente más punzante, con dos opciones permanentes de pase al espacio por esa habilidad para trazar inteligentes desmarques a la espalda de la zaga con un frenesí contagioso. Una característica que puede volver a hacer de ‘La Azzurra’ un conjunto temible al contraataque, como ya lo era -en una escala evidentemente inferior- el Torino que ambos nueves compartieron durante unos meses.
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Con el beneficio evidente que supone que Italia tenga por detrás posibilidades mucho más amplias -con los Verratti, Bernardeschi, Bonaventura o Marchisio cuando esté plenamente recuperado- de esgrimir un fútbol horizontal de mayor altura de miras conformado por varios buenos pasadores también verticales y al espacio que, sumados a los hombres abiertos, supongan un arco que lance constantemente a las dos nuevas flechas de las que dispone arriba. Una disposición convertible del 3-5-2 al 4-2-4 sin que ambos pierdan ningún protagonismo, como quedó demostrado en la segunda mitad de la agónica remontada italiana en Macedonia.
Los números no engañan y ponen de manifiesto la efectividad y el poder ofensivo que son capaces de ofrecer conjuntamente. Belotti e Immobile han jugado juntos 19 partidos a lo largo de sus respectivas trayectorias tanto en el Toro como en la selección italiana y han producido 19 tantos entre ambos con un promedio, durante los minutos que los dos delanteros han coincido en un terreno de juego compartiendo camiseta, de un gol producido cada 67 minutos. Niente male.
Con Pellè de vuelta a China y fuera del radar por su mala cabeza y con Éder indirectamente afectado por la ausencia indefinida del compañero de aventuras ofensivas que mejor se adaptaba a su juego, el nueve de Italia vuelve a estar tan libre como las dos plazas de ataque de los azzurri. Y Belotti e Immobile ya han demostrado fehacientemente que pueden no solamente compartirlo, sino multiplicar por dos su incidencia y poderío rematador. Y quieren seguir haciéndolo.
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