Luces, cámaras y acción. Ahora sí que los Juegos Olímpicos, con sus buenos fuego artificiales, han arrancado. Fue una ceremonia de inauguración reflexiva, en un estadio vacío y con millones de personas en televisión pensando lo duro de estos últimos tiempos. Y todo, por supuesto, envuelto en un contexto muy polémico en las últimas horas. Primero, por una frase sacada de contexto a Toshiro Muto, responsable del comité organizador. «Podría suspenderse», por supuesto, pero era difícil que ocurriera. El clickbait no perdona.
Ojalá esta hubiera sido la única polémica. Ni de broma. Kentaro Kobayashi, director de la ceremonia que vimos, también fue relegado por unos comentarios sobre el Holocuasto hace unos años. No había tiempo para debatir sobre si lo que decimos hace 20 años hay que tomárselo demasiado en serio. Sobre si el paso del tiempo nos cambia tanto para avergonzarnos sobre lo que hicimos en el pasado. Quizás por ello han caído otros tres dirigentes en las últimas semanas.
En cuanto al desfile de naciones lo de siempre: cada país, inmerso en su propio contexto cultural, salió a su manera. No salieron de la misma manera los argentinos, lógicamente, que los de Chad. Ambas maneras de vivir la vida son bonitas. Disfrutemos de unos Juegos que demuestran, una vez más, que somos muy pequeños. Que el mundo es enorme y el deporte una de las mejores maneras de relacionarse.
Imagen de cabecera: @Tokyo2020es