Benditos años en los que España se convirtió en la selección más envidiada de todas, conquistando dos Eurocopas y un Mundial en un periodo de cuatro años. Aquello generó celos, una gran admiración por el fútbol de nuestro país y, sobre todo, quitó a muchos futbolistas y técnicos españoles el miedo a salir fuera y ver mundo. Esos años no fueron el origen, pero sí la base para poder expandir el fútbol español, de manera masiva hacia otras ligas. Uno de ellos fue nuestro protagonista, José Ángel Esmoris Tasende, un chaval gallego que salió de la cantera del Deportivo de La Coruña, hizo las maletas y aterrizó en la cantera del Manchester City, con 16 años. Tasende llegó para reforzar al equipo juvenil, en principio, pero no tardó mucho en subir categorías.
Su etapa de formación estaba cerca de llegar a su fin y el City decidió dar un paso más con la carrera del joven Tasende, enviándolo a Nueva York, para que comenzara a foguearse en el fútbol profesional. Y qué mejor lugar que la ciudad de la gran manzana. En Nueva York está otro de los clubes del conglomerado que forma el City Football Group. Además, allí coincidió durante ese tiempo con varios españoles: Iraola, Pablo Álvarez y David Villa, además de Frank Lampard y Andrea Pirlo. Iba a estar en una liga teóricamente más débil, pero al lado de jugadores de talla mundial. Esa oportunidad no la desaprovechó y al segundo partido ya era el lateral izquierdo titular. Tras su buena experiencia en Estados Unidos regresaba a Manchester para jugar en el Reservas y, estando Pep Guardiola en el banquillo, tardó poco en hacer su debut con el primer equipo. El técnico catalán confió en él y le dio la alternativa, pero sabía que debía ser algo gradual. Que la Premier no era la Major League Soccer y apostar por él iba a ser muy arriesgado. No obstante, ese no era un reto complicado para el técnico. Busquets y Pedro son claros ejemplos de ello.
El City de Guardiola también contaba con unos cuantos españoles. Algunos de ellos, jóvenes que pasaron previamente por las categorías inferiores. Como por ejemplo Denis Suárez, también gallego, salido de la cantera del Celta. Brahim, Maffeo y Aleix García eran los demás chicos a los que el entrenador catalán iba dando minutos poco a poco. Gente con la que, a pesar de tener un rol muy secundario, siempre estaban esperando su oportunidad. A ellos se había unido el chico del Dépor. Ese que a mí tengo que admitir que, en algún momento, me creó confusión por algo tan simple como el nombre. Era habitual leer en algunos sitios Tasende y en otros ya el apodo se iba haciendo hueco. Angeliño, con ‘ñ’. No confundir con el ‘inho’ común en los futbolistas brasileños.
Un paso fallido por Girona fue la primera de una serie de cesiones que ha tenido el zurdo gallego en estos años. La idea era que jugara allí la segunda parte de la temporada, pero su nula participación con el club catalán obligó al conjunto de Manchester a enviarlo al RCD Mallorca cuando no se había cumplido ni un mes de su llegada a Montilivi. A partir de ahí, todo fue hacia arriba. Media temporada en la isla siendo titular prácticamente desde su llegada. Luego la experiencia fue mayor. Dos años en la Eredivisie, uno en NAC Breda y otro en el PSV. Angeliño era un futbolista peligroso por su banda. Sus constantes subidas daban muchas cosas a sus equipos en el área rival. No era especialmente goleador, pero sí destacó su faceta de asistente, ya que sumó un total de 19 pases de gol en sus dos temporadas en los Países Bajos.
En el último día del mercado invernal de 2020 saltó la sorpresa. Una nueva salida del lateral español. Se había convertido meses atrás en jugador del primer equipo, tenía minutos, pero era más una rotación que otra cosa. Su nuevo destino era el RB Leipzig de Nagelsmann. Su partido de despedida fue un derbi de Manchester y su debut con los Toros Rojos se produjo ante el Bayern en el Allianz Arena. Casi nada. Así, de primeras, poca gente entendió la llegada a Leipzig, puesto que allí la titularidad era para Marcel Halstenberg. Sin embargo, la mente brillante del técnico le encontró un hueco. Las lesiones en la defensa colocaron a los dos laterales alemanes del equipo, Klostermann y Halstenberg, internacionales ambos, como centrales en una defensa de tres y eso le situó como carrilero zurdo. Desde su llegada a Alemania se ha convertido en titular indiscutible. La banda izquierda es suya y Halstenberg ha pasado a ser ya central, porque al español es difícil quitarle de la banda.
Asentado en la banda, sin nadie que le tosa (las estadísticas están ahí), a Tasende se le ha echado en cara una cosa, aunque también hay que decir que ha sido de manera errónea. Se dice de él que solo rinde jugando con tres centrales y que, en línea de cuatro es menos influyente su situación en ataque. Y puede que tengan razón. Pero eso no es culpa del jugador, sino del fútbol actual en general. Las bandas en defensa miran cada vez más hacia arriba. Los carrileros son más bien vistos que los laterales, porque aportan más. Son otros tiempos. El fútbol ha cambiado y gente como Nagelsmann no paran de innovar. No es raro ver a Angeliño en posiciones más adelantadas. Eso sí, siempre en el costado.
De La Coruña a Manchester, pasando por Eindhoven y, ahora, en Leipzig. Ahí está el chavalín de Coristanco que un día decidió, sin miedo, hacer las maletas y salir del país para jugar al fútbol. Habiendo pasado todo esto, siendo un jugador cada vez más importante, que olvidó hace tiempo eso de ser un futbolista prometedor para convertirse en una realidad, lo que sorprende es que su participación con la selección nacional haya sido más bien escasa. A día de hoy cuesta no verlo con la absoluta. Pero claro, la competencia en un combinado como el español es muy grande. Debe esperar unos meses para ver si tiene alguna opción de ir a la Eurocopa. Sobre el papel está haciendo méritos, pero el que decide es el seleccionador. Habrá que esperar. Aún queda mucho para el torneo continental y puede pasar cualquier cosa. Lo que está claro es que ha sabido aprovechar el momento y sus distintas oportunidades. El tren pasó por La Coruña en su momento, él se subió y ahora no deja de avanzar. Las decisiones hay que tomarlas, arriesgarse y, si se falla, volver a intentarlo. No sería el primer futbolista que se echa atrás en una decisión así por comodidad, por miedo. Es fútbol, un idioma que se habla en todo el mundo. Angeliño, por suerte, ese idioma lo habla muy bien y eso se ve cada día.
Imagen de cabecera: Pool/Clemens Bilan – Pool/Getty Images
Puerto de la Cruz (Tenerife), 1983. Bloguero en fase de evolución. Amante del fútbol global, blanquiazul de corazón y rossonero por aficción a este señor deporte. Conocido en el mundillo como "Humilde Aficionado". El balón, nuestro mejor amigo.
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