A lo largo de las últimas décadas, los fondistas africanos se han erigido como los grandes especialistas en pruebas atléticas de larga distancia. Nombres como Kenesisa Bekele, Haile Gebrselassie, Stephen Kiprotich o Eliud Kipchoge son algunos de los ejemplos de la superioridad que ha demostrado el tercer continente más grande del mundo sobre el resto de mortales.
África llegó a consolidarse como una auténtica fábrica de talentos en pruebas como maratón, 5.000 o 10.000 metros, no obstante, como todo buen legado, necesitó un precursor que mostrara el camino a todos aquellos que más tarde acabarían por llevar a sus respectivos países hasta el cajón más alto del podio.
El encargado de demostrarle al mundo la capacidad de sacrificio del continente africano nació un 7 de agosto de 1932 en Mout, Etiopía. Abebe Bikila, hijo de un pastor de cabras, creció intentando aprender el oficio de su padre, algo que lo privó de recibir ningún tipo de enseñanza básica hasta llegada su adolescencia, no aprendiendo a leer hasta los 14 años.
Su primer contacto con el atletismo llegó unos años más tarde, cuando en busca de un salario digno decidió enrolarse en la Guardia Imperial de Haile Selassie, donde realizó entrenamientos diarios que despertaron en Bikila una cierta curiosidad por las carreras. Meses más tarde, el joven se topó en un camino de tierra con un grupo de personas que corrían con el nombre de su país escrito en sus camisetas, tras averiguar que se trataba del equipo nacional de atletismo Etíope este decidió hacer todo lo posible para pasar a formar parte de él.
La perseverancia de Bikila le otorgó la posibilidad de llegar a ser un miembro más del equipo que preparaba las olimpiadas de Roma 1960, no obstante y a pesar de las buenas condiciones físicas de Abebe, en un principio no formó parte de los elegidos para disputar los juegos. Pero finalmente el destino quiso que aquel humilde etíope pudiera acudir a la cita atlética a causa de la baja de última de hora de uno de sus compañeros, una simple lesión que resultó crucial para que el mundo asistiera atónito al nacimiento de “El Rey descalzo”.
Bikila debía participar en la maratón, una carrera donde el marroquí Rhadí Ben Abdessalem era el claro favorito. Minutos antes de la salida y ante la incomodidad que le producía el calzado deportivo con el que iba a disputar la prueba, decidió deshacerse de él para correr descalzo, algo habitual en sus entrenamientos y que llamó poderosamente la atención del público que seguía el evento.
Durante el recorrido de la carrera, el atleta africano pasó por diferentes lugares emblemáticos de la capital italiana, entre ellos el Obelisco de Axum, monumento que fue sustraído al pueblo etíope durante la segunda guerra Italo-Abisinia y que, como reconoció él mismo tras la prueba, le causó una importante motivación.
Bikila se mantuvo cerca de Rhadí Ben Abdessalem durante la mayor parte de la maratón, consiguiendo dejar atrás al marroquí a falta de 500 metros para la llegada, logrando rebajar en casi ocho minutos el récord de la prueba conseguido por el checo Emil Zatopek en Helsinki, y convirtiéndose de esa manera en el primer atleta africano en conseguir una medalla de oro en unos juegos olímpicos.
La imagen de Bikila corriendo descalzo dio la vuelta al mundo, otorgando al corredor africano diversos apodos relacionados con su proeza deportiva y con la dificultad añadida de haberla logrado sin ningún tipo de calzado.
Cuatro años más tarde, en los juegos olímpicos de Tokio, el fondista etíope acudía a la cita renqueante debido a una reciente operación de apendicitis. A pesar de ello, el mundo volvió a quedar asombrado con una nueva exhibición que acabó por pulverizar el record que ostentaba el propio Bikila desde la anterior olimpiada. A pesar de que en esta ocasión participó en la maratón con calzado deportivo, Abebe agrandó su leyenda, acumulando dos oros y dos marcas estratosféricas en dos pruebas olímpicas.
Tras sendos éxitos llegó su decadencia. Cuatro años más tarde acudió a los juegos de México con la intención de defender su título, pero unas molestias físicas y la altitud a la que se realizó la prueba le obligaron a abandonar a los 17 kilómetros. A pesar de la decepción, Etiopía logró el oro con el triunfo de Mamo Wolde, compatriota de Abebe a quien este balbuceó una frase instantes antes de verse obligado a tirar la toalla: “No puedo seguir corriendo, estoy gravemente enfermo, la posibilidad de ganar una medalla de oro para nuestro país está en tu hombro”.
Un año más tarde la desgracia hizo acto de presencia en la vida de Bikila. Un grave accidente de tráfico lo dejó postrado en una silla de ruedas, accidente que a la postre le costaría la vida debido a las hemorragias internas que este le causó.
Abebe Bikila falleció el 20 de octubre de 1973 a causa de un derrame cerebral. Cerca de 65.000 personas se reunieron para despedir al primer africano que logró una medalla de oro para su continente, una medalla conseguida gracias a una mente de acero y a unos pies descalzos.
Muchos años después de su muerte, una leyenda viva del deporte etíope como Haile Gebrselassie afirmaba lo siguiente sobre su compatriota: “Bikila hizo que nosotros, los africanos, pensáramos; mira, él es uno de nosotros, si él puede hacerlo, nosotros podemos hacerlo también”. La gacela descalza marcó el camino, años después toda África ha sabido recorrerlo para alcanzar la gloria y situarse en la cumbre del atletismo internacional.
Imagen de cabecera: AFP via Getty Images
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