Pedro San Miguel | Un sinfín de pruebas se dan cita este 2016 en Río de Janeiro. El motivo: los Juegos Olímpicos. Los mejores y más conocidos atletas hacen acto de presencia junto a una multitud de deportistas, y entre todos ellos, los caribeños, siguen intratables en las pruebas de máxima velocidad, como hiciesen cuatro años atrás. Usain Bolt (Jamaica), Elaine Thompson (Jamaica), Shaunae Millar (Bahamas) y compañía, no han dejado de saquear las arcas olímpicas estos Juegos. Los “Piratas del Caribe” van de tesoro en tesoro sin rival que pueda frenarles.
Desde hace años, una guerra de magnitudes colosales se desarrolla en los confines de la Tierra, encontrando en las aguas del caribe un punto fundamental para entender su historia. Los más aguerridos corsarios y navegantes, se aventuraron tiempo atrás en una carrera sin parangón por llenar sus bolsas de Oro y riquezas inimaginables, y ahora, sus sucesores, continúan la tradición.
Cada cuatro años todos ellos, parten rumbo a las islas del tesoro, que van cambiando de lugar según se agotan los recursos de sus diversos destinos. Pero eso sí, sus distancias son las mismas. Las joyas más relucientes se encuentran en tierra firma, una a 100 metros, otra a 200, y otra a 400, todas ellas sin obstáculos de por medio (sin vallas), tan solo un azul (de la pista) que invita al espectáculo. Caminos cortos, en los que hay que correr más que nadie para llegar primero y atrapar la presea. Pequeñas batallas, dentro de una mayor, de la cual ha ido cambiando el vencedor, y en la que a día de hoy, el Caribe, con Usain Bolt a la cabeza, manda por encima del resto.
Desde que abriese la veda Thomas Burke en Atenas 1896 (Oro en 100 y 400/ el 200 no fue olímpico hasta los siguientes Juegos), recuperando con ello una costumbre milenaria, el dominio de las tres disciplinas en los años iniciales fue para Estados Unidos. Tan solo la Corona británica, al servicio de su Graciosa majestad, hizo frente con valor y astucia a la flota norteamericana, pasándola por encima en Paris 1924, gracias a dos “carros de fuego” capitaneando a los suyos, Eric Liddell en el 400, y Harold Abrahams en el 100. Únicamente Jackson Scholz salvó el honor americano en las pruebas rápidas, logrando rescatar un Oro en los 200 metros.
En 1928 llegaron las primeras capitanías “de barco” en poder del género femenino, pero solo en el 100 (para verlas en el 200 y en el 400 hubo que esperar hasta 1948 y 1964 respectivamente), y de nuevo las norteamericanas demostraron su gran superioridad, con la estadounidense Betty Robinson liderando, y las dos canadienses, Fanny Rosenfeld y Ethel Smith, escoltando.
Dos rayos en la tormenta, como Jesse Owens o Carl Lewis, alumbraron, cada uno en su respectiva época (años 30 Owens y 80 Lewis), las pistas conquistadas gracias a una endiablada velocidad, dando con ello, el dominio mundial a la escuadra norteamericana en los años venideros. No tenían rival alguno, al menos no lo suficientemente importante como para arrebatarles el Oro Olímpico, del cual, solo con estas dos figuras al mando, lograron un total de 13 (adjuntando al 100 y 200, los relevos y los saltos de longitud). Ni la física era capaz de explicar sus marcas.
Incluso la sorprendente Florence Griffith-Joyner, la mujer más veloz en obtener el Oro en los 100 (10’54) y en el 200 (21’34), y Michael Johnson, el cuarto en discordia, y un temido y osado aventurero, que dio la «vuelta al mundo» (400 metros) más rápida de la historia en su momento, con un tiempo de 43:18, eran parte de la temida armada estadounidense. Muchos nombres cuya sola mención hacia temblar a sus enemigos. Tan solo la gran Marita Koch (Alemania), contuvo a la tropa norteamericana, estableciendo el record mundial en el 400 femenino (47’60).
Pero no hay mal que por bien no venga, y la dureza con la que pulverizaban a sus adversarios en cada enfrentamiento, les hizo a estos hacerse más fuertes. Supieron sufrir, y llegó su momento. Los Piratas del Caribe irrumpieron con fuerza en escena.
“El problema no es el problema. El problema es tu actitud ante el problema”. Pequeñas escaramuzas con valiosos botines en el 400 de los jamaicanos, Arthur Wint (primer jamaicano en lograr un Oro/1948), y George Rhoden (1952), unidas al gran desembarco en Montreal de 1976, donde el elegante “caballo” cubano, Alberto Juantorena en el 400 (doblete con el 800), el jamaicano Don Quarrie en el 200, y la bala de Trinidad y Tobago, Hasely Crawford en el 100 (un héroe en su país por ser el primero en conquistar la medalla de Oro, al cual rindieron homenaje dando su nombre al estadio más importante del mismo), sirvieron de inspiración para sus predecesores. Si habían logrado conquistar tierra “enemiga” una vez, podrían hacerlo más veces, y aunque fuera complicado con tales nombres en la parrilla, con la llegada del nuevo siglo, los caribeños iniciaron una ofensiva brutal, con muy poco de margen de respuesta por parte de su adversarios.
Ato Boldon, de Trinidad y Tobago, con sus famosas gafas para poder vislumbrar mejor el objetivo, se abalanzó feroz para hacerse con el trono del 100 en Sidney, ante un antiguo camarada de entrenamientos, Maurice Green, quien bajo distinta bandera tumbó a Boldon. Cayó en combate, pero con las botas puestas, o mejor dicho, las gafas en su caso. Se perdió una batalla, pero no la guerra. El Caribe esperaba a su Rey, que acabó siendo una Reina, mejor dicho, dos reinas.
Trono compartido para la enorme Verónica Campbell (Jamaica), y la bahameña, Tonique Williams-Darling, desatando la locura en las islas, y poniendo al Caribe como uno de los focos principales de la velocidad en Atenas 2004, gracias a sus respectivos Oros en el 200 y 400. Un foco que acabaría llevando el epicentro de la velocidad al Caribe en Pekín 2008.
“Arrasa con lo que veas, y generoso no seas”. Sin miedo y con una sonrisa descarada y pícara, los caribeños, con mayoría de tripulantes jamaicanos, y liderados por el rayo, Usain Bolt, atracaron en el puerto asiático para imponer su hegemonía a nivel mundial. En el 100, nadie pudo acercarse a Bolt, ni si quiera le tosieron, incluso su “segundo de abordo”, el velocista de Trinidad y Tobago, Richard Thompson, se encargó de cubrirle las espaldas.
Situación similar a la que se vivió con la “pequeña pero matona”, Shelly Ann Fraser, una pluma capaz de noquear a cualquiera, que no dudó en quedarse el Oro para si misma, y “entregar” la plata a sus compatriotas, Sherone Simpson y Kerron Stewart (empatadas con 10.98). En el 200 tampoco hubo respuesta posible para Bolt, en este caso formando pareja de baile con Verónica Campbell, la reina consagrada en Atenas, que volvía a ponerse la corona en Pekín. ¡Vaya dos! Tan solo en el 400, la británica Christine Ohuruogu, y el estadounidense LaShawn Merritt, “robaron” el oro y lo alejaron del mar caribe.
A partir de esta hazaña, se puso “precio a la cabeza” de los caribeños, para intentar en la siguiente gran batalla, Londres 2012, hundir su flota. Pero lejos de ello, “la perla negra”, encabezada de nuevo por Bolt, el “Rey de los piratas”, aplastó cualquier reducto de revancha, por parte norteamericana (fundamentalmente), aunque estos tampoco se fueron con las manos vacíos.
9’63 en el 100 para el rayo Bolt, record olímpico, y más Oro para las arcas caribeñas, a las que se uniría la plata conseguida por Yohan Blake, su eterno heredero, que no acaba de llegar a serlo. Pero no sería el único record olímpico que impondría el atleta jamaicano. En el 200 fue nuevamente imbatible, y dejó una marca de 19’30.
Al Igual que Usain, Shelly Ann Fraser, amplió el botín con otro Oro en el 100 femenino, botín que no podría ser ampliado en el 200, donde la increíble Allyson Felix, rescató una cuantiosa recompensa para Estados Unidos.
No obstante, en el 400 masculino, tres corsarios caribeños, fueron los grandes dominadores de la prueba, dejando sin opciones a cualquier “extranjero”. Kirani James (Granada) con el Oro, Luguelín Santos (República Dominicana) con la plata, y Lalonde Gordon (Trinidad & Tobago) con el bronce, vaciaron la cámara acorazada. Un saqueo en toda regla. Por fortuna para el resto de contrincantes, Sanya Richards, traspasó orgullosa, en primer lugar, la meta en la carrera femenina.
Desde aquel momento quedó claro, por si no lo estaba ya, que la velocidad era dominada, de principio a fin, por los piratas caribeños. Conocían las pistas como pocos, y eran capaces de volar sobre ellas. Con todo esto, aunque la razón decía una cosa, los aspirantes no dejaron de creer, y se fueron a buscar, con todas sus cartas, el Oro en Rió 2016.
Con todo el mundo mirando, Brasil se preparaba para convertirse en el campo de batalla elegido en la lucha por el ansiado Oro Olímpico. No fue el primero, pero con la llegada de Bolt, llegó la magia a ritmo de samba. Divertido y extrovertido, el relámpago humano, dio un nuevo espectáculo en su primer acto ante la prensa, pero en las pistas, la primera en alcanzar la gloria fue, la también jamaicana, Elaine Thompson, que sustituyó como reina de la velocidad en los 100, a su compatriota Shelly Ann Fraser.
Jamaica bailaba de alegría, pero la música cesó, y se detuvieron todas las celebraciones para ver al más rápido de todos los tiempos asaltar por tercera vez el Oro Olímpico en los 100, un hito hasta entonces nunca logrado. Pero antes de Bolt, en la que podía ser su gran noche, como cantaba Raphael, se rompió una barrera que llevaba 17 años intocable, mejor dicho, la rompieron. El sudafricano Van Niekerk puso en pie al estadio, y al planeta entero, batiendo el record el mundo en el 400, los 43’18 de Johnson, destrozándolo con una nueva marca de 43’03. Los a priori dos grandes favoritos, Kirani James y LaShawn Merrit “solo” pudieron ser plata y bronces, por este orden. Un bucanero de origen africano, se abría paso con fuerza entre caribeños y norteamericanos.
Y entonces se hizo el silencio en Río. Bolt mandó callar, y solo el pistoletazo de salida desató la locura. “Lento” en la arrancada, pero con esa zancada amplia y elegante, a la vez que devastadora, Bolt dejaba una remontada ante Gatlin (Estados Unidos) para colgarse la medalla de Oro y darse un nuevo baño de masas. El Rey seguía en plena forma, y su superioridad era insultante.
Una vez “rendido culto a la leyenda”, el caribe volvió a centrar su mirada en la pista de Río, donde llegaba el turno de sus mujeres. Primero la bahameña, Shaunae Millar, una fuerza de la naturaleza, conseguía el oro del 400 ante la siempre competitiva Allyson Felix. Para Miller solo valía salir campeona de la prueba, y se tiro en plancha para conseguirlo. Sin embargo, la corona de la velocidad entra las mujeres fue para la jamaicana Elaine Thompson, quien tras haber obtenido el oro en los 100, hizo lo propio en el 200, tumbando a la gigantona holandesa, Dafne Schippers. Ritmo caribeño en las tres pruebas, gracias a dos grandísimas atletas.
Pero para cerrar este cuento casi perfecto, solo “manchado” por la sublime victoria en el 400 masculino de Van Niekerk, el broche de Oro, y nunca mejor dicho, le tocaba ponerlo al Rey, Usain Bolt. Sin forzar, sin que nadie amenazase su victoria, con lo puesto, 19’78 como quien no quiere la cosa, Bolt seguía agrandando su leyenda, convirtiéndose en el primer hombre sobre la tierra, ahora y siempre, en colgarse tres medallas de oro en el 200, algo que ya hiciese días antes en el 100.
La cima olímpica de la velocidad es para él, el “Rey de los piratas”, el gran culpable de que en el Caribe, rivales venidos de los lugares mas recónditos del planeta, intenten acceder al trono, y llevárselo bien lejos. Pero para ello tendrán que esperar, aguardar su momento, y entonces vengar a los caídos.
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