El Real Madrid nunca está muerto. A lo largo de la historia los que le subestimaron, lo pagaron. Un hombre herido de guerra con camiseta blanca fundada en el pecho es un verdadero peligro. La gesta de esta noche al fin y al cabo no sirve para lo fundamental, acabar levantando el título de Liga. Pero el Madrid no venía a Barcelona con esa intención. Un equipo herido de orgullo, apedreado tras el 0-4 de la ida y subestimado desde hace semanas, buscaba su objetivo en recuperar confianza y cargarse de dosis de moral para lo que resta de temporada y partidos que le separan de Milán.
Desde el pitido inicial hasta pasada la media hora de partido, el Barcelona fue dueño y señor del partido. Un Madrid cargado de errores no encontraba salida con el balón mientras que el Barcelona acechaba portería rival con asiduidad. El plan de Zidane no iba por el buen camino. Un equipo tirado atrás en todo un Camp Nou con el paso de los minutos haría visible alguna de sus carencias. Pero no todos los equipos que se tiran atrás tienen atletas y una pantera. Keylor sostenía la supervivencia del Madrid en una actuación soberbia, con el paso de los minutos hasta el descanso, el Madrid dispuso de alguna que otra ocasión, a base del balón largo, de alguna proeza de sus jugadores en el uno contra uno y de la rapidez del balón tras perdida. Con el descanso en escena daba la sensación que esa superioridad inicial de los culés no sólo no se había transformado en goles sino que el Madrid se marchaba por el túnel de vestuarios con casi mejor sabor de boca. El poco balón que había tenido le sirvió para generar peligro.
Si todo lo que venía aconteciendo durante la semana y la temporada ya era doloroso de ver y escuchar, un gol de Piqué para dar ventaja a los culés y evidenciar las carencias del eterno rival parecía demoledor. Así fue, a la salida de un córner, tras varios intentos, Pepe no aguantó la marca y Piqué remató en solitario. El Barcelona se ponía en ventaja y ahí sí, todos daban al Madrid por vendido. El plan de Zidane por la borda. Aguantar con la defensa atrás y esperar el balón largo no le había durado más de una hora de partido.
Ahí nace el gen madridista. Apedreado por el guerrero más odiado del otro frente de batalla, otros caerían en el hundimiento y la decepción. En los hombres de camiseta blanca nace una pequeña fuerza sobrehumana, un gen ganador que hace grande a los jugadores que vistieron y han vestido esta camiseta. Marcelo hizo posible la remontada con una galopaba sin oposición del rival. Benzema que hasta el momento, era el jugador que menos balón había tocado en el partido. Le fue suficiente con uno más para firmar las tablas en el partido. La oscuridad de Karim tiene mucho más que contar.
El Barcelona no tuvo respuesta ni acierto. El Madrid con los minutos fue encontrando su escenario para hacer realidad la gesta. Gol anulado a Bale, balón a la cruceta de Cristiano. El partido le daba la espalda a los blancos hasta que Cristiano, el guerrero más herido escribió su nombre en el desenlace del partido. Fue de héroe, de los que no se esconden para dar aire y esperanzas a su equipo. Fin a la racha del Barcelona de 39 partidos sin conocer la derrota. Fin a la herida, al mal sueño y a las malas lenguas. Con 10, gol anulado y remontando en el Camp Nou. Quedará recordado por la primera victoria de Zidane en un Clásico. La dosis de moral sirve para tapar heridas. Es el camino a seguir. Nunca subestimar a un guerrero de camiseta blanca con mancha de sangre en el pecho. Al fin y al cabo, ya lo dijo Bernabéu «La camiseta del Real Madrid es blanca. Se puede manchar de barro, sudor y hasta sangre, pero jamás de vergüenza»