Juanjo RUIZ MANZANERA | Después de hablar durante las primeras semanas en esta nueva sección sobre las lesiones musculares en el mundo del deporte, sobre su frecuencia, características, formas más comunes y de los distintos planes de recuperación, hoy es día para cambiar de enfoque. En el camino de la Medicina Deportiva podemos abarcar tantos apartados como músculos y huesos tiene nuestro cuerpo; en esta ocasión, es el turno de una región óseo-ligamentosa en concreto, y más específicamente, para un tipo de lesión común, el esguince de tobillo.
Se trata de una de las patologías más frecuentes que podemos encontrar a nivel deportivo. Su frecuencia no solo en el ámbito deportivo profesional, sino sobre todo también recreativo, ha provocado que en los últimos tiempos se haya tratado de una lesión que ha tendido a minimizarse. ¿Qué queremos decir con esto? Pues, que aunque parezca extraño y curioso, no todo el mundo que sufre un esguince de tobillo consulta a su médico de confianza.
Un factor importante sobre esta realidad reside en la baja repercusión clínica que pueden tener los esguinces en el momento exacto de la lesión, sin embargo, y al mismo tiempo, sus secuelas tardías si no son bien tratadas pueden resultar realmente graves. Por ello, los médicos deben hacer gran hincapié en llevar a cabo un buen diagnóstico de esta lesión para llegar a clasificarlas según sus distintos escalones de gravedad, lo que conllevará a indicar el correspondiente tratamiento. Además, y sin olvidarnos de que seguimos centrándonos en los deportistas de élite, todo este proceso deberá ser todavía más rápido y eficiente a este nivel del deporte profesional.
Para comenzar a hablar de este tipo de alteración debemos conocer bien la zona del cuerpo de la que estamos hablando. El tobillo es en realidad una articulación que se caracteriza por recibir enormes cargas del peso de todo nuestro cuerpo, sobre todo al realizar movimientos. Está constituido por dos elementos claves, fundamentalmente, una parte ósea y una parte ligamentosa. Sobre la primera, y empezando desde más arriba, encontramos la región donde acaban los huesos peroné y tibia – la región distal de los mismos -. En un nivel inferior, pero articulándose con ellos, encontramos el astrágalo, un hueso corto que por debajo, en un tercer escalón, se articula con el calcáneo, lo que comúnmente llamamos “talón”.
Abandonando este eje supero-inferior, anteriormente al astrágalo nos encontramos con otra serie de huesos cortos. Se continúan y articulan entre sí, y son, por orden, el escafoides, las tres cuñas y el cuboide, antes del comienzo de los conocidos metatarsos. Ya tenemos una ligera idea de la constitución ósea del tobillo, pero para completar la anatomía que necesitamos conocer debemos hablar de los ligamentos. Se trata de fibras resistentes de tejido fibroso que se constituyen en forma de cordones, y que tienen la función de otorgar movilidad a las estructuras óseas, en este caso las de nuestro tobillo.
El tobillo, por tanto, está formado por importantes ligamentos, responsables de la aparición de posibles esguinces que pueden alterar el estado de nuestro deportista. Encontramos ligamentos tanto en la cara interna como en la externa de nuestro tobillo, por tanto es momento de echar mano de las estadísticas para empezar a dibujar nuestro prototipo de lesión como solemos hacer en esta sección. De esta forma, encontramos que el 90% de los esguinces de tobillo se producen por alteraciones a nivel de los ligamentos de la parte lateral del tobillo. Nos atrevemos a conocer y ponerles nombres y apellidos a estos ligamentos. Con una nomenclatura que podemos reconocer gracias a la disposición anatómica que hemos aprendido previamente, tenemos los ligamentos peroneoastragalino anterior, peroneocalcáneo y peroneoastragalino posterior.
El primero de ellos se caracteriza por ser un ligamento acintado, es decir, que es capaz de pasar de un hueso a otro sin dejar de tener contacto con la estructura ósea. Sin embargo, el ligamento peroneocalcáneo es de tipo cordonal, ya que sí salta de una estructura ósea a otra. Tan solo dejamos un 10% de los esguinces de tobillo para los ligamentos de la cara interna, donde el ligamento deltoideo tiene un papel importante.
Ya sabemos que son estas estructuras anatómicas las que se resultan dañadas cuando sufrimos un esguince. Sin embargo, ¿cuál es el proceso lesivo, cómo se produce? Es importante conocer la mecánica del mismo porque suele ser característica y puede ayudarnos a realizar un diagnóstico rápido. Los esguinces casi siempre se producen por un desplazamiento hacia fuera o hacia dentro del pie, sobre todo un mecanismo de inversión del mismo, que produce una distensión o rotura de los ya conocidos ligamentos.
Un síntoma fundamental común siempre en esta lesión es el dolor. Un dolor intenso, que se produce por un estiramiento brusco de la articulación, y que en la mayoría de las ocasiones no solo impide continuar realizando la actividad física, sino también poder llevar a cabo las prácticas habituales del día a día. Como vemos, una lesión tan frecuente y con esta repercusión debe ser siempre conocida y correctamente tratada.
Antes de llevar a cabo el tratamiento adecuado, el médico deportivo debe ser capaz de realizar una distinción entre los distintos tipos de esguines de tobillo. Al igual que cuando hablábamos de lesiones musculares, también podemos clasificar estas nuevas alteraciones según su gravedad. El grado I es el más leve, conocido por ser un esguince autolimitado – se cura solo -; se produce por una distensión del ligamento afectado, pero sin que éste deje de tener la misma longitud que antes de la aparición de la lesión.
En el esguince de grado II, también conocido como moderado, encontramos una hinchazón del tobillo inmediata, debida a la rotura parcial del ligamento, en la mitad o en el punto de inserción del mismo. Se caracterizan, al contrario que en el grado I, por un aumento de su longitud. El último peldaño de esta clasificación es el grado III, el más grave, con la rotura total de uno o más ligamentos. Al igual que en el grado II, la rotura se puede producir en la mitad o en el punto de inserción, sin embargo en esta ocasión su función de contención desaparece.
En la entrega de la próxima semana de Medicina Deportiva en Sphera, continuaremos con este capítulo de esguinces de tobillo, donde aclararemos cómo realizar una correcta exploración del tobillo ante la sospecha de esta lesión, y sobre todo, cómo y con qué pautas se debe tratar.
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