Raúl Jiménez | Se ha hablado y mucho acerca de cuál es el papel de los padres en el deporte base, y también sobre la importancia de las habilidades psicológicas de los entrenadores para desempeñar su trabajo. También se ha escrito sobre la trascendencia en el plano social y deportivo de las habilidades directivas de los dirigentes de un club, o lo esencial que resulta cuidar la marca y la identidad de una escuela deportiva si quiere seguir creciendo. Pero ¿qué hay del psicólogo? ¿cómo sabe el club que está desempeñando correctamente sus funciones? ¿qué debe aportar? ¿cómo es su trabajo?
Actualmente la figura del psicólogo del deporte es muy valorada entre los clubes y escuelas deportivas. Esto es más evidente en algunos deportes que en otros, si bien en todos los ámbitos, por unas u otras razones, se ve con buenos ojos su incorporación al club o al cuerpo técnico. Pero, la llegada del psicólogo generalmente puede venir acompañada también de desconocimiento, expectativas no del todo acertadas, o reticencias a la hora de trabajar conjuntamente. Esto a veces se aprecia cuando un entrenador se da cuenta que el psicólogo no viene para dar charlas “motivadoras” a los chavales, sino que además “pretende” trabajar con ellos en el campo o la pista durante los entrenamientos. Algunos entrenadores, sobretodo los menos familiarizados con el tema, incluso podría decirse que sienten cierta sensación de extrañeza, “mis chicos ni están desmotivados ni les pasa nada malo, de hecho vamos arriba en la tabla”, otros no están habituados a trabajar conjuntamente, y a otros les puede costar trabajo ceder tiempo de su sesión de entrenamiento, perfectamente planificada, a una actividad a la que no le ve sus beneficios. Esta actitud al principio, si es que se da, es de lo más normal, pero hay que tener ciertas cuestiones presentes.
El psicólogo no es ni será nunca la referencia para ningún club o escuela deportiva. El fútbol, el baloncesto, el tenis, el atletismo… llevan años, incluso siglos, sin psicólogos, nunca nos han necesitado, por tanto, el psicólogo que llega a un club debe hacer ver a los entrenadores que sólo es una “herramienta aconsejable” para ellos, ni más pero tampoco menos.
Lo primero que hace un psicólogo no es actuar, ni siquiera intentar dar soluciones a las primeras demandas planteadas por los entrenadores. Los psicólogos y los entrenadores hablamos idiomas diferentes. Lo que para el entrenador puede ser un problema de concentración en un jugador o deportista, puede ser desmotivación o incluso estrés. Entonces, puedes ir a tiro hecho y trabajar la concentración con ese jugador, pero ese trabajo no servirá de nada, porque la base de su bajo rendimiento radica en otro aspecto psicológico.
En este sentido, el segundo objetivo que tiene el psicólogo cuando aterriza en un club es establecer puentes de unión con los entrenadores y concretar las demandas de trabajo, para posteriormente ratificarlas, por ejemplo mediante la observación del deportista o del equipo.
Estos puntos en común o puentes de unión con los entrenadores deben establecerse durante los entrenamientos y en competición. Como psicólogo, es muy recomendable que pases horas con los entrenadores, los jugadores y el resto del cuerpo técnico, con la intención de “traducir” y concretar los objetivos a trabajar y en su caso proponer al entrenador añadir nuevos objetivos psicológicos que hayas observado. Es posible que al principio, el psicólogo se pase semanas sin realizar una intervención. Este período es el más importante.
El psicólogo debe estar disponible, debe ser fácil acceder a él, incluso debe ser gratificante para el entrenador, el jugador o el padre el mero hecho de contactar con él. Tratar con el psicólogo debe resultar una experiencia positiva y agradable. Esto es más importante aún en el trabajo con padres y madres.
Trabajar con los padres es una de mis experiencias más satisfactorias. Muchos padres están completamente desinformados, literalmente “nadie nos ha dicho qué es lo que tenemos que hacer”, otros muchos suelen leer en las redes sociales los infinitos artículos que escribimos “sobre lo mal que se portan en el campo” o sobre qué es lo que deben hacer exactamente.
Existe una premisa básica para una comunicación eficaz. Si quieres que tu oyente o público esté receptivo a tu crítica, primero procura “abrir sus oídos”. Las críticas y mensajes negativos provocan el efecto contrario, a nadie le gusta que le digan lo mal que hace algo.
Luego está el segundo paso, el cambio de actitudes y conductas, sentir la experiencia de realizar algo positivamente o de la manera correcta, sus beneficios. A menudo modificamos nuestra conducta sólo a través de nuestras experiencias, las palabras y los consejos, por mucho bombardeo que hagas, toda esa información suele caer en saco roto si no va acompañado de algo más. Sólo a través de la práctica, los ejemplos y la experiencia, bien la propia o la observada en otra persona cercana, cambiamos nuestras actitudes y conductas.
En definitiva, el psicólogo del club estará a disposición de entrenadores, deportistas, padres y directivos, y su oferta será tan amplia como las demandas sobre las variables sociales, psicológicas y educativas que se les quiera plantear.
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