“Los sueños pueden cumplirse y hacerte feliz. Pero los sueños también pueden cumplirse y destruirte”, Mino Raiola. Ibrahimovic tuvo una vez un sueño y consistía en jugar en el Barça para ganar la Liga de Campeones. Tras tres Scudettos consecutivos el delantero sueco tomó la decisión de cambiar de aires: Italia le aburría, quería irse a España y, tras pensárselo bien, fichar por el Barça y no por el Madrid.
Manchester United-Inter, 11 de marzo de 2009. Ese día fue un punto de inflexión para Ibrahimovic. El Inter quedó eliminado de la Liga de Campeones y el sueco decidió irse a final de temporada. Su destino sería España y, en consecuencia, Barcelona o Madrid. El club blanco le atraía por su pasado y por los jugadores que habían pasado por allí, pero los azulgranas eran el equipo del momento y contaban con Xavi, Iniesta y Messi, lo que terminó por ser determinante en la elección. Una vez decidido el destino, Mino Raiola se puso manos a la obra e inició las negociaciones.
No fue fácil. Ibrahimovic, el para muchos mejor delantero centro de la última década, estaba considerado como uno de los mejores futbolistas del mundo y no saldría a cualquier precio. El propio José Mourinho explicaba que el sueco nunca se iría del Inter porque ningún club abonaría los 100 millones que cuesta. El futbolista, por su parte, dejó en innumerables ocasiones, ante los medios de comunicación, la puerta abierta a salir del club a final de temporada: no podía hacer otra cosa, decantarse por una u otra opción podía afectarle negativamente en su prestigio.
Los días pasaron y la impaciencia de Ibra acrecentó. Mino Raiola hacía todo lo que podía pero la oferta no llegaba. No obstante, justo cuando el sueco empezaba a asimilar que terminaría quedándose saltó la sorpresa. Mino llamó a Laporta y Txiki, que estaban volando en su avión privado a Ucrania para cerrar el fichaje de Dmitro Chigrinski, central del Shakhtar Donetsk, y les comentó que si iban a casa de Moratti había muchas posibilidades de cerrar el acuerdo. Laporta y Txiki se lo pensaron, pero aceptaron: la reunión duró 25 minutos y la única condición de Moratti fue que costase más que Kaká, recientemente vendido por el AC Milan al Madrid por 65 millones. El acuerdo, finalmente, se cerró en 46 millones más Eto’o, valorado en 20.
Curiosamente, Ibrahimovic se despidió del Inter jugando un amistoso en México con el 10 a la espalda. Era la primera vez que lo llevaba con la elástica neoazurra y, a la vez, la última. Al día siguiente, se despidió de Mourinho, no sin que antes este le lazara una pulla: “Te vas al Barcelona para ganar la Liga de Campeones, ¿verdad?”, preguntó; “Quizá”, respondió el sueco, a lo que el técnico portugués, fiel a su estilo, contestó “la vamos a conseguir nosotros, no lo olvides”. Y no falló.
Cerrado su fichaje, en Barcelona se desató la locura. Entre 60 y 70 mil aficionados acudieron al Camp Nou para recibirle; más del doble de los que fueron a la presentación de Ronaldinho o la de Henry. Se hablaba ya de la ‘Ibramanía’.
Una fractura en la mano, que le retuvo 3 semanas de baja, le impidió iniciar con buen pie su andadura en la ciudad condal. Pese a ello, su debut fue más que positivo: anotó cinco goles en los primeros cinco encuentros ligueros. La afición le quería y él era feliz: le encantaba la Liga y se había encontrado con un grupo “donde todo el mundo era reservado, educado y un jugador más”.
Lejos de la realidad, el paso del tiempo fue complicando las cosas. Desde el “aquí tenemos los pies en el suelo. Somos fabricantes. Trabajamos aquí. Somos personas normales” de Guardiola a los gritos tras el 1-4 en Villarreal. El gran perjudicado del proceso: el Barça, claramente.
Desde su llegada a Barcelona, Ibrahimovic se convirtió en una persona insegura. Dejó de ser él y eso le pasó factura. Además, su relación con Guardiola fue deteriorándose a medida que pasaban las semanas: el problema no residía en el apartado futbolístico, sino en la relación personal entre ambos. Esta fría relación provocó que, por ejemplo, el sueco pasara a jugar en banda, porque Messi prefería hacerlo en el centro. Su situación en Can Barça provocó que el fútbol dejara de ser el centro de su atención.
A final de temporada, Guardiola le comunicó que no sabía bien bien qué hacer con él, y el primer día de pretemporada le aseguró que sería suplente. Ibrahimovic quería trabajar duro para ganarse un puesto, pero desde el club le aconsejaron que escuchara ofertas. En reuniones con Bartomeu y Rosell el sueco amenazó con querer irse solo al Real Madrid, aunque en realidad estaba negociando con el Manchester City y el AC Milan.
Pocos días antes del cierre del mercado, Mino Raiola cerró el pase de Ibrahimovic al AC Milan por 20 millones de euros. Para el recuerdo quedaron sus 22 goles y 15 asistencias que firmó aquella temporada 2009-2010.
Barcelona, 1996. Proyecto de periodista. Vocacional. FC Barcelona y Paris Saint-Germain. @uaoceu. Colaboro con @Radiodesvern, @SpheraSports y dirijo @PSGsphera.
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