Reconozco que el partido jugado por el Fútbol Club Barcelona en Balaídos me ha dejado con una sensación un tanto desconcertante. El conjunto rival del Barça jugó un fantástico partido, muy bueno, pero no se podría decir que la actuación de nuestro equipo fue mala. El Barcelona creó ocasiones, llegó a puerta y podría decirse, sin tirarse demasiado a la piscina, que jugó un buen partido, al menos en ataque, y me atrevería a decir que también en defensa, al menos hasta el primer gol, o mejor dicho, hasta la genialidad de Nolito. En resumen, un partido ya visto en otras ocasiones, en el que habitualmente el Barcelona acaba ganando, y hasta algunas veces goleando.
Sin embargo ayer fue el Celta quien maximizó todas sus opciones, y el Barcelona quien se topó una y otra vez con el fantástico portero Sergio Álvarez o con los palos. Los gallegos, invirtiendo los papeles, dejaron claro que su tripleta ofensiva, lejos de ser un “mojón”, es una de las más letales de la Primera División, lo que coloca al equipo de Vigo en el coliderato. El Barcelona por el contrario pareció el equipo pequeño, que llega pero no acierta y que se convierte en un flan a la primera pifia en defensa. Un partido de tú a tú lo desniveló una genialidad de Nolito, previamente permitida por un error de Dani Alves, que acudió a echar una mano en el juego aéreo precisamente a quien menos lo necesita, Gerard Piqué. Precisamente el canterano, que había regresado de la sanción con unos formidables primeros minutos en los que evitó varias ocasiones del Celta, fue el primero en descomponerse cuando los celestes tomaron ventaja, pasando de ser el que mantenía firme a una defensa débil a ser el que definitivamente la terminó de hundir.
En gran parte, el partido comenzó a decidirse unas horas antes del partido, cuando Jordi Alba quedó fuera de la lista de convocados por problemas físicos. Lejos de mi intención indicar que con el canterano en la banda izquierda todo hubiese sido diferente, pero su presencia hoy, tanto en defensa como en ataque, se antojaba vital. Jeremy Mathieu, muy lejos del nivel que presentó hace solo unos meses en este mismo estadio, no pudo aportar ni la mitad que Alba. Poco punzante en ataque y un coladero en defensa, su titularidad refleja el pésimo momento en el que se encuentra Adriano, teórico lateral izquierdo suplente del equipo. Uno se pregunta porque Alex Grimaldo, joven jugador del Barça B, no tiene la oportunidad de demostrar que, ahora mismo, no empeoraría el nivel de Mathieu y Adriano, y probablemente, aunque solo fuese por ganas, entusiasmo y capacidad de mejora, lo aumentaría.
La de Grimaldo no es la única decisión cuestionable de Luis Enrique con respecto a los jugadores del filial. Resulta incomprensible, por ejemplo, que Gerard Gumbau prácticamente se haya convertido en el único jugador válido del B para el primer equipo, hasta el punto que Luis Enrique afirmó en rueda de prensa que si no estuviese él no llamaría a nadie y convocaría a uno menos. Es un desplante muy extraño a, por ejemplo, Sergi Samper, jugador con quien Lucho contó en los primeros partidos de la pasada temporada, que tuvo notables actuaciones y cuyo perfil se adapta más al de sustituto de Busquets que el del físico Gumbau. Caso aparte es el de los dos delanteros suplentes del equipo, Sandro y Munir, cuyo nivel para jugar en el primer equipo del Fútbol Club Barcelona, y me atrevería a decir que en la Primera División del fútbol español, es más que discutible. Especialmente hiriente es el caso del hispano-marroquí, convocado por Vicente del Bosque para la selección española tras un gol, el único oficial que ha metido con el Barça, que suponía el 2-0 en el Camp Nou frente al Elche en la primera jornada de Liga. Por alguna razón ese gol, y algún otro en pretemporada, deslumbró a gran parte del panorama futbolero nacional, que aún tiene como gran promesa de futuro a un jugador que, honestamente, dudo que fuese titular en ningún equipo de Primera División. Como último apunte, esperemos que el partido de hoy haya servido definitivamente al entrenador para comprender cuál es la posición en la que es útil Sergi Roberto.
En definitiva, Luis Enrique debe agarrar el timón fuerte, o más bien soltarlo un poco, y dejar que los jugadores hagan lo que saben. Si piensa que el triplete lo ganó él, y no el tridente y compañía, está condenado a guiar al Barça hacia el descalabro absoluto en esta temporada. Equipo corto, tratando de ordenar el juego y a sí mismo a través del balón y que presione realmente al rival. Esas han sido las claves del gran Barça que, independientemente de Guardiola, Tito o Luis Enrique, ha girado y debe seguir girando en torno a una figura, la de Leo Messi. Ese, y nadie más, es el único que puede decidir si este año tocará ganar o hibernar.
Montijo, 1991. Periodista. Extremeño y culé que pasa la vida en tierra hostil. La Fórmula 1 no es un deporte, ni falta que hace. Messi es un perro.
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