Esta es la historia de un niño asturiano que creció con un balón en los pies. Su fútbol nació en Asturias, voló por España, conquistó Inglaterra y se reinventó cuando las lesiones quisieron robarle la magia. Pero había una cuenta pendiente. El Tartiere todavía no había celebrado el gol de Santi Cazorla. Hasta ahora.
La noche del viernes, ese amor firmó un ‘felices para siempre’. Antes de que el balón rodara por el verde, el club de su vida le entregó un homenaje a la altura de la leyenda: el Palco de Honor del estadio ahora lleva su nombre. Un tributo a una carrera única. La historia de Cazorla está ligada al Oviedo desde su infancia, cuando soñaba con jugar en este estadio. Aquel niño que daba sus primeras patadas en los campos de Asturias creció para convertirse en un mago del balón. Se hizo un nombre en el Villarreal, enamoró a la Premier con el Arsenal y desafió a la lógica al resurgir tras una lesión que pudo haber terminado con su carrera. Pero él nunca se rindió. Por eso, cuando regresó al Oviedo, no lo hizo solo por nostalgia. Volvió para seguir escribiendo su historia.
Pero la historia no se cerró ahí. Cazorla aún tenía una última página que escribir. Con el brazalete en el brazo y la ilusión de quien sigue disfrutando del juego como un niño, comandó al Oviedo con la misma elegancia de siempre. Y entonces, llegó el penalti. Santi tomó el balón con el Tartiere ansiando verle celebrar, engañó al portero y dejó su firma en el marcador. Su primer gol como profesional en el Tartiere, el estadio que lo vio nacer y que ahora lleva su nombre en lo más alto.
El empate no dejó un final completamente feliz. Pero más allá del marcador, la noche fue una declaración de amor entre un futbolista y su gente.
El Tartiere ya lleva su nombre, pero en realidad, Santi Cazorla ya era eterno en Oviedo.