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Los dos Fernando Torres

“Se trata de creer. Es el Atleti que yo conozco. El mismo que cuando yo era pequeño e iba al Calderón”, resumía Fernando Torres, todo alegría y corazón, en la primera victoria de su Atleti B esta temporada, que es también la primera para él desde que pasó a las categorías superiores del fútbol español. Y todo después de una remontada ante el Alcorcón en la que no faltaron ni la épica ni la polémica.

Fernando es diferente. Siempre lo fue. Para él, el Atleti es especial. Para el Atleti, él también lo es. “Cambiaría todos los títulos que he ganado (que no son pocos, por cierto, porque lo ha ganado absolutamente todo) por tener uno con el Atleti”, llegó a afirmar en su época de jugador. No le hizo falta. Lo logró justo antes de irse, levantando en Neptuno aquella ansiada Europa League de 2018 que cada rojiblanco en cada rincón del planeta anhelaba conseguir única y exclusivamente para que su ‘Niño’ pudiera decir adiós al equipo de su alma entre lágrimas de alegría.

Porque de aquel Torres futbolista ya quedan apenas los recuerdos de quienes le vimos crecer de igual a igual y cumplir gran parte de nuestros sueños. Si naciste a finales de los 80 o en los 90 y eres del Atleti, no lo niegues. Soñaste con ser Fernando Torres. Y es que hay muchos, los más nóveles, que no sabrán que, durante muchos años, Fernando fue uno de los mejores nueves del mundo. Que un año, incluso, se sentó en la misma mesa que Messi y que Cristiano. Y por eso hay que recordarles que Fernando era ese delantero que se inflaba a goles jugando casi en solitario con un Atleti que no estaba a su altura, o aquel que reventó la Premier, nada más llegar, provocando de manera paralela una fiebre española por ver el campeonato que provocó que los partidos de la Premier League (casi siempre del Liverpool) se vieran en abierto por la televisión pública.

Que en el fondo, tras esa montaña de músculos, se sigue escondiendo ese chico escuchimizado que un día, en el Paseo de los Melancólicos, decidió saltar al verde con el 35 en la espalda para cambiar la historia del club. Más tarde lo haría con el país entero. El mismo que fue capitán antes de tener edad de conducir. Aquel que negó tres veces al innegable y ese que portó la bandera del Atleti por España y por el mundo entero cuando nadie la quería. Sigue siendo ese joven pecoso que se puso la presión del equipo con la tercera masa social del país encima cuando no le debía tocar ni por experiencia, ni por galones, ni por edad. “El primer día que lo subieron a entrenar, pensamos que era solo para darnos un toque de atención a los veteranos, pero cuando le vimos en acción vimos que ese chaval jugaba de maravilla”, llegó a relatar Kiko, delantero de aquel Atleti que vivió dos años en Segunda.

Torres aún recuerda ser ese niño que cautivó a unos apasionados ingleses para acabar mutando en The Kid o ese loco aventurero que corrió junto a Lahm a por un balón que era inalcanzable pero que, gracias a esa fe inquebrantable, le acabó dando a España el pistoletazo de salida a una serie de éxitos que difícilmente habrían llegado sin haber cambiado aquel clic. Porque Fernando, más allá de ser el 9 del Atleti, también fue el 9 que cambió para siempre la historia de la selección. No me quiero imaginar cuán diferente podría haber sido la historia si aquel remate con efecto hubiera besado la base del palo por fuera y hubiese rebotado a saque de puerta.

Porque Fernando, que una vez amagó con ser la cara visible del Atleti e hizo pensar a más de uno que iba a comprar o invertir en el club: “Me voy para formarme, porque lo que tengo en la cabeza es muy grande y necesito tener una visión más amplia”, dijo cuando se marchaba a Japón, ha terminado ocupando los banquillos y, cómo no, lo ha hecho en la que siempre ha sido su casa.

Y seguro que, en él, hay técnico para rato. Porque, después de un papel impecable con el equipo juvenil rojiblanco, ahora Torres se ha atrevido con el primer filial y, en un ataque de entrenador, el Atleti sacó su primera victoria (2-3) esta temporada el sábado en Santo Domingo gracias a los cambios que introdujo el ‘Niño’ desde la banda para espolear a un equipo que iba camino del tanatorio y que parecía iba a sumar su tercera derrota en cuatro partidos tras ir perdiendo 2-0 a la hora de juego. Un cambio de sistema y una permuta de roles hizo que en la media hora restante el resultado dijera que el Atleti ganaba 2-3.

Uno lo entiende cuando acude a su rueda de prensa y ve cómo Fernando, que aún sigue escondiendo esa cara de niño, la misma que cuando jugaba, se sonroja cuando habla de su Atleti y se le llena la boca cuando habla de fútbol. Uno lo comprende cuando escucha que, a una pregunta pura sobre el juego, responde con pasión y hace de cada intervención casi un clinic futbolístico. Uno lo vive cuando, sentado en la tribuna justo tras él, observa cómo se pasa 90 minutos corrigiendo la posición de Niño (que no es él, ironías de la vida, sino el delantero Adrián, que comparte apellido con el mote de su entrenador) o le pide a Javi (Serrano) y Víctor (Mollejo) que ganen o pierdan altura para entrar en mejor contacto con el balón. Porque Fernando no está puesto a dedo por lo que fue, sino que está elegido a conciencia por lo que es. Porque sabe transmitir, mejor que nadie, lo que son los valores del Atleti. Y porque eso lo combina con unas dosis altísimas de conocimiento futbolístico. No está solo para alinear, poner o quitar jugadores, sino que está para moldearles, hacerles ver y comprender absolutamente todo sobre el juego y lo que no tiene que ver directamente con él. Y es que, tras su paso por el juvenil, no hay mejor técnico para liderar la cantera que el mayor talento que ha tenido el club en esa misma academia como jugador. ¿Cómo no van a dar el máximo los jugadores si tienen al mando al que logró lo que ellos desean ser?

Porque no hay nadie mejor para educar en valores futbolísticos que a aquel chico humilde y tímido de Fuenlabrada que nunca provocó un escándalo durante su carrera futbolística. Ese que lo tuvo todo y que pudo irse fácilmente por el mal camino de la vida como tantos otros, pero que decidió seguir con su vida humilde junto a su novia de la infancia. Ese que fue tan querido como temido por las aficiones rivales, incluso las eternas, porque nunca tuvo una mala palabra ni un mal gesto. Ese que, en sus peores años como jugador, decidió volver al club de su vida para recuperar una versión más que notable y volver a cumplir el sueño de siempre. Ser del Atleti cada uno de los días de su vida.

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