Como cumplir años en junio y recibir el regalo anticipado en abril. Dos grandes favoritos de esta Champions League, el vigente campeón y el máximo poseedor de la competición. Unos cuartos con careta de final, el disfraz favorito de los niños. El Bernabéu quería estar guapo. El techo retráctil de envoltorio, papel de alta calidad. Dentro; un partidazo de seis goles. Antagónico a la prudencia de los 180 minutos. Sin ahorro, sin cautela.
Le preguntaron a Pep Guardiola por la cubierta del estadio. El de Santpedor, sorprendido, estaba expectante por verlo y mostraba su peculiar calma ante la posible acústica hostil. Los suyos siguieron su ejemplo, no se acoquinaron por no ver el ‘Sky Blue‘ y encerraron los nervios en las taquillas del vestuario. Ni el ruido ni las modificaciones, con Vinicius por dentro y Rodrygo por fuera, alteraron el estreno del conjunto inglés. Haciendo oídos sordos, se anticipó tempranamente el City. Bernardo y su chistera.
El Madrid podría ser protagonista de esas escenas en que alguien entra al hogar y descubre a su pareja con otra persona. “No es lo que parece”. Engaña, como siempre. Esta película la hemos visto mil veces. Cuando las cosas se le ponen en contra, se activa su reacción. El traje de la remontada, hecho a medida, le queda como un guante. Se siente cómodo en escenarios donde otros perderían los papeles. Un actor que se aclimata en el cambio de guion. Sabe dar un volantazo y coger otra salida para desplegar una carrera dañina. En cuestión de minutos, la ventaja a favor.
Sin embargo, un ‘Madrid City’ es una montaña rusa. Lo decía Ana Mena: “Quisiera que esta noche no se acabe”. Aunque la fiabilidad de Rodri, Stones o Bernardo pudiera verse algo más tambaleada que de costumbre, los blancos buscaran incomodar su posesión y no tuvieran ocasiones claras de gol, exploró el City en su abanico de recursos para recurrir a la genialidad de un magnífico Phil Foden. Con los de Ancelotti más retrasados, hasta Gvardiol, central reconvertido a lateral, encontró su gloria. Su primer gol con la elástica azul cielo. Otra vez, en cuestión de minutos. La ventaja a favor dando la vuelta.
Ni Vinicius ni Bellingham, con menos frescura. Ni Haaland, que echó de menos a su pelirrojo preferido y le tocó bailar con la más fea. Antonio Rudiger, que no le intimida ni un cíborg, le dio la noche. En las alturas, el espectáculo terminó de confeccionarse con el vuelo de un halcón. A Fede Valverde no le importa que los jugadores del City trabajen una impoluta colocación. Aparece, la engancha de volea y lo rompe todo.
Todo despejado con la eliminatoria totalmente abierta. Aquí no ha pasado nada, en el global, y ha pasado de todo, en el partido. Un festín de goles en la fabulosa impredecibilidad del fútbol. En Manchester, el capítulo final de esta miniserie que anoche reventó las audiencias con una trama que engancha a cualquiera. Esto no te lo firma Netflix ni HBO. Puro cine.