Antonio Rüdiger es un perfil de jugador que conecta rápido con el Bernabéu. Por su carácter alegre y extrovertido, y por sus características futbolísticas. Es un perfil de central que siempre fue del gusto de Chamartín. Fuerte, agresivo, valiente, bueno en el juego aéreo y muy vistoso cuando sale a defender a campo abierto.
Si a eso vas añadiendo jugadas concretas, el relato cobra mucho más sentido enseguida. Su gol de cabeza, in extremis, en Varsovia ante el Shakhtar, sirvió para dar al Real Madrid la clasificación automática para los octavos de final de Champions una temporada más. El brutal choque con el buen portero ucraniano, Anatoli Trubin, añadió dramatismo y épica a la jugada.
A Rüdiger hubo que coserle y aplicarle 20 puntos de sutura, a Trubin un vendaje en la cabeza. La acción hizo enmudecer a todos los que la vimos. El balón de Kroos fue magnífico, teledirigido hacia un Rüdiger que hacía ya unos minutos las veces del Alexanco de Cruyff. Trubin salió con decisión, pero llegó un segundo tarde, y el choque fue brutal y aún pudo ser peor. Afortunadamente los dos están bien y el partido, además de por el extraordinario esfuerzo del Shakhtar de Igor Jovicevic en el momento vital que padecen, se recordará como el partido del “gol de Rüdiger”.
En el imaginario madridista hay varios ejemplos de jugadores muy queridos por su afición y que vivieron episodios similares que son muy recordados. Bien por un gol similar o por las consecuencias de un aparatoso golpe, de los que dejan secuelas evidentes. Rüdiger quería seguir jugando ante el asombro general.
Hubo madridistas que se acordaron de Goyo Benito, por su coraje y su gol al Oporto, de cabeza en el Bernabéu, en la vuelta de los 1/8 de final de la Copa de Europa 79-80 que clasificó al Madrid para cuartos. Otros de Pirri, capaz de jugar con un brazo en cabestrillo en la final de la Recopa de 1971 ante el Chelsea. Y una gran mayoría recordó a Camacho y su frente ensangrentada. Con el Madrid y la selección en el Mundial de México 86, ante Irlanda del Norte.
Rüdiger es posible que tenga algo de todos ellos, pero aún tiene todo por hacer. Acaba de llegar al club y si cuando se marche, al menos está cerca de la leyenda de los otros tres, podrá darse por satisfecho. Benito, Pirri y Camacho son tres jugadores que vivirán para siempre en el corazón de los aficionados del Real Madrid. De los tres, solo Pirri ganó la Copa de Europa, en 1966 con el Madrid de los Ye-Yé, pero los tres reunieron todas las condiciones necesarias para convertirse en leyenda del club.
Rüdiger aún tiene la asignatura pendiente de consolidarse como titular, y no lo tendrá fácil por el buen nivel de la pareja Militao-Alaba que hizo olvidar enseguida a otra legendaria. La que formaron Raphael Varane y Sergio Ramos. Pero el pasado martes puso la primera piedra.
Toni Kroos le sirvió un caramelo, ya sin envoltorio, y él se lo echó a la boca. El minuto en el que lo hizo, el rival y lo que significó, y su terrible choque con Trubin, hicieron el resto.
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