inescrutable
- adjetivo
Que no se puede saber o averiguar.
Supongo que todo se resume en ese momento concreto en que la repetición desvelaba el pie de Thibaut Courtois desviando un tiro cruzado de Grealish que debería haber puesto el 0-2 en el marcador, penúltimo clavo en un ataúd que el Madrid utiliza a modo de cama hiperbárica para reírse de la muerte y el resto del mundo. Mi padre, que sabe más de la vida que cualquier otra persona que conozca, se levantó del sofá, le colocó el arnés a la perra y se la llevó a pasear. “Está todo perdido”, dijo. Y se marchó con esa cara de resignación que los antimadridistas viejos ejecutan…
Con este sublime párrafo abría columna el ínclito Rafa Cabeleira este jueves en El País. Rafa no solo escribe como Dios, es que además es gallego, y eso le confiere cierta autoridad moral para cuestionar hechos mundanos y triviales como la enésima heroica remontada del Real Madrid, aunque sea con tibieza. Y es que uno con esta gente nunca sabe si suben o si bajan.
El Real Madrid está en la enésima final de la Copa de Europa. Seguro que te has enterado. No sé ni cuantas lleva, la verdad. Lleva muchas. Sé que no pierde ninguna final continental desde 1981, en París y contra el Liverpool. Qué cosas. Para justificar la presencia de los pupilos de Ancelotti el 28 de mayo sobre el tapete parisino se podría acudir a lo futbolístico, pero la pereza y el sopor que me causa es enorme, y además coincidirá el sufrido y abnegado lector que no hay manera racional de explicar ciertos sucesos paranormales.
¿Alguien en la sala puede explicar qué el imberbe Rodrygo cabecee como Iván Zamorano o que el Real Madrid meta el empate en el minuto 90 tras su primer disparo a puerta en el partido? ¿Hay explicación para ese desvío agónico de Courtois con los tacos o el gol que evita Mendy en la línea? Guardiola aún le da vueltas. Las mismas vueltas que le hizo dar Bernardo Silva al madridismo durante unos 90 minutos poéticos del luso, en una exhibición sin premio que irá al cajón del olvido, de la culpa o del reproche, como todas las cosas buenas que no se cierran o se consuman. Ains.
La eliminación del PSG ya fue bastante irracional, en fondo y forma. La manera en que el Real Madrid apeó al Chelsea fue el doble salto mortal con tirabuzón. Lo del pasado miércoles noche en el Bernabéu es otra cosa. Esa oda al surrealismo fue ‘el coño de la Bernarda’ y ‘la mujer barbuda’ pasándose por la piedra a todo ‘el circo de pulgas’. La eliminación de los aseados y académicos jugadores del City a manos de ese grupo de ‘yihadistas de la fe’, inquebrantables de espíritu que vestían de blanco, solo se explica desde la metafísica, lo absurdo y lo esotérico.
Dicho cuánto antecede sirvan estas líneas para recordar que el fútbol es un deporte totalmente incongruente, especialmente la Champions League, una competición irracional, pasional, inexplicable y en el que muchas veces el corazón y el alma hacen trizas a la pizarra. Y sí, queridos, es por eso que el fútbol es la mayor droga legal conocida.
Se puede debatir tanto como se quiera si el Real Madrid tiene fútbol y méritos para estar en esta final. Allá quien lo quiera hacer. Cada uno se ahorca como quiere. El madridismo estos debates banales los deja para gente ociosa y pusilánimes. El Real Madrid compite y gana. Fin. Y cuando no gana ya construye el relato para justificar el porqué. El Real Madrid saca las alineaciones dos horas antes del partido porque ellos son así. Están a otra cosa. Y oye, es de admirar.
Honor a un Carlo Ancelotti sobre el que llevan meses diciendo que es un entrenador arcaico, que no sabe exprimir a la plantilla y que se mete en la final con Jesús Vallejo y Dani Ceballos en la prórroga. Créanme, no metió al hijo sobre el césped en el 115′ por el qué dirán.
Respeto a un Don Carlo que ha ganado la Liga con una suficiencia y solvencia tal, que debería sonrojar a sus rivales, especialmente a los vecinos, hasta hace una semana vigentes campeones. Ese hombre, 256 chicles después, ha dejado en la cuneta a los tres equipos más dopados financieramente de toda Europa. Y lo ha hecho sin inmutarse. Como el que se fuma el piti de después.
Admiración para un hombre tranquilo. Su máximo exceso ha sido enceder un puro en medio de tres brasileños y un austríaco con pinta de pandilleros. Suficiente para elevarlo a mito. Hablamos de un entrenador que ha ganado las cinco grandes ligas europeas y lo ha hecho sin gritos, sin teatralidades infantiles, sin ínfulas, sin polémicas, sin sacar el látigo y sin señalar a sus futbolistas. Y para colmo, tras reírse de la lógica con el 3-1 al City, abraza a Florentino Pérez y le suelta un: ‘Gracias por traerme, Presi’. No sé, que quieren que les diga. Da igual que seas madridista o no. No te puede caer mal este hombre. Uno entiende y concibe a Carlo Ancelotti como un señor. Y como ya quedó recogido en la epístola del apóstol Pablo en el Nuevo Testamento: «los caminos del Señor son inescrutables».
Al Real Madrid se le ama o se le odia. Pero no se le discute.
Foto cabecera: Getty Images
Papá de Miranda. Orgulloso hijo de gallego y asturiana. Dejé 13 años como abogado por fundar y dirigir Sphera Sports, con lo que ello supone. Asumo las consecuencias. Hice 'mili' en Pisa y en Bristol. Me gustan las orcas, los países escandinavos y un gol en el 90'.
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