En un artículo normal, viendo esa metamorfosis de Vinicius que asemeja a la de Kafka pero al revés, diría que el brasileño recupera su sonrisa y me quedaría tan tranquilo. Tiraría de uno de los tópicos más manidos en la actualidad futbolística, pero es lo que hay: tampoco me pueden reclamar mucho más. Sin embargo, todo eso es mentira: el extremo del Real Madrid es ese niño que no pierde la actitud, que siempre mantuvo su fe. Era y es encomiable ver al joven futbolista intentarlo todo una y otra vez a pesar de comprender en todo momento que muchos verdugos estaban preparados para juzgarle. Fallaba goles y nos decíamos que eso de marcar era un talento que se tiene o no se tiene. Que no se entrena. Pues toma.
Su explosión es la recompensa a un joven que fue vilipendiado por muchos que se llenan la boca, muy campanudos, con términos repetidos hasta la saciedad como los de salud mental y resiliencia. Incluso parte de su afición, con muchísimas ganas de cambiar de próceres a los pocos meses, le había dado la espalda. Él siguió con su trabajo y ahora tiene la recompensa. Esto decía hace unos meses en una entrevista para AS: “Esto es producto de mucho trabajo, muchas horas entrenando en Valdebebas y luchando por mejorar la definición. Desde que llegué al Madrid siempre dije que ya llegaría la hora en la que marcaría muchos goles seguidos. Desde que empezó la temporada me siento muy bien. Tengo la confianza que me da el entrenador. Esa confianza me hace pensar que puedo fallar, y si lo hago, lo vuelvo a intentar otra vez”.
El carioca tiene una habilidad que no es fácil de poseer: la de que te importe poco lo que se diga. ¿Hay murmullos? Qué más da, dame la pelota y vamos a volver a encarar. Muchos creerán que por ponerse la zamarra blanca eso se lleva de serie, pero he visto un sinfín de futbolistas que han acabado en el ostracismo por culpa de la presión del coliseo merengue. Hoy Vinicius hace goles de todas las maneras: de disparo de fuera del área, de vaselina o aprovechando rechaces del portero. Llegarán los fallos y volverán a brotar los memes sobre su persona. El fútbol es un círculo vicioso que no tiene fin. Lo más bonito es eso: si las cosas te salen mal tienes revancha. Si salen bien tienes poco tiempo para disfrutarlo.
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