En agosto de 2014, Diana Martín entraba en meta exhausta en el tartán del Letzigrund Stadium de Zúrich después de nueve minutos y medio de ardua batalla por el Campeonato de Europa de Atletismo al aire libre. Tras siete vueltas y media a todo o nada en la prueba de 3.000 metros obstáculos, el pódium se decidió en los últimos metros. Fue ella quien, a falta de dos giros, limpió un poco la carrera, cogiendo la cabeza y dejando a solo seis competidoras (de las cuales dos iban haciendo la goma) para los últimos quinientos metros. Con el toque de campana, ya solo eran cuatro. No había sitio para todas. Una se iba a quedar rozando la gloria. Con la cuarta mejor marca de las participantes y el pinchazo de una de las favoritas, a medida que se habían ido tachando vueltas, su presencia en el podio parecía cada vez más segura, pero cuando llega el ácido láctico, poco importan los registros. Colocada en tercera posición, atacó en la contrarrecta y al paso por la última ría ya era plata, buscando recoger el cadáver de la sueca Charlotta Fougberg, la líder mundial del año, en el sprint final. Entonces apareció la sorpresa. La alemana Möldner-Schmidt, que parecía la más descolgada de las cuatro, rebasó a la española y aprovechó el semitropezón de la nórdica en la última valla para hacerse con el oro. Diana fue tercera de Europa, el mayor éxito de su carrera deportiva, bajando en tres segundos su mejor marca personal.
Hoy, Diana se sigue calzando las zapatillas. A sus 40 años recién cumplidos sigue corriendo, aunque ha cambiado el 3.000 metros obstáculos por distancias más largas. Su meta también es diferente. Hace solo unos meses, se preparaba con el objetivo de disputar el maratón en los Juegos de Tokio 2020, pero el parón por la pandemia y el aplazamiento del evento lo cambió todo, porque hace muy poco ha sido madre por segunda vez. Más allá de su actividad personal y de seguir compitiendo a nivel nacional, ahora busca acercar el running a todos esos que pocas veces en su vida pensaron que madrugarían un domingo para hacer unos kilómetros, a aquellos que desearían terminar pronto su turno de trabajo para ponerse las mallas en una tarde fría invernal o a los que no esperaban que sentirían mariposas en el estómago cada vez que se pusieran un dorsal en una carrera popular. Es la magia que desprende el Desafío Running Móstoles, el club que dirige y entrena en la localidad al sur de la capital desde 2016 y que cada vez gana más adeptos. No lo hace sola. A su lado está José Manuel Abascal, su marido, reputado atleta de nivel nacional con más de 20 años de experiencia en el mundo del running y con especial predilección por el asfalto.
En su hoja de ruta no cabe el no. El club se define como un lugar donde se respira el buen ambiente y donde el principal objetivo es superarse a uno mismo. Por eso, hay ganas de correr a todos los niveles, sin ninguna discriminación por sexo o edad. Todos caben en el Desafío Running Móstoles, que prepara de igual manera a grupos que jamás se han calzado las zapatillas de correr con otros que ya tienen mucha experiencia y que buscan seguir mejorando. “Para mí, es igual el que corre a 7min/km que el que lo hace a 3:30”, afirma, y tiene muy claro para qué es el grupo. “Lo que buscamos está basado en tres principios: lo primero, la salud, mantenerse en forma a través del running; lo segundo, la diversión, echar un gran rato con gente con las mismas aspiraciones; lo tercero, sociabilizar”. Algunos empezaron de cero y ahora son adictos a la adrenalina de salir a correr un par de veces por semana bajo un grupo en el que, además de mantener en forma el cuerpo, se hacen verdaderos amigos.
La idea surgió en 2016 cuando, tras llegar de Río y mientras buscaba un proyecto laboral personal que compaginar con el atletismo, su marido le propuso ponerse al frente del grupo de 15 corredores que él llevaba. Al principio fue reacia, pero no tardó en encontrarle el gusto. “Viniendo del atletismo profesional, no me gustaba la idea de tener que ser yo la entrenadora, porque es un trabajo muy sacrificado, pero también muy desagradecido y quizás poco valorado”. Tardó apenas unos entrenamientos en cambiar de opinión. “Estoy encantada con lo que hago. Aquí no hay gente que vaya a ir a unos Juegos. El chip es otro totalmente. Todos son muy agradecidos y todo lo que me llevo es satisfacción diaria”.
Esos 15 runners iniciales, en poco más de cuatro años, se han convertido en 120 corredores que se reúnen un par de veces por semana (lunes y miércoles en turnos de mañana y de tarde) en dos puntos del municipio mostoleño: El Parque El Soto y El Parque Nelson Mandela, dos emplazamientos naturales ideales para poner el cuerpo a funcionar, con todo tipo de terrenos, mayoritariamente de tierra, para llevar a cabo cualquier tipo de entrenamiento. Desde series de tiempo y distancia hasta cuestas de mayor y menor inclinación pasando por recorridos más o menos circulares donde ensayar circuitos y poder reproducir las sensaciones que luego se dan en las carreras populares.
La pandemia, lejos de hundirles, les hizo más fuertes. Tras dos meses sin poder salir de casa, el día que se abrió la veda para poder hacer deporte los runners de Diana se dieron cuenta de que las clases virtuales para seguir manteniéndose habían servido de mucho y que estaban en una mejor forma de la que creían.
Muchos llegaron sin saber quién era Diana. Sin conocer sus marcas. Sin conocer sus registros. Sin saber que era una chica normal, de Móstoles, pero con el talento para volar cuando se ponía unas zapatillas en el tartán o cuando se ajustaba un dorsal para hacer un cross. Muchos, hoy, se siguen asombrando de saber que tienen a una entrenadora que ha paseado por todo el mundo representando al país como una de las mejores competidoras del globo. Que ha participado en los JJOO de Londres y Río o que ha estado presente en cuatro mundiales al aire libre, entre otras muchas cosas.
Diana es humilde, agradable, cercana. Hay quien, con un palmarés muy inferior al suyo, se pierde entre delirios de grandeza. No es el caso. Hablar con ella se hace ameno. Antes y después de cada entrenamiento, en el grupo hay chascarrillos, gracias y bromas. La imagen comulga perfectamente con lo que poco antes nos ha contado. Correr puede ser divertido. Y de eso se dan pronto cuenta aquellos que pensaron que solo sería sacrificio sin satisfacción. De hecho, el ambiente, el tiempo y el lugar son tan ideales que a uno le entran unas ganas terribles de sumarse al grupo y echar a correr.
*Para más información sobre el grupo, pincha en su web: https://runningmostoles.com/
Instagram: https://www.instagram.com/desafiorunningmostoles1/
Twitter: https://twitter.com/DesafioRunningM
Imagen de cabecera: Imago
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