Saltó el Sevilla al césped de Valdebebas con la firme convicción de que esta fuese una Liga de cuatro y no de tres. Julen Lopetegui puso en liza un plan inicial bastante novedoso por la inclusión del ‘Papu’ Gómez como teórico hombre más adelantado del equipo, que pretendía y conseguía una circulación de pelota muy ágil y una presión tras pérdida muy efectiva con la que los hispalenses consiguieron ahogar al Real Madrid durante el primer tramo del partido.
A pesar de ello y del dinamismo imperante que no hacía otra cosa que acrecentar la sensación de dominio sevillista a través de un ritmo de juego muy elevado, el rol líquido del argentino no conseguía favorecer del todo la aparición y el ataque de los espacios en el último tercio que él mismo vaciaba cada vez que acudía al apoyo y Lucas Ocampos se encarga de tratar de hundir, o al menos de fijar, a los centrales blancos. Aunque la figura que empezó a hacerse grande desde ese huracán inicial que fue el Sevilla no era argentina, sino brasileña: Fernando Reges.
Monchi pagó poco más de cuatro millones por un jugador de 32 años que estaba en el Galatasaray ya de vuelta del fútbol de máxima exigencia y que parecía destinado a ser una pieza de fondo de armario y lo acabó convirtiendo en uno de los mejores fichajes de la última década por relación calidad – precio. El gol-no-gol de Karim Benzema antes del cuarto de hora metió el susto en el cuerpo al Sevilla como si realmente hubiese subido al marcador y Don Fernando fue el único de su equipo que mantuvo las intenciones de presión alta de los primeros compases, ejerciendo además de salvavidas para los centrales de su equipo cuando el Madrid empezó a obligar al Sevilla a defenderse con todo el bloque en su mitad de campo.
A sufrir, sufre. A jugar, juega. Y siempre prevalece. Cuando Fernando se mete entre centrales y pone su bandera en la frontal, en la que aparece escrito en mayúsculas ‘IQ FUTBOLÍSTICA’, es como cuando apuntalan un edificio. Puede haber grietas en la estructura, pero él asegura por sí solo que las paredes resistan en pie sin venirse abajo. Su mera presencia ordena, atempera y marca la diferencia en situaciones prolongadas sin balón y asegura una organización defensiva de altísimo nivel para los suyos. Marca la altura en la que se debe defender, se impone en todas ellas desde el robo, la ayuda o el simple y tan complicado posicionamiento y cuando le toca participar siempre decide fácil, sencillo y para toda la familia. No falló ni un solo envío en 96’, regaló además dos pases clave, y todo ello sin quitarse ni un solo segundo de las botas y de la cabeza el hecho que mejor lo define como futbolista: el equipo es su credo, su leitmotiv.
Y por si no fuera suficiente, en Valdebebas, con una Liga en juego, además de sacarse un recorte propio de Neymar Jr. en medio del barullo del área, donde ni siquiera cabría la tapa de una alcantarilla, previo a marcar el gol que daba alas a los de Nervión, Fernando fue un activo importantísimo para dar aire al Sevilla cada vez que recuperaba la posesión, permitiéndole poder correr y amenazar también desde las transiciones. Lopetegui se saltaba en la salida al brasileño, hacía venir al Papu por debajo de la medular para gestionarla y entonces Fernando se soltaba hasta casi la frontal del rival, arrastrando marcas, llevando atrás al bloque del Madrid y dando espacio y tiempo a su equipo para encontrar casi siempre pases progresivos.
Una actividad sin balón frenética y prácticamente insostenible para casi cualquiera, más aún para casi cualquiera a punto de cumplir los 34 años como él, que no hacía otra cosa que redundar en su inteligencia futbolística y en su valor incalculable para el buen funcionamiento colectivo y que no era óbice para que apenas cuatro o cinco segundos después pudiese estar achicando agua, despejando balones y cerrando pasillos hacia el área metido entre centrales.
Fernando, capaz de controlarlo todo, detectarlo todo, leerlo todo, resolverlo todo y de significarlo todo en zonas del terreno de juego y con acciones muy diferentes entre sí, es seguramente el centrocampista defensivo del campeonato, puede que por encima incluso de su compatriota Casemiro. Como el rey homónimo que reconquistó Sevilla, el que luce orgulloso su club en el escudo, Fernando Reges es un custodio o un conquistador dependiendo de cuanto suceda a su alrededor y de cuanto sus tropas necesiten de él. Es el guardián, con su sabiduría táctica como espada y su oficio como cota de malla, encargado de que la formación funcione a la perfección en un equipo que durante 34 jornadas y 94 minutos demostró ser un aspirante al título de Liga al mismo nivel que los otros tres. En gran medida, gracias al valor de su rey. El rey del centro del campo en el Sevilla y el rey del centro del campo en La Liga.
Imagen de cabecera: ImagoImages
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