Eden Hazard no arranca. Es un jugador de un talento extraordinario y en el pasado Mundial de Rusia lideró su selección y la llevó a un merecidísimo tercer puesto, superando la gesta de los héroes belgas del 86.
Llegó al Real Madrid estando entre los cinco mejores jugadores del mundo y viene sufriendo un calvario de lesiones y baja forma que le aleja del que jugador que fue. Siempre tendemos a comparar jugadores y mucha gente se acuerda de lo que sucedió hace ya tres décadas con Robert Prosinecki, aunque realmente son casos muy distintos.
Prosinecki deslumbró a la vieja Europa a comienzos de la década de los 90 en aquel Estrella Roja campeón del 91. Dio la última gran alegría al fútbol yugoslavo, cuando la cruenta guerra del Balcanes ya devoraba fronteras, en el país donde los niños nacían con una pelota de hexágonos cosida al pie o un balón naranja a la mano.
En el mismo verano que el base esloveno Jure Zdovc, abandonaba la concentración de la selección yugoslava en el Europeo de Roma, horas antes de jugar la final del Eurobasket ante Italia, y tras recibir una llamada del gobierno esloveno exigiéndoselo tras estallar la guerra con la actual Serbia, Ramón Mendoza, gabardina blanca en mano, convencía a Miljan Miljanic, Presidente de la Federación yugoslava de fútbol y ex entrenador del Real Madrid en la década de los 70, para sacar del país a la mayor joya del fútbol patrio.
En muchos países de la Europa del este existía una norma por la cual sus deportistas no podían abandonar el país hasta cumplir los 28 años. Nunca Mendoza tiró tanto de diplomacia como en aquella negociación. Ni en los tiempos en los que se ganaba la vida en intercambios comerciales con la Unión Soviética, en la España de los años 60.
El Ángel Rubio aterrizó en Madrid en julio de 1991 e ilusionó a la hinchada blanca firmando un Trofeo Santiago Bernabéu para el recuerdo ante el campeón de Copa Libertadores chileno. El Colo-Colo se llevó seis en una exhibición de Prosinecki. Era el jugador total, capaz de llevar la pelota de un área a otra, regatear, volver atrás, cambiar de ritmo, conducir, pasar en largo, chutar…
Mendoza se enamoró de él en su despacho tras ver un vídeo suyo en un Estrella Roja – Zalgiris Kaunas de Copa de Europa. Julio César Iglesias y Julio Maldonado, “Maldini”, le llevaron una cinta de Julio con aquel partido. Mendoza quería fichar a Savicevic y acabó la reunión, enamorado de Prosinecki.
El idilio entre Prosinecki y el Madrid se rompió pronto. Una recurrente lesión en el recto anterior de su pierna derecha le amargó la vida durante casi tres años. La lesión en el peroné de Hazard afecta a su pisada y confianza, Prosinecki vivía con una cicatriz en el muslo y otra en el alma. La Guerra de la Yugoslavia le minó la moral sobremanera. Robert, alemán de nacimiento, croata de adopción y con pareja serbia en aquel momento, sufrió la guerra en lo más hondo de su corazón. Su estilo de vida, no le ayudó.
La lesión en el cuádriceps le hizo tener miedo a chutar fuerte y el jugador total que abarcaba todo el campo, se convirtió en un jugador de menos metros. La temporada 91-92 se la pasó casi entera en el dique seco, tras lesionarse ahí de gravedad por primera vez tras marcar ante el Utrecht, en la Copa de la UEFA, en el mes octubre.
Ya no volvió hasta el verano del 92. Con Benito Floro completó su mejor temporada en el Madrid, la 92-93, pero Floro le hizo jugar muy atrás, en el doble pivote con Fernando Hierro y el croata ya no era ese jugador capaz de arrancar de campo propio. Eso lo supo ver de maravilla Vicente del Bosque cuando llegó al rescate por primera vez, en marzo del 94, al banquillo del primer equipo sustituyendo a Floro.
Colocó a Robert a jugar en la frontal del área contraria y Prosinecki respondió jugando dos meses maravillosos en un Madrid muy mermado. Firmó cuatro goles en el último tramo de Liga, pero para entonces Mendoza ya tenía firmado a Valdano, que llegó con un nuevo proyecto y sin Prosinecki en mente.
Fueron tres años en los que nunca pudimos ver en el Madrid al genio que llegó de una Yugoslavia que se partía en pedazos a un ritmo que lo devoraba todo. El mapa de Europa cambió para siempre a comienzos de la década de los 90. Prosinecki también se convirtió en otro futbolista. Pese a ello triunfó en Oviedo y fue capaz de jugar en el Barça y sonreír de nuevo, ya con la selección croata, en la Eurocopa del 96 y el Mundial de Francia 98.
Está por ver qué sucederá con Hazard en el Madrid. Son tiempos distintos y jugadores diferentes. Lo único que no ha cambiado es la exigencia. El Madrid también te devora si no estás a la altura de las expectativas creadas.
Imagen de cabecera: Imago
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