Blanca Fernández ha vivido dentro de un agujero demasiado tiempo. El quirófano y la crisis del coronavirus no son una buena combinación, más si cabe en un mundo como el del atletismo. Pero hoy ya vuelve a sonreír. Asoma la cabeza y dice “¡aquí estoy!” a tan solo seis meses de la que puede ser la gran cita de su carrera. Y ahora sí está en condiciones de luchar por ella.
Nacida en León (1992), a Blanca siempre le ha encantado correr. A los nueve años, la niña de piernas largas y delgadas ya formaba parte de las Escuelas municipales de la ciudad, donde empezó a practicar atletismo de la mano de su profesor y técnico hasta el día de hoy, José Enrique Villacorta. En 2012 ya era considerada una de las atletas del mediofondo español con mayor proyección, pues había sido campeona nacional en todas las categorías inferiores por las que pasó (cadete, juvenil, júnior y promesa).
Con Natalia Rodríguez y Nuria Fernández como referentes, y alternando los 1500m con los 800, además del campo a través con la pista cubierta, la leonesa consiguió combinar sus estudios en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte con la competición, hasta el punto de finalizar en 2014 como uno sus mejores años, acabando la carrera y logrando sus mejores resultados de siempre. Crítica con la falta de ayudas en el sistema universitario español y admiradora del estadounidense, decidió entonces cruzar el charco y cursar un Máster en la Universidad de Temple, en Filadelfia, justo cuando dio el salto a la categoría absoluta. Allí rompió siete récords escolares y ganó cinco campeonatos de la Conferencia Atlética Americana con los equipos de campo a través y pista cubierta. Fue nombrada mejor deportista de la Universidad.
Su sueño siempre fue participar en unos Juegos Olímpicos, pero sobre todo “demostrar que tengo realmente nivel para estar allí”. Por eso aparcó un año sus estudios en Temple para buscar la plaza rumbo a Río de Janeiro en la prueba de 1500. Se le escapó la mínima olìmpica por un segundo, y desde entonces, su objetivo no ha sido otro que el de estar en Tokio. Ese mismo año cambió el Piélagos Inelecma donde militaba Ruth Beitia por la sección de atletismo del Fútbol Club Barcelona, con quien ha renovado recientemente. En 2017 regresó a Temple para terminar el Máster y formar parte del cuerpo técnico estudiantil ejerciendo de asistente. Ese mismo año se proclamó campeona de España en 3000 metros, la categoría por la que desde entonces pelearía de cara a los Juegos Olímpicos.
No fue fácil su vuelta a España y a la selección absoluta, de la que no formaba parte desde el Europeo de Chia (Italia) en 2016. Una serie de lesiones le privaron de competir en torneos tan importantes como el Europeo de cross de Tilburgo, donde el equipo español acabó segundo en la clasificación por finalistas, quedando solo Gran Bretaña por delante. De ahí que Blanca comenzara a incluir el Pilates en sus entrenamientos. “Llevamos el cuerpo a su límite y poco a poco lo va pagando”.
La leonesa no volvió a competir en cross hasta principios de 2019, pero estaba recuperando sensaciones. Disputó el Mundial de Aarhus (su debut en categoría individual) y fue la segunda mejor española, solo por detrás de Irene Sánchez-Escribano. Pero unas semanas después comenzó a notar unas molestias en la pierna izquierda. Se le dormía y perdía mucha fuerza después de unas horas entrenando. Una caída en un entrenamiento de vallas le llevó a consultar con especialistas, que le encontraron un osteocondroma en la rodilla. Un tumor benigno que le tuvieron que extirpar en quirófano y que le dejó K.O hasta 2020.
A principios de año empezó a retornar poco a poco. En una carrera de campo a través en Castilla y León celebrada en febrero se proclamó subcampeona, logrando una medalla que le supo a oro olímpico: “Sé donde estoy y lo mucho que me queda por trabajar, pero no quiero esconder que el verme de nuevo peleando con las mejores me da esperanzas de que igual, solo igual, estoy de vuelta al camino en que las cosas salen bien”, escribía en su Instagram. Ese mismo mes logró otra plata en el campeonato de España por equipos y a principios de marzo un octavo puesto en el Campeonato de España individual con el que volvió a recuperar la sonrisa. Fue entonces cuando empezó el confinamiento por la crisis sanitaria.
Justo cuando volvía a encontrarse consigo misma, se vio encerrada entre cuatro paredes. El aplazamiento de los Juegos le vino bien para recuperar del todo una rodilla todavía renqueante, pero el coronavirus fue un golpe terrible a nivel económico para las atletas, pues muchas como Blanca viven de patrocinios y subvenciones, además de los ingresos de competiciones que no se pudieron disputar. Tuvieron que pasar casi 14 meses para volver a verla en un campeonato oficial en pista, en Pamplona, en la prueba de 5000, donde acabó segunda solo por detrás de Maitane Melero. Sin embargo, llegaron pronto más problemas. Unas molestias en el nervio peroneo externo le llevaron a abandonar en Castellón e Ibiza.
Blanca decidió dar por terminada la temporada en septiembre y centrarse en solucionar un dolor neuropático en el nervio que le afectaba desde la cadera hasta el tobillo izquierdo. Un nuevo obstáculo que no intimidó a la leonesa, decidida ya a olvidar los planes a largo plazo salvo el de los Juegos de Tokio, su gran obsesión. Optimista con llegar a su primera cita olímpica, se marcó los dos primeros meses del 2021 como la prueba de fuego para llegar a marzo con las opciones intactas. Y el pasado domingo vio la luz al final del túnel: en un día histórico para el atletismo español (se consiguieron 15 mínimas para un gran torneo entre hombres y mujeres), Blanca acabó segunda con un tiempo espectacular (9:01.67) en la prueba de 3000 metros del Gran Premio de Valencia. Una marca que todavía no le vale para estar en el Europeo de Torun (Polonia) pero que le llena de ilusión de cara al Campeonato de España de finales de febrero. “He salido de un agujero después de tres años”, confesaba a EFE tras una auténtica carrera de obstáculos, la de vida, que le ha hecho superar múltiples lesiones, una operación quirúrgica importante, un confinamiento inesperado y un dolor en el nervio que pudo haber sido la gota que colma el vaso. No para Blanca, una luchadora incansable a la que no vamos a perder la pista. Este 2021 puede y debe ser su año.
Imagen de cabecera: AtletismoRFEA
Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).
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