Muchas veces he oído eso de que un entrenador es el capitán del barco, el que lleva el timón… pero a un capitán no lo echan ni lo cesan ni lo despiden. A un entrenador sí, y en los últimos días con bastante frecuencia: Huesca y Vitoria, sin ir más lejos y con pocas horas de diferencia. Míchel y Machín (ni hecho expresamente) han sido los últimos en “caer del barco”. Antes, esta temporada, ya lo hicieron Gaizka Garitano, en el Athletic Club, y Óscar García, en el Celta. En el caso del Alavés, Abelardo toma las riendas de un barco que, aunque no naufragaba, sí empezaba ver como entraba el agua y eso, en cualquier embarcación, es sinónimo de pérdida de estabilidad. Recuperarla no va a ser sólo tarea del Pitu. Es evidente que cuando las cosas van mal no siempre es culpa del entrenador (o no sólo es culpa de él), pero igual de evidente es que no se puede cambiar a toda la plantilla para enmendar una situación que va cuesta abajo y sin frenos. Lo más “fácil” de cambiar es al capitán del barco.
Un entrenador dura en un mismo banquillo lo que los resultados quieran, o lo que la paciencia de los que mandan quiera, o lo que la afición quiera, o incluso lo que el vestuario quiera. Pero siempre vive dependiendo de los demás. Yo, que soy muy refranera, siempre he repetido aquello de “segundas partes nunca fueron buenas” y en eso Sabina me daría la razón cuando canta aquello de “allí dónde fuiste feliz no deberías tratar de volver”, aunque la vida en muchas ocasiones se ha encargado de ponerme en mi lugar y demostrarme que no siempre es así. Porque el fútbol no existen ni “siempre” ni “nunca” ni “jamás” y los refranes sirven de poco. A veces las segundas partes sí son buenas y además, significan muchas cosas. Volver al lugar de donde una vez te cesaron significa compromiso y lealtad. Por parte del club, significa confianza, seguir apostando por una idea y una persona que la ponga en práctica. Es el caso del Pitu que regresa a Vitoria, donde tan feliz hizo a los babazorros. Su idilio comenzó en 2017 con el Alavés huyendo del descenso pero con Abelardo a los mandos lo consiguió y se salvó. La temporada siguiente rozó la clasificación para Europa y logró el récord de puntos del club en una sola vuelta, en la que no perdió en casa, con 32 puntos. Aunque en este caso su salida en 2019 fue distinta, pocos entrenadores se van cuando están arriba sin tener un proyecto más ambicioso entre manos. El Pitu se marchó porque creyó que debía hacerlo, que era el momento. Ahora ha vuelto para intentar salvar al equipo de la quema, como ya hizo con el Sporting o con el propio Alavés.
Antes que él han habido otros que también creyeron en las segundas oportunidades. Por ejemplo, Fernando Vázquez, un icono del deportivismo, él y sus cabalgadas por la banda que siempre quedarán enmarcadas en las retinas de los y las deportivistas. Su final no ha sido un final feliz, hace pocos días fue relevado del cargo con dolor y casi por obligación, los resultados siempre mandan y a veces destituyen. Pero lo importante es que volvió al Depor, incluso estando en Segunda B se quedó, y yo no descartaría que, si el club y el equipo lo necesitan, volverá de nuevo en un futuro.
En enero de 2019 Javi Calleja regresó al Villarreal 49 días después de haber sido destituido como entrenador del equipo esa misma temporada. Volvió porque es su club y son sus colores. La segunda parte fue mejor que la primera y metió al equipo en Europa. Eso sí, después de conseguirlo decidieron prescindir de él esta temporada y apostar por Unai Emery. Una noticia sorprendente y que no va acorde con la lealtad que le profirió el técnico al volver al equipo de Castellón.
Muy cerca de allí, en Valencia, el hombre que siempre vuelve cuando se le necesita es Salvador González Marco, a muchos no les sonará, pero seguro que por Voro, sí. Siempre regresa y lo hace, no como capitán del barco, sino para remar como uno más. Siempre dispuesto a achicar agua y dar un paso al lado si es necesario. En este caso su refrán seria “no hay dos sin tres… ni cuatro ni cinco…”.
La destitución de Pablo Machín hace que me pregunte si quizás veremos un segundo capítulo en la historia entre el soriano y el Girona, el barco que él mismo llevó a flote y a Primera. Ni a él ni al equipo le ha ido demasiado bien desde que ambos separaron sus caminos. Aunque seguramente Sabina no estaría muy de acuerdo con esto.
La vuelta del Pitu a Vitoria es ilusionante para el club, el equipo, la afición y para todos los que creen que sí, a veces las segundas partes sí son buenas e incluso pueden ser mejores que las primeras.
Imagen de cabecera: Manuel Serrano Arce/Getty Images
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