Imagina, por un momento, que eres aficionado del Real Club Deportivo de A Coruña. Inténtalo. Sé que ahora no parece fácil, especialmente si eres joven, pero, en su momento, este gran club que combate en el barro y el césped artificial de Segunda B, fue uno de los grandes de España y de Europa.
Desde hace varios años, este club del norte de Galicia lleva una tendencia negativa digna de mención. Una lucha constante contra sí mismo, una interminable caída en picado. El Deportivo, ese grande que conquistó el Bernabeu el día de su centenario, que acarició la gloria de la Champions y que se quedó a un penalti de ganar una liga, hoy es un histórico venido a menos. Una cuantiosa deuda económica y una serie de malas decisiones provocaron su caída a los infiernos. Aún así, nada menos que seis títulos lucen en sus vitrinas.
La historia reciente del conjunto herculino está llena de tropiezos y decepciones. Una pesadilla que nunca acaba: descensos, un ascenso truncado, cayendo cruelmente en la vuelta de la final del playoff o, lo peor de todo, un descenso a Segunda B, saliendo del fútbol profesional y temiendo por la viabilidad del club.
El año 2020 fue un año para olvidar. No sólo para los aficionados del RC Deportivo, si no para todo el mundo. El COVID-19 cambió nuestra forma de vivir y también mudó radicalmente una de nuestras mayores pasiones: el fútbol. Estadios vacíos, competiciones suspendidas o partidos aplazados fueron algunas de las consecuencias de la pandemia. Pero para este club, la pesadilla fue aún peor.
Primero, pongámonos en contexto. El año anterior, 2019, después de perder el ascenso en Mallorca, se produjo un cambio radical en busca de ese segundo ascenso. Llegó un nuevo entrenador, Anquela, y con él varios jugadores que, lejos de tener el nivel de los anteriores, era una incógnita. Salió mal. Muy mal. Anquela no aguantó mucho en el banquillo y, tras 19 partidos sin ganar, el club coruñés acabó colista de Segunda División, en una situación crítica. La llegada de Luis César no mejoró la situación pero, al menos, acabó el año con una victoria, contra el Tenerife, que daba alas de cara el 2020. ¿La esperanza? Nuevo año y adiós al “meigallo”.
Ese nuevo año, 2020, empezó con un par de buenas noticias: Abanca compraba el club y con ello, la viabilidad del conjunto coruñés estaba asegurada, incluso en la peor de las situaciones. Además, el nuevo entrenador era un viejo conocido de la casa, Fernando Vázquez, o “mago de Castrofeito”, un motivador nato que provocó una reacción positiva en el equipo y en la afición. “Pódese”, gritaba un estadio que hacía unas semanas veía su futuro negro. Era difícil, mucho, pero no imposible.
Y no lo era. A imposible le sobraban dos letras. Siete victorias consecutivas llevaron al Deportivo de Fernando Vázquez a acariciar los playoffs. De equipo desahuciado, a ser el que contaba con mejor forma de toda la competición. Lógicamente, ese cuento de hadas llegó a su fin pero el objetivo, la permanencia, parecía posible.
Llegó la pandemia, se paró la competición y el RC Deportivo perdió con ello uno de sus pilares: la afición. Riazor, un estadio que empujaba a los suyos con su calor, se volvió un estadio frío, sin alma. No son pocos los que piensan que, con un estadio lleno, el conjunto blanquiazul seguiría en Segunda. Hay un partido que lo explica todo: el equipo de Fernando Vázquez jugaba contra el Extremadura, un equipo ya descendido. Una victoria en casa aseguraba la permanencia. Pero ocurrió lo peor, un excanterano del club, Óscar Pinchi, marcó dos goles al final del partido para dar la victoria al equipo extremeño y llevar la desgracia a la ciudad gallega.
Pero las desgracias de un año como este no habían hecho nada más que empezar. Llegó entonces la última jornada de liga. El Deportivo dependía de otros clubes para lograr la permanencia, pero todavía era posible. Con miedo en el cuerpo, la afición esperaba ansiosa el partido contra el Fuenlabrada en Riazor. Alguien, mientras esperaba a que llegará el autobús del equipo, saca el móvil. Una notificación más, una noticia más de un partido tan importante. Para sorpresa de todos, apenas una hora antes de disputarse el encuentro, un diario de Cádiz publicaba que el Fuenlabrada, su rival esa noche, había viajado con varios casos de coronavirus y no se iba a disputar el partido. La jornada unificada, al ser la última de la competición, debería paralizarse. No fue así.
Se decidió entonces que el único partido que no se disputaría era el de A Coruña. La gente no daba crédito. Iban a irse a Segunda B sin tener la posibilidad de defenderse. El resto de la historia ya la conocemos todos: “El Caso Fuenlabrada” y como el RC Deportivo paso a ser el equipo “más odiado de España” por defender sus derechos. El resto de la historia, por desgracia, ya todos la conocemos.
Sigamos. Ese partido se disputó, semanas después, con victoria herculina en el tiempo de descuento, dejando al Fuenlabrada sin promoción de ascenso y provocando que el Elche ocupara esa plaza, siendo, a la postre, equipo de Primera división.
Empezaba entonces una nueva etapa, en una competición en las catacumbas, donde de más de cien equipos solo suben cuatro. Además, la creación de la Segunda B Pro provocaba que un tropiezo, un mal año, te haga caer incluso más abajo, algo inviable para un club de este tamaño.
El RC Deportivo supo recomponerse, consiguiendo una plantilla potente para la categoría y peleando por los puestos altos de su grupo, llegando a ser líder varias jornadas. De todas formas, la herida, estaba lejos de cerrarse. Esa dosis de ridículo que parece que necesita cada año que pasa. El Celta B, el filial de su eterno rival, acabó ganando al conjunto herculino en Riazor, delante de su afición. Un equipo que el Fabril había derrotado en la misma liga hace apenas unos años, había ganado al Deportivo. Al de los mayores.
Veremos lo que le depara este 2021 pero las últimas noticias hacen pensar que le tocará seguir remanado: con las dudas sobre Fernando Vázquez y su estilo, sumado a las ofertas por dos de los mejores jugadores del club, Uche Agbo y Diego Rolán, hace que el ambiente permanezca enrarecido.
Empieza un nuevo año, con ilusión. Con la esperanza puesta en que, de una vez por todas, acabe esta pesadilla. Una alegría después de tanta desgracia. Lejos quedan aquellas tardes de gloria, pero volverán, porque una ciudad y un club tan grande como este, están condenados a volver a ocupar su lugar: la élite, de donde nunca se debieron ir. Y ojalá sea, en este 2021, el fin de una caída interminable.
Imagen de cabecera: Imago
Fútbol como forma de vida. Colaborador de varios medios digitales como Los Otros 18, Mundiario o DeporSempre. Twitter: @Aldo_Vazquez1
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